Polonia, como el país que conocemos, surge en la Primera
Guerra Mundial con la finalidad de incordiar. Esto es así, pero la Sociedad de Naciones
no quiere que lo sepas.
Pero en la zona en la que está hoy ese país, hubo otras
naciones históricas importantes.
Al contrario que toda la zona del Mediterráneo, que fue
exhaustivamente cartografiada por griegos y romanos, del Báltico se tiene mucha
menos información. Y casi siempre es de la mano de la arqueología porque
testimonio escrito tenemos poco hasta que no aparece el cristianismo por allí
arriba en torno al año 1000.
Si hacemos caso a los arqueólogos, desde la caída del
Imperio Romano hasta el comienzo de la Edad Media, hubo pocos asentamientos en
la zona. Hay que tener en cuenta que esto es muchos siglos antes a 1939, época
en la que Polonia es deseada por casi todo país relevante para la Segunda
Guerra Mundial.
El caso es que podríamos considerar ciudades-estado a esos
primeros proto-polacos, de una forma similar a lo que había en Grecia, solo que
mucho más aburrido. Alrededor del año 1000 Polonia empieza a ser católica y
empieza a haber más información, y por ello conocemos los tejemanejes de los
primeros gobernadores del Ducado de Polonia.
El primer emblema de Polonia se supone que es un águila blanca, pero yo ahí veo un primer esbozo del logo comercial de Gallina Blanca.
En el siglo XIV Polonia se unió dinásticamente a Lituania
(el último país pagano que existía en Europa) para hacer frente a los
verdaderos enemigos que no hacían más que malmeter en la zona: los caballeros
teutónicos. Y así es como nace la confederación polaco-lituana, una amistad que
duró cuatro siglos y sirve para defenderse de caballeros teutónicos, tártaros,
mongoles y turcos. Ahí es nada.
Especialmente bueno fueron los comienzos del siglo XVII (y
la neutralidad que tuvo Polonia en la Guerra de los Treinta Años), que les
permitió mantener todo el poder militar en defenderse de los turcos y de los
rusos, que les llegaron a ocupar Moscú durante un par de semanas y todo. Eso
mientras el resto de países europeos estaban ocupados matándose entre ellos. Pero,
pese a lo bien que pudiera parecer que les iba, una nación bicéfala no pudo
durar eternamente.
Caballeros de la Orden Teutónica: LA amenaza del mundo medieval.
Al final les invadieron por todos lados en la segunda mitad
del siglo XVII. Tártaros, rusos, suecos, transilvanos, brandemburgueses… y
también hay que decir que Polonia estaba en medio de los intereses
expansionistas de todo el mundo. Y lo consiguieron: en 1795 fue troceada en
cómodos cachitos para que rusos, prusianos y austríacos pudieran llevarse en el
bolsillo un poquito de Polonia a sus respectivos países.
Con la llegada de Napoleón se creó el Gran Ducado de
Varsovia, que no era más que un nombre rimbombante para “estado títere polaco”.
Los polacos se pensaban que se iba a restaurar la gloria del reino pero, tras
la derrota de Napoleón, el Congreso de Viena les dijo “jaja NO”. Después del
Congreso de Viena, los territorios polacos pasaron a manos de los dueños
anteriores a las guerras napoleónicas. Ocho años duró el asunto del Breve
Ducado de Varsovia.
Y todos fueron muy felices (menos los polacos) hasta 1918,
cuando Alemania estaba derotada, Austria-Hungría estaba literalmente partida en
dos y Rusia tenía una curiosa guerra interna con peligrosos tintes
bolcheviques. De esta forma se ponía fin a 123 años sin un estado polaco
independiente. Y la persona más válida para liderar esa nueva Polonia fue Józef
Piłsudski, una persona que el vello facial de cejas y bigote le formaba dos gruesas
(y bastante viriles) líneas paralelas.
Que lo de las líneas paralelas no lo digo de broma.
¿Y sabéis que hicieron los polacos nada más estrenar su
país? Declarar la guerra a prácticamente todos sus vecinos. Porque 123 años
acumulando bilis son muchos años acumulando bilis: Ucrania, las fuerzas
bolcheviques, Checoslovaquia, Lituania… Polonia se pegó con todos ellos en sus
dos primeros años de vida como país.
Luego llega la Segunda Guerra Mundial, que todos sabemos lo
que pasó. El reparto entre Alemania y la Unión Soviética quedó finalmente
anulado con la derrota del III Reich y la URSS pudo quedarse con Polonia como
país satélite y ocultarlo detrás del Telón de Acero. La Unión Soviética movió
el país un poco hacia el oeste para quedarse un buen cacho del este y haciendo
que Alemania apechugara con la pérdida de territorio.
Y a finales de los años 80, los polacos le devolvieron el
favor a los rusos en forma de insurrección democrática. La culpa del fin del
sueño proletario la tuvo el sindicato católico Solidarność, que canalizó todo
el descontento con el régimen de Moscú y consiguió salirse de la Comintern
justo antes de que se convirtiera en Chocapic.
Y desde entonces Polonia aun no ha sido anexionada por
nadie.
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