domingo, 6 de marzo de 2022

Los íberos, esos tunantes

 


Voy a hablar de otra cosa que no se Ucrania ¿vale?

Antes de que llegaran los romanos, había unos pueblos que habitaban la Península Ibérica. Nuestra querida Españita. La porción de terreno que no es Portugal. Realmente eran una serie de enclaves que más o menos compartían una cultura común. O unas culturas, porque la cosa no estaba unificada. Y, además, les gustaba hacerse la guerra entre ellos.

Por la zona del Pirineo Atlántico teníamos una fuerte influencia celta porque, bueno, estaban los celtas cerca. Se extendían hacia el sur por lo que viene a ser hoy en día Castilla, que en su tiempo era NoCastilla porque aún no se habían edificado sus característicos castillos.

Arqueólogo excavando unos estratos ibéricos.
En la zona del Mediterráneo estaba la zona propiamente íbera, que eran los habitantes tradicionales, con sus costumbres de toda la vida, desde el Neolítico. ¿Cómo llegaron esos muchachos a la Península Ibérica? Bueno, normalmente se piensa que pudieron llegar desde Francia o Italia, y que desarrollaron su propia cultura de playita y terracita, al calor del mar.

Que, por cierto, en aquel entonces la costa Mediterránea no estaba invadida de ingleses y alemanes, estaba repleta de puertos mercantes cartagineses del norte de África, un puñado de asentamientos de comerciantes fenicios de la zona sirio-palestina y alguna colonia griega por ahí despistada, de la zona de Grecia, de toda la vida. De hecho, la introducción de otras culturas en la costa fue relativamente pacífica porque traían elementos de lujo. Y a todo el mundo le gusta el lujo, especialmente a las élites.

Los celtas eran conocidos por la calidad de su tabaco, que liaban en largos cigarrillos.

Pero la zona entre la cultura celta y la cultura ibérica había una tierra de nadie, un chaqueterismo enternecedor que recogía lo que le interesaba de una cultura y recogía lo que le interesaba de la otra. Una mezcolanza que se denominó “celtibérico” porque, bueno, podía ser cualquier cosa. No eran celtas, no eran iberos, pero es que en España siempre hemos sido así, de coger las modas y creérnoslas.

Los íberos eran una sociedad jerarquizada y militarista. De hecho, el pináculo de la sociedad ibera era el guerrero, con su característica espada falcata. Luego ya estaban los artesanos y, ya si eso, los demás. Las sacerdotisas también eran importantes para la sociedad, y llevaban ricos adornos que ponían de manifiesto su relevancia. Podríamos decir que a lo íberos les molaban dos cosas: la guerra y la religión.

Íberos, buenos como guerreros y sacerdotisas, pero MESTROS del cosplay de baratillo.

Respecto a la religión, precisamente, tenían animales sagrados “muy de aquí”. El lince estaba relacionado con el mundo de los muertos, el toro era fuerza y hombría, y los buitres eran los “mensajeros” que transportaban las almas al más allá. Solían incinerar a sus muertos y enterrar sus cenizas en urnas o cajas. Que, como todo, si eras rico tenías mejores enterramientos que si eras pobre, que lo de que la muerte nos iguala a todos es una patraña.

Pero todo esto me lo podría haber inventado muy fuertemente. Porque resulta que vinieron los romanos y los latinizaron a todos. Todo lo que nos queda son interpretaciones culturales de restos arqueológicos, hipótesis y textos fragmentados. Pero una cosa está clara, los íberos guerreaban duro pero, al final las modas lo joden todo.

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