¿Os acordáis cuando no tenía ni idea de cómo abordar mi blog
y hablada de todo un poco? Sinceramente, espero que no. Cuando esto era un blog
personal, de mi día a día, alguna vez hablé de miniaturas porque pintar
miniaturas es una de mis aficiones. Aunque, para ser honrados, debería admitir
que soy más partidario de montar, pintar y acumular que de jugar (para
desesperación de mis amigos que juegan).
Los juegos de miniaturas han existido desde la Antigüedad. El
juego chino go o el ajedrez son ambos una muestra de esos primeros juegos de
miniaturas que tenían representaciones simbólicas y reglas abstractas… que,
bueno, si tienes nociones básicas de ajedrez ya sabrás a lo que me refiero
porque a nadie le resulta extraño que una torre se mueva en línea recta.
Tal y como los conocemos hoy en día, con miniaturas que
representan y tienen reglas acorde a lo que son, surgen en el [suspiro] siglo
XIX y a nadie le sorprenderá saber que fue en Alemania. El país ese que ama la
guerra y que inició dos Guerras Mundiales*. Sí, ese. Menuda sorpresa ¿verdad?
Cuidado, es el Señor Games Workshop. Disimulad un poco para que nos meta una demanda.
Pero antes de la unificación Alemania no existía, había un montón de estados independientes, uno de esos estados era Prusia. Un estado militar y orgulloso famoso por, bueno, su militarismo y orgullo. Era 1811 y el barón Von Reisswitz inventa una cosa que llamó “Kriegsspiel” que traducido al español es “juego de guerra”, literalmente, porque los alemanes no son conocidos por su inmensa imaginación precisamente.
Inicialmente el Kriegsspiel fue diseñado como un juego, pero
Prusia le vio potencial y acabó siendo una herramienta para entrenar a
oficiales en tiempos de paz. Una forma de que los mandamases cerraran los
libros de teoría y pasaran a la acción sin que hubiera que declarar una guerra
ni empezar a matar gente para llenar la barra de experiencia y tener unos oficiales
nivel 50 con armas mágicas.
Kriegsspiel, el juego donde hasta el más manco puede pintar las miniaturas.
El Kriegsspiel tenía unas reglas complejas, bastante
complejas. El hecho de que el título del reglamento fuera “Instrucciones para
la representación de maniobras tácticas bajo el disfraz de un juego de guerra”
ya nos pone un poco sobre aviso de lo que se traían los prusianos entre manos.
No querían pedir unas pizzas y echar pachangas de fin de semana entre colegas,
precisamente.
El tablero era una cuadricula pero podía haber representados
caminos, montañas, ríos y cualquier cosa que te pudieras encontrar en un campo
de batalla, que los jugadores podían usar en su favor. Jugadores, en plural,
que podía haber hasta 10 jugadores a la vez moviendo figuritas por el campo de
batalla. Y, sin bromas, un árbitro que vigilara que nadie hacía trampas.
Mis marines impactan a 3+ ¿cuál es tu salvación por armadura?
La figura del árbitro era fundamental. Era una mezcla entre
máster de rol, árbitro de futbol y madre enfadada. Y no es para menos, las
batallas de Kriegsspiel eran lentas como un desfile de cojos, y podían superar
el tiempo real de una batalla. Y eso, cualquiera que haya jugado a Warhammer,
sabe lo mucho que jode esperar a que tu contrincante mueva cuando tarda una
ETERNIDAD en decidirse.
Las órdenes se tenían que comunicar al árbitro, que era
quien te movía las figuritas, aunque podía considerar que las unidades estaban demasiado
lejanas y que las ordenes no podían llegar. También podía putearte más
aplicando modificadores a las tiradas de dados según el contexto. Así que había
momentos en los que rentaba sobornar al árbitro.
La cosa es que, en contra de lo que puede parecer, el
Kriegsspiel se hizo tan popular que se convirtió en pasatiempo. Y eso lo
sabemos porque en 1874, en la Universidad de Oxford, se creó el primer club de
wargames de la Historia. Porque, como podéis comprobar, los frikis y la vida
universitaria han ido siempre muy de la mano.
*Y perdió otras dos Guerras Mundiales.
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