domingo, 25 de septiembre de 2016

Príapo



Hoy estoy un poco cansado (tanto física como intelectualmente) y por eso voy a ir a lo fácil. Pollas. Enormes.

El 90% del humor tiene que ver con dobles sentidos (y sus consecuentes malentendidos) sobre órganos sexuales. Ahí están chistes como el del Perro Mistetas, que simbolizan el cénit del humor popular de nuestro tiempo. Pero los romanos no eran de esas sutilezas.

Los romanos querían pollas. Pollas de proporciones absurdas y tamaños que harían gritar de emoción a Jorge Javier Vázquez. Los romanos también eran un pueblo que creía que el mejor plan para una primera cita era ir al pueblo de al lado y raptar al máximo número posible de mujeres en edad fértil. Insisto en lo de que los romanos no eran de sutilezas, por si no había quedado claro.

Me pone 200 gramos de salchichón.

domingo, 18 de septiembre de 2016

Por qué odio la Prehistoria



De la mente creadora de “Por qué odio la Edad Moderna”, llega… “Por qué odio la Prehistoria". La tan esperada secuela de todo un éxito de la crítica.

Odio la Prehistoria. Si nos ponemos tiquismiquis, la Prehistoria ni siquiera es Historia, es pre-Historia. O sea, “lo que va antes de la Historia”. Porque hasta que no se inventa la escritura y a alguien le da por escribir lo que le ocurre al explotador de turno (rey, basileus, sátrapa o lo que sea), no existe la Historia.

O sea, que la Prehistoria es un montón de interpretaciones hechas por un grupo de gente que más o menos intuye que sabe algo de aquellos tiempos en los que la tradición oral eral lo último en medios de comunicación. Gente peculiar que puede intentar ligar una noche diciendo “hola… ¿cazas o recolectas?”.

Y esto es lo que ocurre cuando buscas en Google "prehistoria"

domingo, 11 de septiembre de 2016

11-S: cómo lo recuerdo



Han pasado 15 años ya y aun recuerdo el 11 de septiembre de 2001. Tenía 10 años y no sabía qué estaba ocurriendo.

Recuerdo estar viendo TPH Club en casa de mi abuela. Ya había acabado de comer y estaba esperando a que fueran las 15:00 para ir al colegio. De repente, bajaron mis tíos corriendo y pusieron “La Primera”, sin dejarme acabar lo que fuera que estaba viendo.

Era un directo, se veían dos edificios altísimos, del que uno salía una densa columna de humo. Hablaban de un número ridículo de muertos (poco más de una decena) y de que el fuego de las plantas superiores estaba controlado. Nadie sabía qué estaba ocurriendo, en mi familia se barajaba la opción de que fuera un incendio en el edificio, no queríamos creer que ningún ser humano podía perpetrar algo así.

Y, sin embargo, ocurrió. En pleno directo, apenas unos minutos de que todo empezara, un segundo avión chocaba contra la otra Torre Gemela. Los locutores confirmaban el ataque terrorista y apenas llegaban a articular frases completas porque ellos mismos estaban impactados. Era caótico, pero las voces en off de los corresponsales se alternaban con espectaculares tomas de las dos Torres Gemelas ardiendo desde un helicóptero. Incluso llegaban noticias de que otro avión se había chocado contra el Pentágono.

domingo, 4 de septiembre de 2016

Postapocalipsis: una reflexión



He estado reflexionando sobre el auge de los mundos postapocalipticos. Hace unos años, la literatura zombie pegaba muy fuerte. Hoy, juegos como Fallout 4 acumulan más adeptos que señoras van al primer día de rebajas. Pero, ¿por qué gustan tanto?

Si nos remontamos unas décadas y observamos la cartelera, veremos que las producciones cinematográficas tenían unos tintes apocalípticos, pero relacionados con desastres naturales: Armaggedon, Independence Day, Deep Impact, Volcano, Twister… por no entrar en la parafernalia asiática y mencionar a Godzilla. En líneas generales, era el hombre superando a la naturaleza (y sí, considero “naturaleza” a los aliens de Independence Day).

La cosa es fácil. El bloque soviético se había desmoronado. Ahora que Rusia ya no era el enemigo que era antes, los antagonistas de las historias habían dejado de tener acento ruso. Hollywood había superado su fase de malos con acento alemán hace tiempo, así que ¿qué quedaba por inventar?

La naturaleza, esa taimada enemiga que siempre se abre camino entre las baldosas de la calle en forma de musgo/hierbajos. Esa cabrona que hace que llueva sobre tu coche cuando lo acabas de lavar. O que, espero que no vuelva a ocurrir, un pájaro que ha comido opíparamente se alivie sobre tu cabeza. La naturaleza está siempre ahí para joder tus planes.

Y si la naturaleza no es lo suficientemente letal, siempre podemos darle un empujoncito.