Concretamente, enormes ¿Los tanques? grandes ¿Los
cañones ferroviarios? monstruosos ¿Los trenes? que no me quepan en la boca.
Perdón, eso último quizá es una traducción demasiado libre del alemán.
Pero vamos a centrarnos en los trenes gordos. Porque
Europa no era Estados Unidos y su fetiche guarro con los coches, y la aviación
de pasajeros tampoco había pegado el petardazo. Si te querías mover largas
distancias por el continente, lo tuyo era el ferrocarril. Y Adolf Hitler lo
tenía claro: trenes bien pepinos.
A ver, que no seré yo quien defienda a Hitler, pero
algo de razón tenía. Y voy a matizar antes de que se me cancele.
En los años 30, quien partía el bacalao era Gran
Bretaña, y Gran Bretaña era un imperio marítimo, con sus transatlánticos y sus
buques de carga la hostia de grandes. Así que Alemania, que en el mar era ni fu
ni fa, se centró en establecer su imperio continental. ¿Y qué transportaba
rápidamente (para los estándares de velocidad de la época) pasajeros y
mercancías? El tren.