domingo, 26 de septiembre de 2021

Talibanes de parranda

 



En mi periodo de reclusión monacal veraniega, ese periodo en el que dejé de escribir en este, nuestro blog, ocurrieron muchas cosas. Podríamos decir que ocurrieron COSACAS. Y no me estoy refiriendo solamente a la vez aquella en la que estando en la piscina vi como se caía un niño, por correr en el borde de la piscina, con una fuerza tan grande que rebotaba en el suelo. Los niños están hechos de goma.

Pero no, no me estoy refiriendo a esos mágicos momentos. ¿Sabíais que los talibanes han conquistado Afganistán apenas en un mes? A principios de verano estaban recluidos en las montañas, siendo un grupo de granjeros analfabetos viviendo en cuevas en mitad de ninguna parte. En agosto ya habían desfilado por la recién conquistada capital y varios países coqueteaban con la idea de reconocer legítimamente el gobierno talibán.

A ver, ¿quién de vosotros tenía en su bingo para 2021 "shitposting talibán"?

Desde 2001 (20 añazos, ojo, que se dice pronto) se nos ha planteado a los talibanes como la encarnación de la maldad. Esos barbudos eran EXACTAMENTE lo opuesto a nuestra cultura occidental: mientras nosotros amamos la democracia, ellos son una teocracia, nosotros construimos y ellos viven en cuevas, nosotros amamos el progreso y ellos quieren volver a la (suspiro) Edad Media. En definitiva, nosotros somos guays y ellos son, bueno, talibanes.

El término “talibán” se ha usado extensamente para referirse a alguien fanático que no da su brazo a torcer. La propaganda los ha deshumanizado y los ha pintado como los nazis del siglo XXI, los monstruos que no tienen humanidad y que son fáciles de odiar. Total, no es como si les importara, no tienen sentimientos.

Talibanes imitando al ejército más odiado del mundo: el americano.

Por otro lado, tenemos los enormes avances en la tecnología. Hace cien años, lo más cercano a una comunicación estable era escribir una carta y rezar para que un mes después te llegara la respuesta. Era lento y tedioso, por no hablar del follón que era llevar a revelar fotografías de carrete, y lo laborioso del proceso. Hoy en día tenemos móviles con cámara y redes sociales, todo lo que vivimos puede ser compartido en tiempo real en internet.

Finalmente, me quiero referir al sentido del humor. Henri Bergson, un mancebo de esos que sirven para todo y vivieron en los años 20 (que también sirven para todo) decía que se obtendrá un efecto cómico trasladando la expresión natural de una idea a un tono diferente y que la risa nace de la rigidez, ya sea física o mental. Una persona que siempre cae de pie no hace gracia y, sin embargo, el que yo sea incapaz de mantener un tono solemne para hablar de temas serios hace gracia. Esto es porque mi incapacidad de adaptar el discurso (mi rigidez mental) a un marco serio resulta graciosa.

Los talibanes ahora tienen una flota más poderosa que, no sé, Suiza, por ejemplo.

¿A dónde quiero llegar con todo este circunloquio? Muy fácil, cae Kabul y empiezan a llegar las imágenes de talibanes siendo humanos. Si de repente descubriéramos fotografías de soldados nazis en la misma actitud, nos resultarían graciosísimas. Y nos reímos. Talibanes comiendo helado. Talibanes en coches de choque. Talibanes en patines de agua. Todos ellos disfrutando, no comportándose como los monstruos que esperamos que sean sino disfrutando como niños en un cumpleaños.

Todas esas fotografías que se hacen unos talibanes a otros, en plena efervescencia efusiva, no responden a la rigidez adusta y fanática que asociamos con ellos. El hecho de que fotografíen todas esas actitudes festivas, que podamos ver que están disfrutando sinceramente (comparado con los severos y monolíticos sermones teológicos que les caracterizan) pero que, al mismo tiempo, sean incapaces de desprenderse de las armas o de controlar al idiota del RPG.

Y así, señores, se crea el humor. Poniendo a talibanes en actitudes antinaturalmente cotidianas, pero con armas. 


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