La entrada anterior no estuvo ni veinticuatro horas
hasta que me llegó un comentario bastante airado acusándome de no tener ni puta
idea, que mejor hablara de toros. Esos aires de superioridad y ese gusto por
faltar me chocaron muchísimo, más cuando Anónimo había comentado ya varias
veces con mensajes muy positivos.
Pero, querido Anónimo, ya comentabas en los inicios
del blog, y debo corresponder a esa lealtad. Hablemos de toros.
[Se pone una bata blanca] La vaca, en el caso de la
hembra, o toro, en el caso del macho (Bos
primigenius taurus), [comienza su conferencia ante una aula magna repleta] es
un mamífero artiodáctilo de la familia de los bóvidos [pasa a la siguiente
diapositiva]. El nombre científico es el que se le asignó al animal vacunonota doméstico
europeo y norasiático, un conjunto de bóvidos domésticos descendientes de la
subespecie de uro salvaje euroasiático conocida como Bos primigenius primigenius [se gira para anotar algo en una
pizarra llena de fórmulas matemáticas] mientras que se denomina Bos primigenius indicus a los cebúes y
otras razas bovinas domésticas provenientes del mismo tronco, y descendientes
de la subespecie de uro salvaje del Sudeste Asiático, denominado Bos primigenius namadicus [mira por un
microscopio y seguidamente asiente con solemnidad]. Se trata de un mamífero
rumiante grande y de cuerpo robusto, con unos 120-150 cm de altura y 600-800 kg
de peso medio [recibe el premio Nobel de Torología].
Hace miles de años que se pintó este toro, y aun así tiene mejor técnica que cualquiera que pueda dibujar yo.
El género bovino empieza su andanza paralela al ser
humano en el Paleolítico. Todos conocemos las representaciones de bisontes y
uros en pinturas rupestres como la de Lascaux o Altamira. Que vale que Lascaux
puede que no te suene, pero si eres español (el 90% de mi público ve “A todo
gas”) tiene delito que no conozcas Altamira.
Después, en el Neolítico, llega la edad de oro del
torete. La domesticación de los bovinos en el Próximo Oriente abrió todo un
mundo nuevo de posibilidades porque eran, básicamente, chuletones a los que
podías poner a tirar de un carro. Por no hablar de obtener cuero y, en el caso
de las vacas, leche. Si es que hasta su mierda podía ser usada como abono para
los cultivos. Era todo rico, todo bueno.
En Çatal Höyük se hacían sus propios funkos de toro con arcilla y restos de cuernos.
Tradicionalmente el toro ha sido utilizado para las
labores del campo mientras que la vaca ha sido empleada para obtener leche.
Cuando la vida útil de ambos se acababa, se les daba matarile y la familia
comía carne durante una temporada. Por lo menos hasta que la revolución
industrial trajo las herramientas a vapor y la tracción animal dejó de tener
protagonismo.
Pero, aparte de los usos obvios, existen una
barbaridad de usos simbólicos del toro. No, el de ser la imagen de Españita no
es uno de ellos, yo me estoy refiriendo a simbolismos más “elevados” que ser
puesto en todos los souvenirs baratos y el merchandising cutre cuya máxima
aspiración es la de ser vendido a guiris borrachos con el criterio estético
bastante mermado.
Así, por ejemplo, en la mitología clásica tenemos el
ejemplo de Zeus, que es una especie de Juan Carlos I que en vez de salir con
casco de moto se transforma en toro blanco para seducir muchachuelas. Además,
uno de los doce trabajos impuestos por a Hércules era capturar al terrible Toro
de Creta, isla que ya tenía un minotauro. Que por cierto, por lo que podemos
deducir de las pinturas que se han conservado, a las gentes de Creta les
gustaba bastante saltar toros en una especie de encierro de verbena de pueblo.
Y si eres de los que piensan que el paganismo en el
que fundamentan los pilares de Occidente no es suficiente, también tengo una
dosis de cristianismo y bóvidos. El buey es el símbolo de san Lucas, uno de los
cuatro autores de los Evangelios del Nuevo Testamento, el mismo animal que
aparece en las representaciones del Portal de Belén, calentando al Niño Jesús
con su aliento. Que es Belén, pero sigue siendo un 24 de diciembre y hace
fresco en todas partes.
Si el comentario anónimo quería que hablara de “los toros”,
tengo malas noticias. Las corridas de toros comienzan a celebrarse en la Península
Ibérica alrededor del siglo XII. Y, desde luego, aún faltaban muchos siglos
para que los bóvidos tuvieran el momento cumbre de la cultura española:
protagonizar “La Vaquilla”, de Berlanga.
Ha sido muy interesante tu explicación sobre la cantidad de personajes históricos furros que ha habido. Sigue así.
ResponderEliminarPerdona si fui un poco borde la semana pasada, a veces creo que soy un poco bipolar jeje
¿Los pueblos paleoliticos? Furries
Eliminar¿Las civilizaciones del Próximo Oriente Antiguo? Furries
¿La Grecia Clásica? Furries
¿El paleocristianismo? Oh, no quieras que empiece a hablar del paleocristianismo...
Espera, ¿me estás diciendo que conoces la procedencia de los que comentamos anónimamente? ¿Son las cookies que nos regalas una trampa? *se pone el gorrito de papel de plata*
ResponderEliminarPD: llámame millenial o reaccionario, me da igual, pero está muy feo que no haya ninguna mención a Grand Prix
A ver, que no cunda el pánico. Todos los anónimos somos la misma persona. O lo que es lo mismo, Anónimo solo soy yo. ¿Significa esto que me estoy contestando a mí mismo? Sí. Y estoy muy de acuerdo conmigo mismo con que es denunciable que no se mencione Grand Prix.
EliminarPara el bloque de hooligans del Grand Prix: No se ha mencionado porque aun no hemos entrado en el verano, y en la Constitución queda recogido que no puede hablarse del Grand Prix hasta que no comienza dicha estación. Es lo que salvaguarda al programa de ser, y cito textualmente, "refrescante".
ResponderEliminar