Enfoquen la
linterna para que les ilumina la cara desde abajo y arremolínense en torno a la
hoguera, porque hoy es la Noche de las Ánimas, y hay que dar miedo. Aléjense de
la oscuridad, por lo que pudiera pasar, y no hagan caso a los gritos que se oyen
de vez en cuando.
Tened cuidado y
esconded a los niños, porque esta semana vamos a hablar de uno de los
personajes más… bueno, repulsivos, de los que tengo constancia. Toca hablar de Alexander
Beane y familia.
Alexander Beane
nace en la Escocia del siglo XVI, y pronto descubre que no va a seguir la
estela familiar de dedicarse a ganarse la vida honradamente. Se empareja con
una pieza de cuidado, Agnes Douglas, que también era canela en rama. Ninguno de los dos estaba
muy bien de la cabeza, pero decidieron que la vida urbana no era para ellos,
que mejor el campo.
Y no había nada mejor que dijera “vida rural” que vivir en una cueva en la Escocia profunda. Si Escocia ya era un poco como Las Hurdes de las Islas Británicas, la cueva que eligieron los Beane era “Top Quality Hurdes Material”. No hay metáfora aquí, era una cueva, literalmente, de 180 metros de profundidad y que cuya entrada quedaba tapada cuando la marea subía.
El caso es que
Señor y Señora Beane desistieron de llevar una vida civilizada en el momento en
el que entraron en la cueva. Y su modo de vida era básicamente esperar en el
camino a que vinieran viajeros solitarios, matarlos y llevar los cadáveres a la
cueva. “Claro, para saquearlos y luego vender las cosas robadas” estarás diciendo para ti mismo.
Ya me gustaría que fuera así, pero en realidad era para comérselos. Te saltabas
toda esa parte de conseguir alimentos mediante el trueque.
Además, Señor y
Señora Beane tenían la manía de hacer el dulce, dulce, amor. En los 25 años que
estuvieron viviendo en la maldita cueva, tuvieron ocho hijos, seis hijas,
dieciocho nietos y catorce nietas, todos fruto del incesto de todos con todos,
en una especie de comuna hippie mal. Con todas las ventajas genéticas que
conlleva la consanguineidad.
“Un momento ¿se
pegaron 25 años comiendo gente en una cueva?” puedes pensar. Y es que los Beane
no eran tontos, y se preocupaban en no dejar testigos con vida que pudieran dar
la voz de alarma. Los viajeros, simplemente, desparecían en mitad del camino.
Al principio se pensaba que lobos y animales salvajes se zampaban a los
viajeros, pero luego las culpas se las empezaron a llevar los dueños de las
posadas, que eran las últimas personas que veían con vida a los viajeros.
El caso es que
detenían y torturaban a los posaderos, que reconocían los crímenes y eran
ajusticiados, pero las desapariciones no paraban. Empezó a correr el rumor más
lógico: que la zona estaba encantada y que los hombres lobo se merendaban a la
gente. Y habría seguido siendo así si los Beane no hubieran cometido un pequeño
error: un día atacaron a una pareja que volvía de una feria, matando a la mujer
pero no al marido, que tenía experiencia en eso del combate y sobrevivió lo
suficiente como para que otro grupo que venía de la misma feria le ayudara.
El caso es que el
asunto termina llegando a los oídos del rey Jacobo IV de Escocia, quien se
siente maravillado y decide premiar a los Beane con la muerte. Para ello envía
a cuatrocientos hombres con perros de caza, que localizan la cueva y se
adentran en ella a la luz de las antorchas. Y lo que vieron, era una película
gore de zombies: trozos de persona a medio comer, trozos de persona colgando
del techo y trozos de persona en salazón porque los Beane podían ser una
pandilla de caníbales endogámicos, pero eran una pandilla de caníbales
endogámicos previsores.
Y eso hizo
cambiar de opinión al rey Jacobo, quien pasó de querer ajusticiarlos por matar
personas a querer matarlos dolorosamente porque, oye, mira, se comportan como
putos animales.
A los hombres les
cortaron lo que viene a ser la picha y los huevos (para posteriormente
quemarlos), las manos y los pies y se les dejó desangrarse lentamente. A las
mujeres se les churruscó en la hoguera. Hasta su ejecución, se calcula que los
Beane se habían comido a unas mil personas.
Rico, rico. Y con
fundamento.
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