domingo, 14 de febrero de 2021

Especial San Valentín: goliardos y barraganas

 



En contra de lo que esos estirados idiotas de la Edad Moderna nos han hecho creer, la Edad Media molaba. Por ejemplo, tenías libros escritos por religiosos en los que te instruían a la vez que te contaban de forma velada sus andanzas follarinas. ¿Os imagináis eso ahora? Hoy en día, lo más cerca que hemos estado de algo parecido al Libro del Buen Amor fue cuando al Papa Francisco le dio like en Instagram a una foto de un tremendo culo.

Pero ¿cómo un religioso puede dar consejos de amor? Amigos míos, ninguno pensabais que ibais a pasar San Valentín leyendo acerca de cómo en la Edad Media (y especialmente en el ambiente multicultural de la España medieval) los religiosos se pasaban por el arco del triunfo eso del voto de castidad. Bienvenidos al mundo de los goliardos y las barraganas.

Porque resulta que, en la Edad Media, cuanto más alejado del epicentro del poder vivías, más libertades tenías. Puede que ahora choque eso de que en un pueblo perdido de la mano de Dios tuvieras más libertad que en una ciudad, pero tiene sentido: en la ciudad todo el mundo se enteraba de todo, y cuanto más lejos vivieras de quien te pudiera echar la bronca, más posibilidades había de que tu conducta inmoral se diluyera por el camino.

Parecen muy amigos [sonrisa pícara].

Por eso existían las barraganas, que básicamente eran mujeres que vivían con los clérigos, normalmente presentadas como “amigas” o “amas de llaves”, pero que ya sabemos lo que ocurría (guiño-guiño). Oficialmente sólo estaban ahí para ayudar al religioso en los asuntos cotidianos y que se pudiera centrar en los asuntos espirituales, pero había un acuerdo tácito en obviar que probablemente dicho religioso también le estuviera dando al mete-saca.

El hecho de que hubiera una legislación que protegiera los derechos de las barraganas hacía que, aunque fueran “matrimonios de calidad inferior”, tuvieran derechos que las protegieran. Eso sí, estaba peor visto que un hombre casado tuviera una segunda mujer que el hecho de que un hombre soltero se arrejuntara con una mujer soltera mediante un contrato de barraganía. Porque a nadie le gustan los avariciosos que se quedan con más mujeres de las que deberían. Esa gente jode el justo reparto estadístico.

Por otra parte, los goliardos, sí.

 Hugo de Orleans, Gualterio de Chatillón y Pedro de Blois, los tres máximos exponentes de la literatura goliardesca.

¿Sabéis el típico gato que, después de estar domesticado, le ha dado la pájara y retorna a sus instintos primitivos y salvajes? Pues ahora imagina un monje medieval al que le ha dado la pájara y retorna a sus instintos primitivos y salvajes. Un goliardo es un monje/vagabundo/estafador/pandillero/antisistema. Y si tenéis algún problema con esa definición, las quejas podéis remitirlas a Jacques Le Goff.

Si tuviera más rigor, no me atrevería a hacer comparaciones sin fundamento, pero para que me entendáis: un goliardo es un ronin que viste hábitos monacales y tiene fijación por los chistes sexuales. Un tuno medieval de Erasmus que quiere darse al vicio y al fornicio, y canta canciones sobre lo genial que sería que alguien le pagara el alcohol para el botellón. Un punki tonsurado que quiere acabar con la sociedad y se dedica a pedirte “unas monedas” para ayudar “a la causa” (entendiendo como “la causa” el acabar con su involuntario voto de pobreza).

"Una vieja y un viejo van p'Albacete..."

Normalmente se acepta que eran monjes expulsados de sus respectivas órdenes por sus conductas impropias de un monje. Y ya que han sido expulsados de las ordenes monásticas, se dedican a hacer todo lo contrario de lo que se espera de un monje, llevando a la práctica la expresión “para lo que me queda en el convento, me cago dentro”.

Apuesto a que no pensabais que hoy ibais a aprender cosas sobre matrimonios medievales entre solteros legalmente constituidos, ni sobre monjes antisistema que se rebelaban contra todo el orden establecido cantando cancioncillas picantes. Pero aquí estamos. Tú y yo.

Es la magia del 14 de febrero. Es la magia de San Valentín.

No hay comentarios:

Publicar un comentario