Esta entrada tendría que haber sido publicada la semana pasada. Puedo hacer el chiste de “jaja, se publica tarde porque estaba echándome la siesta, andaluces vagos”, pero no lo haré. En realidad se publica tarde porque el martes un amigo andaluz se sintió tremendamente ofendido porque no había escrito nada al respecto. Así que la mejor forma de desagraviarle es escribiéndola, aunque sea una semana tarde. Porque la semana pasada estaba echándome la siesta y no pude escribirla.
El 28 de febrero
se celebra el Día de Andalucía. Es ese día porque se conmemora el referéndum del
proceso de autonomía de 1980, una tradición prácticamente nueva, si nos ponemos
quisquillosos. Pero vale, los andaluces del 29 de febrero de 1980 (sí, era año
bisiesto, lo he comprobado) no se quisieron molestar demasiado y dijeron “mira,
yo no me voy a comer la cabeza buscando una fecha histórica que nos guste a
todos, así que vamos a fijar lo que hicimos ayer como día histórico ¿votos en
contra?”.
La celebración no
está mal. Es poco inspirada, pero no está mal. Lo de ser festivo es algo básico
en España, que nos gusta mucho la fiesta, y siempre se agradece. Pero no
tendría que considerarse mérito reseñable ni característico de la festividad
del Día de Andalucía, es el punto de inicio de cualquier celebración: si no hay
fiesta, no se celebra nada.
Pasemos al siguiente
punto: la gastronomía característica del Día de Andalucía. Según mis apuntes,
información de primera mano facilitada por mi agente de campo, la comida típica
que se come el Día de Andalucía es pan con un poco de aceite y azúcar. La
pesadilla de los dietistas, el Halloween de los machacas de gimnasio.
Todos hemos
comido algo de chocolate metido en un trozo de pan para merendar, es completamente
válido como merienda rápida. Pero si quieres dar solemnidad al día de tu comunidad
autónoma, cúrrate un poco el plato típico. Que vale que un gazpachito no
apetece para despedir febrero, pero algo mejor que “pan con aceite y azúcar” puedes
hacer, Andalucía. Yo tengo fe en ti.
Pero las malas
noticias no acaban aquí para ti, Andalucía. Tienes que demostrarme que DE
VERDAD estás intentando impresionar al resto de comunidades autónomas. Tienes
que seducirme, como seduce un pájaro a su pareja mediante una impresionante
combinación de baile de cortejo y canto. Por si algún agente de la autoridad
nos está leyendo, no hace falta que me sobornes con ofrendas, como se hace el
reino animal. Porque es ilegal, y no queremos cometer ilegalidades ¿eh?
(guiño-guiño, codazo-codazo).
En cualquier caso,
que lo de niños tocando la flauta en el patio del colegio no puede considerarse
impresionante. Que no te estoy pidiendo que me organices una gala “Murcia que
Hermosa Eres” pero presentada por Juan y Medio, pero tampoco te conformes con
críos tocando horriblemente el himno de Andalucía en esas flautas cutres de plástico
color hueso que todos hemos sufrido en nuestra etapa escolar. No es solemne, no
es grandilocuente. De ser algo, es cutre.
Que es que,
teniendo el 23F en la misma semana, el Día de Andalucía desluce un poco. Como
si lo hubieran hecho sin ganas, deprisa y corriendo para tener la excusa de inventarse
un día festivo. Por ejemplo, el Día de Aragón es el 23 de abril porque es San
Jorge, una festividad que viene de la Edad Media, que encima coincide con el Día
del Libro. No tenemos una comida especial para ese día, pero mejor eso a quedar
como unos cocineros desganados.
No estoy diciendo
que me lo superes, Andalucía, pero por lo menos intenta igualarlo.
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