La semana pasada os hablaba de como los
alemanes habían inventado los juegos de miniaturas modernos para echar unas
batallas con figuritas, cosa que no debería sorprender a nadie porque Alemania
ha tenido insignes frikis
infiltrados en las altas esferas. Mientras todo el mundo está pendiente del E3, esta semana voy a seguir con el hilo
conductor y os voy a contar qué pasó en 1874, en la Universidad de Oxford. Os voy a hablar de juegos analógico porque me gusta ser tan alternativo y contracorriente.
La historia empieza con Herbert George Wells, que mucha
gente conocerá como “H. G. Wells”, el autor de obras como, así a bote pronto,
La Guerra de los Mundos. Como buen frikazo que era, su etapa en la universidad
le permitió entrar en contacto con los juegos de miniaturas. Pese a que en esa
época aun no era famoso y su economía no era mejor, pudo jugar con miniaturas.
Después de todo, Games Workshop y sus precios aun no existían en Inglaterra.
Wells aprovechando que es un adulto independiente para liarla parda en su salón con muñequitos.
El caso es que Wells, a parte de sus libros famosos,
también escribió en 1911 un reglamento para que los niños jugaran con miniaturas
que tituló “Floor Games”. Le siguió, dos años después, otro libro de idéntica
temática llamado “Little Wars”. En perspectiva, quizá fue un error poner ese
título a un libro que salió un año antes de que estallara la Gran Guerra, pero
no voy a dejar en mal lugar a H. G. Wells, así que diré que toda la Primera
Guerra Mundial fue un intrincado sistema de promoción de su libro.
Después de los horrores de la Primera Guerra Mundial es
comprensible que nadie quisiera ponerse a comandar figuritas y librar batallas.
No me explico por qué, pero quizá es porque la gente era muy débil en aquella
época o quizá porque las experiencias de las trincheras habían dejado
cicatrices demasiado grandes como para jugar frívolamente a matar muñequitos
cuando una batería de artillería había arrasado con cualquier persona (y a
aquel perro que tenía el batallón) con
la que tenías un vínculo humano en un kilómetro a la redonda.
Pero la Segunda Guerra Mundial llegó, y con ella la
necesidad de planificar mejores batallas y más muertes. El Día-D y Market
Garden se planificaron con enormes mesas que reproducían con detalle la geografía
del terreno. Porque no es lo mismo planificar con los oficiales una operación
militar leyéndoles fajos de papeles que disfrutar de metros y metros de
maquetas a escala por las que mover los muñequitos para explicarle qué y cómo
debían cumplir su misión.
Hitler comprobando la línea de visión de su escuadra de Volksgrenadiers armados con MP44 en cobertura pesada.
Y después de la Segunda Guerra Mundial llegó la prosperidad económica,
el consumismo capitalista tan característico de Occidente y, con él, las
maquetas de Airfix. Concretamente en 1959 aparecen los primeros soldados a
escala HO/OO. A Ambos lados del Atlantico dos personas que no se conocían en
absoluto redactaron reglas para batallar con soldaditos: Joseph Morschauser en
Estados Unidos con “War Games in miniature” y Donald Featherstone en Gran Bretaña
con “War games”.
Como podéis ver, poniendo títulos no eran demasiado
originales. Pero eso era porque toda esta gente no eran más que apasionados de
la Historia que querían jugar con muñequitos y recrear sus batallas favoritas.
Por eso surgió en 1965 la Society of Ancients, que básicamente eran un grupo de
obsesos de la Antigüedad (que casualmente es la asociación más… antigua que de
miniaturas que existe).
La década de los 60 estuvo monopolizada por las
ambientaciones históricas, pero es porque LA ambientación fantástica por antonomasia
aun no había despegado. El Señor de los Anillos fue publicado originalmente en
1954, pero había ido cogiendo fama hasta tal punto que en 1966 se publicó una
versión ampliada con apéndices y mapas. En ese momento la gente se dio cuenta
que no hacía falta jugar con legionarios romanos y que podían jugar en
ambientaciones inventadas.
No, esta Society of Ancients NO.
Y es que era demasiado tentador sobrevolar a esos molestos
arqueros con un buen dragón o parar una carga de caballería con un mago bien
plantado. Gary Gygax fue uno de esos pioneros en incorporar elementos de
fantasía a las batallas, plantando la simiente de los juegos de rol. Y, ya que
estamos incorporando elementos fantásticos, ¿por qué no incorporarnos a
nosotros mismos como poderosos guerreros? Respondiendo a esta pregunta comenzó la
producción de miniaturas para juegos de rol, dando otro peligroso paso hacia
las fursonas.
Con los años 70 y 80 llega la edad de oro de la miniatura,
sobre todo en Gran Bretaña, que parece que tomaron el relevo a los alemanes en
lo que a ímpetu conquistador de mesas de juego se refiere. Citadel, creó
Warhammer en 1983 y a lo largo de estos (casi) cuarenta años se ha coronado
como el rey de las miniaturas al que todas empresas quieren imitar. Fantasy
Flight Games, Privateer Press y Warlord Games le quieren comer la tostada en la
edad de plata que nos ha traído la invención de las impresoras 3D.
Pero eso es el presente, y a los historiadores el presente
nos importa bastante poco. Si queréis saber más sobre vuestro presente, preguntad a un periodista, no a un historiador.
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