Lo he dicho muchas veces ya, pero lo vuelvo a repetir por si
acaso: La Edad Media es maravillosa. Si no me hubiera decantado por hacer Historia
Contemporánea, me habría ido por medieval sin dudarlo. Pero aparecieron los
años 20 en mi vida y la Historia Medieval se perdió a un medievalista un tanto
extravagante.
Os voy a hablar de la coreomanía, “baile de San Juan” o “baile
de San Vito”, un fenómeno que se produce en Centroeuropa a finales de la Edad
Media y se prolonga hasta principios de la Edad Moderna. (durante los siglos
XIV y XVII, para que nos entendamos cronológicamente) y que me fascina
muchísimo porque tengo la misma habilidad bailando que una estatua.
Pero dejemos de hablar de mis dotes como bailarín, porque la
Historia no se hace en una discoteca. Creo. Tampoco lo he intentado, tengo que
admitirlo, aunque estoy seguro que sería una experiencia tremendamente
enriquecedora.
La primera epidemia de coreomanía está datada en la ciudad
imperial de Aquisgrán en 1374. Había habido brotes anteriores, pero habían sido
casi siempre breves en el tiempo y pequeños en escala. Uno de los hechos más
reseñable había sido un grupo de niños que, en 1237, fue bailando desde Erfurt
a Arnstadt (un trayecto de unos 20km) y que inspiró la leyenda del flautista de
Hamelin. O la vez que en 1278 un par de cientos de personas se pusieron a
bailar encima de un puente sobre el río Mosa hasta que lo derrumbaron.
Van Damme aquejado de un brote repentino (y sexy) de Coreomanía.