La guerra es una pasada, y mola mogollón. Coger tu fusil, meterte en una trinchera y disparar a todo lo que se mueva hacia ti es un subidón de adrenalina y una sensación maravillosa. La batalla es el crisol en el que se forjan las personalidades y de la que surgen las grandes personas. Dijo nadie nunca.
Y esa visión romantizada de la guerra la tenemos todos.
Los videojuegos son el culpable más evidente al que
incriminar. Son un elemento cultural que se consume ampliamente, y que es muy
fácil de convertir en la cabeza de turco. Los videojuegos más populares son de
disparos, competitivos, en los que solo puede haber un ganador y que refuerzan
continuamente tu puntería con estímulos.