La entrada de esta semana llega con un día de retraso, pero al final no porque he acabado esto jugando fuerte y escribiendo rápido. Pero es que he estado ayudando a unos amigos con su mudanza. No es que vosotros
seáis menos importantes, es que aún no he tenido constancia de vuestras
mudanzas para poder ayudaros.
La semana pasada os hablaba de lo poco que mola
Esparta y de lo mucho que la idealizan quienes no tienen ni puta idea. Como los
nazis, que mucho le gusta la estética y la dureza idealizada de los espartanos,
pero se les olvida aspectos más “delicados” e “incómodos”. Como que la mili en
la Grecia Antigua pasaba por señores adultos follándose a muchachitos para
enseñarles a madurar.
En Esparta, para ser un ciudadano de pleno
derecho hacen falta tener tierras, linaje y haber pasado por un sistema militar
muy estricto, que no daba importancia a cosas como la escritura y preferían la
supervivencia en el bosque sin ropa ni comida (incluso en invierno). Lo que se traducía
en que los espartanos no eran muy dados a la poesía y mucho más inclinados a
robar con innecesaria violencia a un pobre desgraciado.
Vaya, vaya, ¿es una formación hoplítica o es que te alegras de verme?