lunes, 9 de noviembre de 2020

El meme de Hitler que Facebook no quiere que veas [clickbait feo]

Escribo esto un lunes porque el domingo estaba demasiado ocupado como para hacerlo.

Resulta que Don Facebook ha tenido a bien el prohibirme escribir o comentar nada durante 30 días por incitación al odio. He intentado hablar con una persona humana y racional, pero el algoritmo ha detectado la cara de Hitler en una foto que subí en 2017 y es implacable. Cualquier persona con dos dedos de frente sabría que la foto del dictador de origen austríaco está usada con fines humorísticos y que no se busca enaltecerlo. Precisamente, tratando a los que se rían del dictador con la misma dureza con la que se trata a los que lo alaban, lo que se está consiguiendo es igualar a los dos bandos.

Pero independientemente del contexto, parece ser que el algoritmo es infalible e inapelable.

Cortada esa fuente de tráfico, me veo obligado a tomarme unas vacaciones que van a ser empleadas en 1) avanzar en la tesis y en 2) prepararme una conferencia que tengo a final de mes. Y a lo mejor me voy a la India a encontrarme a mi mismo o yo qué se.

Pero vamos, que, por lo visto, hacer memes con la cara de Hitler se paga caro. No es como si hubiera hecho pantanos.


Edito: 

Gracias por tanto, El Mundo Today.





domingo, 1 de noviembre de 2020

Especial Noche de Ánimas: El Terror y el Erebus.

 



Bienvenidos, queridos lectores, a la historia de terror de la Noche de Ánimas, si bien espero que esto se lea la madrugada del 1 al 2 de noviembre para que tenga el efecto deseado, una semana en la que el formato es distingo: no hay fotos con chistes, y hay algo más de texto que de costumbre. Acercaos a la luz de las velas e ignorad los ruidos que provienen del piso de arriba. Probablemente sea solamente el viento.

Esta semana vamos con una historia de aventuras, terror, intoxicación por plomo, canibalismo y agonía en el siglo XIX*. Esta semana os contaré la historia del HMS Erebus y del HMS Terror. Bienvenidos al episodio especial asustante.

A mediados del siglo XIX, los ingleses querían descubrir el paso del noroeste para evitar tener que bordear Argentina y sus jugosas, jugosas, Malvinas. Así que cogieron un par de barcos tochos, se los dieron al veterano capitán sir John Franklin, los llenaron de marineros (129, en concreto) y tiraron para arriba una vez llegaron a las costas de Groenlandia.

El problema es que entraron en la parte del Ártico que cae en la vertiente atlántica, pero los años pasaron y nunca llegaron a salir por la parte que tocaba del Océano Pacífico, para gran ofensa de los esforzados operarios victorianos que estaban montando la fiesta de bienvenida en la línea de llegada. Este comportamiento, nada educado por parte de un gentleman inglés, hizo que se dispararan todas las alarmas.