Esta semana,
aprovechando lo del volcán de La Palma, os voy a hablar de Pompeya. ¿Que qué
tiene que ver una cosa con la otra? Pues que en Pompeya, todo el mundo la
palma. ¿Lo pilláis? ¡LA PALMA, como la isla! Si no os gusta, ese va a ser el
nivel, no me arrepiento de nada.
El 24 de agosto
del año 79, en una semana muy de fiestas patronales para los pueblos, se
produce una erupción del Vesubio que la lía pardísima y cumple los sueños
húmedos de muchos arqueólogos. Y de bandas criminales que se dedican a saquear
el yacimiento cuando cae la noche, pero centrémonos en la gente que no tiene
una cicatriz en la cara o que te hacen ofertas que no puedes rechazar.
La mayoría de
información se ha conseguido mediante la arqueología, pero también daba la
casualidad de que por la zona estaba Plinio el Joven, científico, escritor y
brasas profesional de la Roma Clásica. No confundir con su padre adoptivo,
Plinio el Viejo, que murió por respirar lo que no debería respirar (gases
nocivos del volcán, que a quién se le ocurre hacer eso).
Lo que si pasó es
que comenzó a caer ceniza. Ceniza suficiente como para impresionar a la persona
que limpia un club de fumadores. Hasta tres metrazos de cenizas de diferentes
calibres y piedra pómez, que aunque son ligeros al final pueden colapsarte un
tejado y aplastarte, porque la ceniza es así de vengativa. Dicho de otra forma:
¿te crees que quedándote en casa vas a evitar que se te manche la túnica de esa
ceniza fina? Amigo, amigo, amigo…
Y luego le
siguieron las emanaciones de gases poco saludables y las nubes ardientes que
barrieron concéntricamente la zona. Si tu techo había aguantado, no te había
caído una bomba volcánica en la cara, los gases no te habían asfixiado y
estabas corriendo para ponerte a salgo, aun había posibilidades de que te alcanzara
una oleada de caloret que te convertía en torreznos al instante.
Muchas de las víctimas
cayeron en donde se habían refugiado, como quien llueve, y esperaban que
escampara un poco para ponerse a salvo. Miles de cadáveres quedaron sepultados
en capas de ceniza, congelados en las acciones que estaban llevando a cabo en
sus últimos instantes de vida, y eso incluía “saquear las casas de la gente que
ya ha huído”.
Pero somos una
sociedad avanzada, y ahora ya no nos pillan con la guardia baja. Sabemos lo
peligroso que es un volcán y tenemos protocolos de evacuación que ponen a salvo
a la población, alejándola de la zona de peligro.
A no ser que seas
periodista.
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