¿Te imaginas que, por una desgraciada confusión en el calendario, estuvieras odiando los inocentes sábados creyendo que estás odiando los funestos lunes?
Vamos a empezar fuerte esta semana: el tiempo es
una invención, no existe. O existe, depende de cómo contemos. Nadie ha llevado
la cuenta desde el primer segundo, por lo que conceptos como “lunes” o “doce
del mediodía” pueden ser erróneos y lo que tu conoces como “martes” en realidad
sea un jueves, si alguien hubiera estado contando los días desde el principio.
¿Os he volado la
cabeza ya? Espero que no. Para los pocos lectores que tengo no quiero ir por
ahí matándolos a disgustos.
La gente que manda tiene la mala costumbre de querer protagonismo, y ya hemos tenido varios calendarios en marcha a lo largo de nuestra historia. Y eso solamente si tenemos en cuenta el punto de vista occidental, porque entrar en calendarios mayas, chinos y árabes es meterse en un berenjenal que no me voy a meter por el bien de mi propia cordura.
Para los más veteranos,
los fans acérrimos del blog, ya sabréis que hubo una ocasión anterior en la quehablé de calendarios, y no os pillará de sorpresa saber el cambio del
calendario juliano al calendario gregoriano. Pero para aquellos nuevitos que
acaban de entrar y no saben de qué va esto, vamos a ir un poquito más lento.
Los primeros
calendarios conocidos son calendarios solares y lunares, empleados sobre todo
para predecir fenómenos regulares como las crecidas de los ríos. Porque cuando
eres una sociedad agrícola, necesitas saber cuándo se te van a inundar las
lechugas o, de lo contrario, te morirás de hambre.
En la práctica,
cada cultura tenía un calendario diferente, que si unos iban por semanas, que
si otros tenían trece meses, otros solo diez meses… un sindiós a la hora de
coordinar cumpleaños con amigos extranjeros, vamos. Los etruscos incluso tenían
un calendario que contaba los meses según pasaban las lunas llenas, como si
fueran hombres lobo. Poco les hicieron los romanos cuando les conquistaron.
El caso es que
esos romanos pusieron en marcha el calendario juliano para hacerle la pelota a
Julio César, gran persona y mejor dictador. Y no contento con eso al mes de “quintilis”
se le cambió el nombre a “julius”. Pero no os alarméis, el mes “sextilis” fue
renombrado como “augustus” porque Octavio Augusto era bastante guay y el Senado
Romano quería llevarse bien con la persona más poderosa del momento.
Al calendario juliano lo sustituye el calendario gregoriano, y hablar del calendario gregoriano es tontería porque ya os hablé de él en su momento, no hay por qué seguir insistiendo. Además, que es el calendario que usamos todos ahora mismo, y como mucho puedo hacer clickbait diciendo “12 meses que tienen 30 o 31 días, pero febrero te sorprenderá”.
Hay otros
intentos de modificar el calendario. Por ejemplo, los revolucionarios franceses decidieron
que era hora de romper con todo lo anterior, y eso incluía el calendario que se
usaba en el Antiguo Régimen. Se intentó una aproximación científica y decimal
al calendario, llegando a cambiar el nombre a TODOS LOS DÍAS por plantas,
animales o minerales para eliminar la religión y quitar peso al santoral. Spoiler: la idea
no cuajó porque era un sindiós, literalmente.
Todo esto es un
paripé para justificar mis retrasos al escribir: es posible que en la cronología
natural del universo, el domingo llegue con un día de retraso.
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