Después del
Sexenio Revolucionario y de una república fallida, sectores conservadores de la
población llegaron a la conclusión que eso de importar reyes del extranjero no
era la solución, que no había nada mejor que el producto nacional. Aunque ese
producto nacional hubiera venido de Francia hace un par de siglos. Porque la
croqueta también es francesa, en teoría, y bien que nos gusta a todos.
Y así comienza la
Restauración. Porque Isabel II estaba desterrada y tenía mala fama, pero su
hijo no tenía por qué arrastrar los pecadillos que había cometido la madre.
Que, si hacemos caso a las malas lenguas, esos pecadillos eran, básicamente,
lujuria a todas horas con cualquier cosa que le recordara vagamente a un pene.
El caso es que el
joven Alfonso XII se había criado en el exilio, lejos de las influencias
cazurras que tanto caracterizan a España. Esa especie de “experiencia Erasmus
del siglo XIX” lo había puesto en contacto con otras ideas y alternativas
políticas, justo lo contrario que había caracterizado a su abuelo Fernando VII.
Así que el 1 de
diciembre de 1874, Alfonso XII escribe el Manifiesto de Sandhurst, que
básicamente es un texto que puede resumirse en:
Hola, soy un rey moderno que tengo muchos planes para el
país. Experiencia en reinar tengo poca, no os voy a engañar, pero tengo
mentalidad de tiburón y estoy deseoso de hacer cosas. Ah, también se respetar
una Constitución. Creía importante insistir en esto después de otras
experiencias que habéis tenido con otros monarcas.
Un beso.
Spoiler: le darían el trabajo y su experiencia laboral como Rey de España sería de 11 años. Y parece ser que cumplió su promesa, intentando demostrar que la monarquía no era tan mala, que se podía confiar en ella otra vez. Cosa que no llegó a comprender demasiado bien su hijo y sucesor.
¿Era Alfonso el decimosegundo
un buen rey? Bueno, digamos que, para lo que vino después, robaba poco. Y
respecto a lo que habíamos tenido antes, solo tenía un par de hijos ilegítimos,
así que tampoco destacaba por su follisqueo. Ni demasiado escandaloso ni
demasiado ladrón, algo discreto en polémicas para ser un rey: no se le conoce
haber tenido cuentas en paraísos fiscales ni llevarse a amantes extranjeras a
esquiar en Baqueira (ni haber disparado a ningún hermano elefante).
De hecho, Alfonso XII se dedicó a hacer cosas para caerle bien al populacho. Aparte de casarse con su prima, durante su reinado se acabaron las insurrecciones carlistas, cosa que se agradece a no ser que fueras vasco o navarro. También sobrevivió a dos atentados, que eso siempre da caché a cualquier reinado (lo siento mucho, Archiduque Francisco Fernando de Austria, pero las cosas como son).
- Todo es una plandemia, te lo digo yo. Un ibuprofeno, y a casa a disfrutar.
Y ahora viene el párrafo que justifica el titulo clickbaitero para mi sector predilecto: la gente que se quiere sacar la selectividad sin esforzarse demasiado y cree todo lo que le dice un tío desconocido por internet, por mucho que insista que es historiador y no aporte pruebas reales de ello.
Así como Juancar
I le daba por esquivar la vigilancia para irse de safari de caza o de safari de
follisque, Alfonso XII se caracterizaba por esquivar la vigilancia para irse a
besar niños, hacer acto de presencia en lugares donde había habido una tragedia
o visitar enfermos. Que, esto último, en una época en la que las vacunas no
estaban tan avanzadas y la penicilina ni existía, era deporte de riesgo.
Pero fue visto como un rey campechano que se preocupaba por sus súbditos. Pero, después de haberse caracterizado por visitar enfermos, a Alfonso XII le dio por morir de tuberculosis, una moda que pegaba muy fuerte en aquella época junto con morir de tifus. Oh, letal ironía.
Ni sus poderosas patillas pudieron salvarlo de las letales cargas víricas.
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