[Entra por la puerta con una maleta, bermudas conjuntadas
con chancletas, camisa con estampados florales y gafas de sol]
-
¡Hola a todos!
No me he ido a ningún
sitio de vacaciones. Verano de aire acondicionado, de ir en calzoncillos por
casa y de tener el congelador a reventar de diferentes helados. Siento
decepcionaros, pero mi vida no tiene el glamour que se pueda presuponer. La
parte buena es que he podido disfrutar del urbanismo cutre de Zaragoza.
Zaragoza tiene la suerte de no ser Barcelona (por lo cual
respiro aliviado), pero tampoco es la ciudad perfecta. Parece ser que Zaragoza
lleva siendo habitada desde hace la tira de tiempo, y que a finales de la Edad
del Bronce ya debía haber gente disfrutando del cierzo a las orillas del Ebro,
pero poblamiento urbano propiamente dicho no hubo hasta que Plinio el Viejo nos
menciona una ciudad ibérica llamada Salduie.
Esto quiere decir que la ciudad de Salduie probablemente
fueran cuatro casas mal levantadas en las que vivían sus correspondientes iberos.
No me atrevo a presuponer que existía el típico bar multifunción que hay en
todos los pueblos pequeños que hace también las funciones de supermercado,
centro de reunión y papelería. A lo mejor sería dar demasiada importancia a
Salduie en ese momento porque había poblaciones mucho más importantes, como
Celsa o Azaila.
La imponente ciudad de Salduie, a orillas del Ebro.