domingo, 18 de abril de 2021

Felipe de Edimburgo está un poco chungo

 


Si hay una costumbre que he adquirido en estas últimas semanas, probablemente haya sido la de hablar de cualquier tema, pero una semana tarde. Esto está basado en una serie de decisiones desafortunadas, que me hacen siempre ir detrás de las vanguardias. Y seguramente está fundamentado en la desafortunada decisión inicial de empezar una carrera de letras.

El caso es que, no sé si os habéis enterado, pero el Duque de Edimburgo nos ha dejado, estando el chavalote en la flor de la vida.

Llegar a casi un siglo de vida es motivo de admiración para los ingleses. Conseguir llevar casi 100 años resistiendo las tentaciones de saltar, en ropa interior y bajo los efectos del alcohol, desde un balcón es lo que diferencia a un true gentleman de la chusma. El funeral de estado es por eso, no os engañéis.

Thomas-Oliver y su esposa Poppy, fotografiados cerca de su granja en Gales.

domingo, 11 de abril de 2021

Lo del desfile de los faraones

 


Esto lo tendría que haber escrito la semana pasada, pero la semana pasada escribí sobre algo de hace dos semanas (lo mucho que me jode el cambio de hora) y el tema de esta semana me parecía demasiado bonito como para dejarlo pasar sin intentar colar uno o dos chistes horrendos.

Una de las cosas más bonitas que he visto en los últimos tiempos ha sido la ceremonia de traslado de las momias egipcias a su nuevo museo. La ceremonia en si fue una especie de cruce blasfemo entre una edición de Eurovisión y una gala “Murcia, qué hermosa eres” con toques de estética ciberpunk. Dos horas de cruce blasfemo entre una edición de Eurovisión y una gala “Murcia, qué hermosa eres” con toques de estética ciberpunk, para ser exactos.

Anubis, el Dios de los muertos, haciendo un "déjame a mí que tú no sabes" a unos embalsamadores que llevan la L.

lunes, 5 de abril de 2021

1582, a vueltas con el calendario

 


La semana pasada había que cambiar la hora, y yo odio tener que cambiar la hora. Es algo que me agobia bastante, porque siempre creo que me voy a olvidar y llegar tarde, y me parece una soberana mierda. ¿Por qué no podemos tener la hora quieta y ser todos felices? Para joder, estoy seguro que es solamente para joder.

El caso, que la semana pasada llegué tarde a medirle el azúcar a mi abuela, y la pobre señora estuvo esperando pacientemente una hora más de lo debido a que llegara su nieto a pincharle el dedo, sin desayunar.

¿Por qué debería importaros esto? Porque voy a hacer caso al señor Anónimo® y a escribiros lo que pasó del 5 al 14 de octubre de 1582. Porque si me jode tener que adelantar una hora el reloj, imaginad tener que adelantar nueve días el calendario. La apoteosis de la animadversión.

Hablemos de calendarios.

Calendarios calenturientos.