lunes, 5 de junio de 2017

La Nueve



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Hubo un tiempo en el que los niños jugaban en las calles despreocupados, los ancianos salían de sus casas sin cerrar la puerta, la fruta era mucho más sabrosa y los prados eran mucho más verdes. Os estoy hablando de la Segunda Guerra Mundial.

Vale, puede que la tenga un poco idealizada y que no fuera realmente así. Nunca lo sabremos.
Después de la Guerra Civil, Francia tenía numerosos españoles hacinados en campos de refugiados. El trato no era el mejor (el servicio de habitaciones dejaba mucho que desear) y las letrinas no eran lo que se dice “cinco estrellas”, pero oye, por lo menos no te deportaban a países fascistas. Por ahora.

En el momento en el que la Línea Maginot se vio que no servía para nada, los franceses se hicieron caca encima. Se crea la Francia de Vichy y todas esas movidas francesas fascistas y la Francia Libre descubre que no puede luchar solamente con la población de las colonias. Más que nada porque estamos en los años 40 y se empieza dando fusiles a los negros y se les termina dando la ciudadanía completa.

Cuando por fin vi una foto del semioruga "España Cañi", me decepcionó bastante  por su carencia de sevillanas y toreros pintados en el chasis.

Sin embargo, los españoles de los campos de refugiados eran del tono de piel correcto y no tenían nada que perder. Carne de cañón perfecta. La Francia de Vichy dio a los españoles la capacidad de elección: podían elegir entre trabajos forzados en la Francia Metropolitana, unirse a la Legión Extranjera o ser deportados voluntariamente a España.

“Espera” – te estarás diciendo – “¿Cómo es que la Francia de Vichy deja marchar a los españoles a la Legión Extranjera? Si las colonias estaban en manos de la Francia Libre ¿no?”. Bueno, no es TAN fácil. Había unas colonias que sí y había otras colonias (la zona de Argelia, principalmente) que estaban en manos de la Francia Mala. Y obviamente allí es donde descargaron a los españoles.

Pero en 1942 los Aliados entran en escena, se da un golpe de mano a los planes del Eje en el Norte de África y, para simplificar, diremos que las unidades españolas desertan y se unen a las filas Aliadas. No os quiero enredar con geopolítica colonial, así que simplemente os diré que los republicanos españoles pasaron a luchar bajo las órdenes del General Leclerc con mucho gusto, formando lo que pasaría a llamarse coloquialmente “La Nueve”.

¿Notáis la ironía? ¿LA NOTÁIS FUERTE?

Francia les dotó de armamento que les habían dado los americanos (ya sabéis: tanques Sherman, semiorugas M3, jeeps… todas esas cosas que aparecen en las películas americanas de la Segunda Guerra Mundial). Como premio, se les dejó lucir la bandera republicana en uniformes y blindados y poner nombres a los vehículos, que pasaron atener nombres como “Madrid”, “Guernica”, “Guadalajara”, “Teruel”, “España cañi” o “Ebro”. Nombres totalmente franceses, desde luego.

El caso es que tenemos a soldados españoles, armados por americanos luchando por los franceses. La Nueve entró en Europa a través de Inglaterra, pisando Francia un mes después del famoso Día-D. Los Aliados se sorprendieron de la experiencia bélica de la división de españoles, pero es que muchos de ellos eran veteranos de la Guerra Civil, militantes del POUM, anarquistas o socialistas.

Pero el papel fundamental de La Nueve vino apenas dos semanas después de haber desembarcado: el 20 de agosto entrarían en el Paris ocupado por los nazis. Como unidad de reconocimiento, los españoles entraron en la ciudad al anochecer y llegaron hasta el Ayuntamiento. Los parisinos que salieron a recibirlos se dieron cuenta que sus libertadores hablaban español. Yo pagaría por viajar en el tiempo solamente para ver sus caras.

Para evitar movidas gordas con los molinos de viento holandeses, la tripulación del Don Quijote  fue destinada al Frente de Alsacia.

La Nueve aún pudo tomar edificios clave como la Cámara de los Diputados, la Plaza de la Concordia o la Comandancia Alemana (ubicada en el  Hôtel Majestic) antes de que las fuerzas de ocupación se rindieran. Este movimiento privó a los americanos de entrar triunfantes en París, como Eisenhower quería.

El 26 de agosto las tropas de liberación desfilaron triunfantes por los Campos Elíseos. La escolta del general Charles de Gaulle fueron los españoles de La Nueve, que ondearon la bandera republicana (e hicieron que el consulado franquista agarrara una pataleta). Pero la guerra continuaba y los soldados con veteranía escaseaban. La campaña europea continuó y La Nueve participó en la toma de varias ciudades importantes, como Estrasburgo. Las peripecias de estos españoles apátridas acabó en la mismísima residencia de verano de Hitler en Berchtesgaden en mayo del 45.

El final de la guerra llegó amargo para los españoles, que esperaban que el siguiente país liberado del fascismo fuese España. Su aportación a la Segunda Guerra Mundial quedaría sepultada por el chovinismo de la historiografía francesa y hasta principios de los 2000 apenas se tuvo en cuenta su aportación en la liberación de Francia.

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