lunes, 18 de octubre de 2021

Rebelión en el hipódromo

 



El Imperio Bizantino es un clásico que está siempre presente en los juegos de Paradox, como una especie de meme interno, como si fuera el culmen de la idea de imperio poderoso. Pero no siempre fue el remanso de paz y obediencia imperial que cree todo el mundo que fue.

Si, el Imperio Bizantino sobrevivió mil años a su hermano occidental, pero tuvo sus altibajos y “sus cosillas”: transformaciones, contradicciones y decadencia. Cuando llegó su final no fue un “pero ¿qué ha pasado? ¿cómo es eso posible?” sino un “Ah, claro, ya era hora”.

Bueno, que es el año 532 y Constantinopla está calentita. Por un lado, el cristianismo aun no está demasiado definido y numerosas herejías basadas en detalles absurdos se parten la cara por ver quién es más cristiano. Por otra parte, los impuestos no le gustan a nadie, y si son para sobornar a los persas y otros pueblos (inferiores, por supuesto) de la frontera para que dejen de molestar, aún menos.

Justiniano, la respuesta a la pregunta "¿Que habría pasado si Zapatero hubiera sido emperador?"

Comienza una carrera de carros en el hipódromo y eso es como pitar al Rey en un partido de fútbol, que lo que se espera que distraiga al populacho, se convierte en un escrache a los políticos (skrachoikos, en griego inventado). El grito de batalla de los rebeldes podría parecer el de un pokemon, pero es que “niká” significaba “victoria”. Justiniano y Teodora tienen que salir por patas del estadio mientras se desataba el disturbio gordo.

Los revoltosos salen del hipódromo y se lanzan a las calles, saqueando edificios oficiales y liándola parda. Y eso incluye meter fuego a la iglesia de Hagia Sofia, porque sí, porque podían. Se convoca gabinete de emergencia en la casa de Justiniano y acuden todos los buenos y leales hombres a ver qué dice el emperador que se hace.

Oh, no, ha comenzado la rebelión.

Los insurrectos nombraron emperador a Hipatio, el sobrino del ex-emperador Anastasio I, quien tiene una política de “de mandanga nada, a mi no me perjudiquéis” pero tampoco sabe parar los pies a la turba y le cuelgan el sambenito. Total, spoiler: el pobre hombre al final acaba recibiendo matarile como el resto, sin comerlo ni beberlo.

Justiniano decide que van a ir a lo fácil. Eso significa hacer las maletas (y eso incluía llevarse todo el tesoro real, que no lo iban a dejar en manos del Círculo Podemos Constantinopla) y abandonar la capital, y ya la recuperarían desde el exilio o algo. Que imperios romanos hay por cualquier parte y se consiguen fácil. Si los rebeldes se quieren quedar con Constantinopla, que se la queden, hay ciudades mejores por ahí queriendo dar asilo a un antiguo emperador.

Teodora dijo “mira, sois todos una panda de cagaos, a mi sólo me sacáis de Constantinopla con los pies por delante” pero como quedaba muy macarra, Procopio de Cesarea escribió que dijo "la púrpura es una excelente mortaja". Ante esa demostración de “nos quedamos en casa, que no tengo ganas de salir” propia de un domingo por la tarde, la corte se quedó en la capital y los generales Belisario y Mundus, leales al emperador, pasaron a cuchillo a treinta mil rebeldes de los del estadio. Teodora era la firme matrona romana sobre la que se cimentaba el carácter y la sangre del glorioso Imperio Romano.

Como para decirle que no, a la Teodora.
NOTA: es posible que la emperatriz no fuera tan sexy en la realidad.

Pero Procopio también dijo lo contrario, y en su “Historia Secreta” puso fina a la emperatriz Teodora. Decía todo lo contrario a lo que había dicho en “Sobre los edificios”: ya no era la emperatriz regia, sino algo similar a que Teodora habría amasado un buen dinero en Onlyfans, porque para ser emperatriz tenía la moral un poco sueltecilla. No ahorra detalles para describirla como una mala pécora que solo disfruta con el vicio y el fornicio. Y conspirar, claro, conspirar como la mala mujer que era.

Con esto quiero decir que es muy importante llevarse bien con los historiadores. No porque la gente nos vaya a hacer mucho caso en su momento (que no lo hacen), sino porque siglos mas tarde otros historiadores encontrarán lo que hemos escrito y nos harán caso.

Y, entonces, vaya palo, ¿no?

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