domingo, 5 de abril de 2020

Oye, ¿Por qué sigue siendo mi primera cuarentena?



¿Os acordáis de cuando para estas fechas había una cosa que se llamaba “Vacaciones de Semana Santa”? ¿Os acordáis de lo inocentes que éramos y esperanzados que estábamos? No sacar a los santos porque llueve ahora parece un capricho infantil, una excusa barata para no salir de casa porque te da pereza ir de procesión. Quiero decir, lo peor que te puede pasar si llueve es que te mojes, pero con el coronavirus por las calles a lo peor la palmas. Y morir es bastante peor que mojarse, por lo menos en mi escala de valores.

El confinamiento va genial. Sigo saliendo a la terraza, pero ya no tengo que gritar a nadie porque se han debido de dar cuenta que va para largo, y se han cansado hasta ellos mismos de escuchar las mismas canciones en bucle todo el rato. Eso sí, el “Resistiré” de las 20:00 es puntual, como siempre.

Volviendo de comprar cuatro cosas en el Mercadona.
Quiero dar las gracias a todas esas personas que saben en la hora que viven, porque son ellas las que cada tarde me avisan de que pronto será hora de cenar, que deje de escribir en el ordenador y que comience a abrir, no sé, el Age of Empires, por ejemplo. Que me estire un poco, ande por el pasillo para desentumecer las piernas y me vuelva a sentar, esta vez a pintar un poco.

Ese es mi día a día. Lamentablemente (o afortunadamente) no ha habido ninguna otra reacción alérgica que me amenizara y alarmara a partes iguales. Hasta mi gato huye de mi cuando me ve, porque lo estoy acariciando tanto que tiene miedo a que le acabe desgastando el lomo o algo así. El cabrón solo se acuerda de mi cuando tiene hambre. Pero yo le quiero igual, aunque no sea un perro y no pueda salir a pasear a la calle con él.

Pero, pese a todo, me mantengo optimista con la segunda prórroga del confinamiento que se ha decretado. Esto es como un partido de fútbol, que estoy deseando que lleguen los penaltis. No se absolutamente nada de fútbol, pero me apetecía hacer una analogía futbolística porque así salgo de mi zona de confort y me descubro a mí mismo. Y creo que la he hecho bien ¿no?

Analogías futbolísticas, el viaje a la India de mi confinamiento.

Cada vez que oigo un ruido en la calle me asomo esperanzado a la ventana, pero aun no se ha desatado el caos en las calles. Confirmadme que por vuestras ciudades tampoco se hay barricadas en llamas y grupos de gente vestida con chupas de cuero ha asumido el monopolio estatal de la violencia, por favor. Es para ilusionarme o seguir como estoy, que ya se sabe que estas movidas llegan más despacio a las ciudades de provincias.

El caso es que, sin caos en las calles ni nada, parece que estoy haciendo una bonita referencia a “La ventana indiscreta”. Y viviendo en un pueblecito bastante sencillo, es más posible que esté quedando como un cotilla que espía detrás de la cortina que un connoisseur del cine de Hitchcock haciendo un sincero homenaje.

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