Agosto está llegando a su final, pero parece que se quiere
despedir por todo lo alto. A pesar de que he cambiado mis tradicionales “tés
del domingo” por novedosos “tés helados del domingo” y pese a los esfuerzos por
mantenerme fresquito gracias a una combinación de ventilador y aire
acondicionado, es inútil. Hace calorazo.
Pero no he regresado de vacaciones para deciros el mucho
calor que hace, que para eso ya están los informativos de sobremesa. Vuelvo de
vacaciones, que ya es hora, para hablaros de Luis II de Baviera.
Conforme más voy sabiendo sobre la cultura alemana, más me
voy dando cuenta de que Alemania es a Europa lo que Japón es a Asia, pero sin
la parte moñas. Ambos tienen un idioma raro y difícil, son meticulosos y
eficientes, tienen un desprecio innato por lo extranjero y también disfrutan de
un pasado totalitario bastante molón del que no hablan. Por no hablar de que
ambos países son los principales exportadores de gustos sexuales turbios.
Pero una de las cosas que a lo mejor pasan desapercibidas es
que Alemania, al igual que Japón, también tiene un buen número de excéntricos
habitantes. Y uno de ellos llegó incluso a reinar, como Luis II de Baviera.
Luis II de Baviera. Monarca y poseedor de un pelazo desigual y perturbador.
Hablando de otros gustos: tuvo una pasión desmedida por la mitología y el folklore alemán y la
Edad Media, como quien se apasiona ahora
por Tolkien. Lo que de verdad le habría gustado es haber sido el típico estereotipo
idealizado de rey medieval, con corona, cetro y barba blanca incluida. Sobre
esas obsesiones construyó el resto de su vida.
A los 18 años sucedió a su padre en el trono de Baviera (en
1864) y toda la educación que había recibido hizo efecto, pero no el efecto que
planeaban: los cuentos de caballeros como el de Tristán e Isolda le llenaron la
cabeza de ideas quijotescas. ¿Y qué ocurre si Don Quijote en vez de ser un
hidalgo muerto de hambre es un rey con una tesorería repleta? Ocurre Neuschwanstein.
Venga, que es este castillo, que os tiene que sonar.
El castillo más fotografiado del mundo, el que inspiró a
Walt Disney para crear el suyo propio, no es más que una amalgama de estilos
arquitectónicos levantada a mediados del siglo XIX. Lo cual quiere decir que
ese castillo, apenas tiene siglo y medio de vida. Y no solo tenía ese proyecto
como residencia medieval vacacional: pensaba edificar castillos por toda
Baviera, para construirse una realidad alternativa en la que reinar.
Luis II se fue alejando de la realidad, huyendo de Múnich
para reinar desde su flamante castillo de Neuschwanstein y trasladó la corte
bávara. Pese a que las leyes le obligaban a pasar un determinado número de días
viviendo en la capital, Luis se regía por una especie de “si, si, si, ya he
pasado unos días haciendo de persona, venga, ahora vámonos a mi castillico a
hacer un poco el medieval”.
Y sí, Tristán e Isolda decoraban una sala del castillo (creo
que su cuarto, si no recuerdo mal), también tenía el salón de festejos dedicado a Parsifal, pero lo
que más le ponía eran Tannhäuser y Lohengrin. Precisamente cogió el cisne como
símbolo personal por Lohengrin: construyó el castillo con el perfil de un cisne
y lo llenó por dentro de cisnes de porcelana, de adornos con forma de cisne y
de cortinas estampadas de cisne.
La gente empezó a llamarlo “el rey loco” con razón: Luis era
un rey que “jugaba” a ser otra persona, que dilapidaba fortunas en construirse
fastuosos castillos que eran más estéticos que prácticos y que pasaba grandes
temporadas recluido en ellos. Si, ahora que vivimos en una sociedad globalizada,
te miran raro, imagina en una sociedad conservadora y cerrada como era la del
siglo XIX. Tela.
Al final sus súbditos hicieron un complot contra él para
poner en el trono a otra persona con menos fantasías en la cabeza. El bueno de Luis
acabó atrincherado en su castillo de Neuschwanstein, el lugar en el que más a gusto
se había sentido. Rodeado de sus amigos y sirvientes de confianza, se resistió
a abandonar el trono lo que buenamente pudo, pero le habían declarado como “no
válido” para reinar.
“El rey loco”acabó recluido en un sanatorio mental, donde moriría
en oscuras circunstancias. Había creado un mundo de fantasía en el que vivir,
gastándose una fortuna en el proceso. Sin embargo, ese dinero sirvió para crear
una incipiente industria en Baviera (incluso hoy en día es una de las regiones más
industrializadas de Alemania). Su leyenda negra probablemente no fue tan oscura
como la pintan aquellos que le sucedieron, a quienes le convenía legitimar su
complot.
Luis II fue un monarca con demasiada imaginación y la
creencia de que había nacido en un tiempo que no le correspondía. Si viviera
ahora probablemente le daría duro a Juego de Tronos, tendría su propia
asociación de rol y sus construcciones del Minecraft serían legendarias.
No hay comentarios:
Publicar un comentario