Ha habido una polémica bastante grande y jugosa respecto al
nuevo Battlefield. Y, aunque ya escribí sobre su anterior
entrega, me voy a meter en un buen jardín.
Empecemos por lo básico: La guerra es cosa de hombres. El
siglo XX es, en líneas generales, cosa de hombres. La presencia de la mujer en
el frente de batalla es irregular y, aunque existen mujeres que han luchado codo
con codo con hombres, son excepciones puntuales y no deberían constituir la
norma. El lugar de la mujer en la Segunda Guerra Mundial fue en el “frente
doméstico”, en la retaguardia, y no por ello es menos importante.
Sí, hay excepciones. Sobre todo se dan en la Unión Soviética
y en los movimientos de partisanos. El caso de la Unión Soviética se debe a la
concepción revolucionaria del igualitarismo (ahí están ejemplos como las “Brujas
de la Noche” o la francotiradora Lyudmila Pavlichenko). Durante la Revolución de Febrero ya se habían formado un puñado de batallones exclusivamente femeninos como recurso propagandístico para levantar la moral de los soldados rusos que luchaban en la Primera Guerra Mundial. En el caso de los partisanos, es debido a que el frente doméstico y el frente
real quedan mezclados debido a una ocupación extranjera, como en el ejemplo de
Francia tras la capitulación. El problema es que esas historias quedan
discriminadas por la óptica hollywoodiense de nuestro mundo globalizado.