El año mil, además de ser un año muy redondo y bonito
para la gente con TOC, fue un año de efervescencia cultural y miedo a partes
iguales para la gente de la Edad Media. A la gente le entró una obsesión con
que iba a ser el Fin de los Tiempos, que la iban a palmar muy fuerte y que lo
mejor que se podía hacer era caerle bien a Jesucristo para que te guardara
huequito en la cola de entrada al Cielo.
No fue ninguna enfermedad ni una amenaza que viniera
del exterior. Fue la doctrina cristiana la que empezó a predicar que con el
aniversario de los mil años de la venida de Jesucristo, el combate definitivo
del Bien contra el Mal y, finalmente, el Juicio Final. Esta idea se basaba en
interpretaciones del libro del Apocalipsis, del que no voy a citar literalmente
para no ser farragoso pero incluye conceptos como “Satanás se librará de su
encarcelamiento de mil años”, “caer fuego del cielo”, “estanque de fuego y
azufre” y “los muertos resucitarán para comparecer frente a Jesucristo, quien los
juzgará por sus obras”.
Si algo le gusta al cristianismo es un buen
apocalipsis que haga borrón y cuenta nueva. La moral cristiana está DESEANDO
que Dios se dé cuenta que la Creación se ha descontrolado y haga un Alt+F4 en
toda regla. Yo lo estoy deseando y parece que mi misma opinión la compartían un
porrón de señores y señoras medievales.
- Lo siento, señora, no tenemos ninguna mesa libre.
- Oiga, soy Herminia Pérez, y estoy aquí en la lista.
- Cariño, por favor, no montes otro numerito y deja trabajar a San Pedro.
- ¡Voy a valorar el Cielo con una estrella en Tripadvisor!
Aunque parece ser que revisiones historiográficas
posteriores han encontrado que a los cronistas del siglo XIX se les fue la mano
con eso de idealizar la psicosis del año mil (y no hubo tantos disturbios ni peregrinaciones
masivas a los Santos Lugares) sí que hubo movimiento. Personalmente guardo con
ilusión el recuerdo de la profesora de medieval contándonos, con visible
emoción, como la gente se tomó muy a pecho la llegada del primer milenio. Y qué
queréis que os diga, yo quiero creerme esa parte del debate historiográfico.
Y lo cierto es que, profecías cristianas aparte, era
como para creerse que el mundo se estaba acabando. En especial, en la Península
Ibérica, los musulmanes estaban conquistando y derrotando paulatinamente a los
reyes cristianos. Y no hay mejor forma de interpretar que el Mal está suelto
que los musulmanes (malos) derrotando a los ejércitos de la cristiandad
(buenos) alrededor de mil años después de la primera venida de Cristo.
Espera mi llegada con la primera luz del quinto día, al alba, mira al este.
Pero la cosa no acaba ahí. Si eras inglés tenías a los
vikingos incordiando. Si eras francés es probable que estuvieras en medio de
las luchas entre señores feudales. Si eras italiano tenías una plaga bien rica.
Por no hablar de manifestaciones universales como eclipses o cometas… hambres,
epidemias, herejías sea cual sea tu apocalipsis favorito, tenías para elegir. El
caso es que parece que llegaba el cambio de milenio y se vivían “tiempos
interesantes”.
Pero tampoco era algo exacto. No había un calendario
unificado para toda la cristiandad, y la cuenta de los años tampoco era exacta
del todo. En la Península Ibérica nos gustaba contar los años según el uso de
la “era hispánica”, que comenzaba en el año 38 a. C. porque había sido el año
de la pacificación de Hispania por Augusto. Dicho de otra forma, el 31 de diciembre
de 999 no hubo una psicosis mayor que en 17 de abril de 1005 o el 7 de agosto
de 997. La gente humilde sólo sabía que se les estaba agotando el tiempo y que
tarde o temprano el Fin del Mundo iba a comenzar. El milenarismo realmente
empezó mucho antes que el año mil, y siguió vigente durante GENERACIONES.
El remake que se hizo mil años después tampoco estuvo a la altura de la primera parte.
El caso es que todo ese miedo que se terminara el
tiempo hizo que la gente sintiera que a Dios le estaba sonando el despertador
allá arriba. Y la mejor manera de ganarse un pedacito de Cielo era aprovechar
la prórroga y hacer buenas acciones deprisa y corriendo. Más o menos como
cuando se aproxima la fecha de entrega de algún trabajo, y de repente se
apelotona todo a última hora, mientras esperas que sea suficiente y te acuerdas
de todas esas veces que dormiste siestas de tres horas porque la entrega aún
estaba lejana.
En el año mil eso se tradujo en una nueva ola de
fervor religioso y un regeneracionismo moral e intelectual por parte de la
propia Iglesia, que además empezó a edificar iglesias en el característico
estilo románico. Georges Duby cree que precisamente el año mil supuso el despertar
de la cultura, una puesta en valor de la escritura y de la confección de
documentos, por lo que la huella histórica del miedo del año mil es enorme.
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