domingo, 7 de marzo de 2021

El Día de Andalucía



Esta entrada tendría que haber sido publicada la semana pasada. Puedo hacer el chiste de “jaja, se publica tarde porque estaba echándome la siesta, andaluces vagos”, pero no lo haré. En realidad se publica tarde porque el martes un amigo andaluz se sintió tremendamente ofendido porque no había escrito nada al respecto. Así que la mejor forma de desagraviarle es escribiéndola, aunque sea una semana tarde. Porque la semana pasada estaba echándome la siesta y no pude escribirla.

El 28 de febrero se celebra el Día de Andalucía. Es ese día porque se conmemora el referéndum del proceso de autonomía de 1980, una tradición prácticamente nueva, si nos ponemos quisquillosos. Pero vale, los andaluces del 29 de febrero de 1980 (sí, era año bisiesto, lo he comprobado) no se quisieron molestar demasiado y dijeron “mira, yo no me voy a comer la cabeza buscando una fecha histórica que nos guste a todos, así que vamos a fijar lo que hicimos ayer como día histórico ¿votos en contra?”.

Los andaluces sobrevivirán un holocausto nuclear. Queda demostrado.

La celebración no está mal. Es poco inspirada, pero no está mal. Lo de ser festivo es algo básico en España, que nos gusta mucho la fiesta, y siempre se agradece. Pero no tendría que considerarse mérito reseñable ni característico de la festividad del Día de Andalucía, es el punto de inicio de cualquier celebración: si no hay fiesta, no se celebra nada.

Pasemos al siguiente punto: la gastronomía característica del Día de Andalucía. Según mis apuntes, información de primera mano facilitada por mi agente de campo, la comida típica que se come el Día de Andalucía es pan con un poco de aceite y azúcar. La pesadilla de los dietistas, el Halloween de los machacas de gimnasio.

Si lo recomienda Desmotivaciones, es garantía de ser cutre.

Todos hemos comido algo de chocolate metido en un trozo de pan para merendar, es completamente válido como merienda rápida. Pero si quieres dar solemnidad al día de tu comunidad autónoma, cúrrate un poco el plato típico. Que vale que un gazpachito no apetece para despedir febrero, pero algo mejor que “pan con aceite y azúcar” puedes hacer, Andalucía. Yo tengo fe en ti.

Pero las malas noticias no acaban aquí para ti, Andalucía. Tienes que demostrarme que DE VERDAD estás intentando impresionar al resto de comunidades autónomas. Tienes que seducirme, como seduce un pájaro a su pareja mediante una impresionante combinación de baile de cortejo y canto. Por si algún agente de la autoridad nos está leyendo, no hace falta que me sobornes con ofrendas, como se hace el reino animal. Porque es ilegal, y no queremos cometer ilegalidades ¿eh? (guiño-guiño, codazo-codazo).

Nada de ilegalidades, querido funcionario de Hacienda que está leyendo esto.

En cualquier caso, que lo de niños tocando la flauta en el patio del colegio no puede considerarse impresionante. Que no te estoy pidiendo que me organices una gala “Murcia que Hermosa Eres” pero presentada por Juan y Medio, pero tampoco te conformes con críos tocando horriblemente el himno de Andalucía en esas flautas cutres de plástico color hueso que todos hemos sufrido en nuestra etapa escolar. No es solemne, no es grandilocuente. De ser algo, es cutre.

Que es que, teniendo el 23F en la misma semana, el Día de Andalucía desluce un poco. Como si lo hubieran hecho sin ganas, deprisa y corriendo para tener la excusa de inventarse un día festivo. Por ejemplo, el Día de Aragón es el 23 de abril porque es San Jorge, una festividad que viene de la Edad Media, que encima coincide con el Día del Libro. No tenemos una comida especial para ese día, pero mejor eso a quedar como unos cocineros desganados.

No estoy diciendo que me lo superes, Andalucía, pero por lo menos intenta igualarlo.

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