Tengo un amigo que tiene auténtica obsesión con Espartero. Literalmente,
si me dijeran que tiene una almohada con una foto de Espartero a tamaño real y
que duerme todas las noches abrazado a ella, me lo creería. Ya hace cosas más
perturbadoras, como una especie de vudú sexual satánico, con retratos de
Espartero.
No es como si fueran los años 20, que los años 20 molan
muchísimo más que Espartero.
Pero no hemos venido hoy aquí para hablaros de filias
extrañas de historiadores. Supongo que has venido a que te cuente cosas y que entre
chascarrillo y chascarrillo meta forzados chistes de esos en los que se hace un
silencio incómodo seguido de un discreto “je”. La parte buena es que no has
pagado nada por esto. La parte mala es que no me voy a callar.
El caso es que Espartero era un mierdas. No solo se llamaba
Baldomero, que es razón suficiente para reírse de él, sino que además tenía un
vello facial ridículo (si lo comparamos con las potentísimas patillas-bigote
que llevaban sus adversarios carlistas). Él lo sabía y por eso le gustaba que
le llamaran “Duque de la Victoria”, porque frente a nombres tan sonoros como Zumalacárregui
o Cabrera, Baldomero tenía complejo.
Qué mirada, qué patillas, qué duda de mi heterosexualidad me acaba de entrar.
“¿Espartero complejo? Si hizo muchas cosas famosas” puede
que pienses. Y yo te responderé: quien es más famoso ¿Espartero o su caballo? Porque
del caballo (más bien de una parte anatómica concreta de ese caballo) sí que se
acuerda el populacho, graciosete como sólo lo puede ser el populacho, pero del
jinete poco se sabe.
Baldi nace en 1793 en el seno de una familia de clase
humilde y, como heredar no iba a heredar nada y hermanos mayores ya se habían pedido
la carrera eclesiástica, probó suerte en el ejército. Y parece ser que le cogió
gusto a eso de ser militar: de la Guerra de la Independencia pasó a las guerras
coloniales defendiendo el imperio colonial español y cambió lo de matar
franceses por, esencialmente, matar peruanos.
Sin embargo, para su desgracia y nuestro regocijo, no
combatió en la batalla de Ayacucho y además fue apresado por Simón Bolívar. Pero
a su vuelta a la metrópoli pudo sacar todo su potencial siendo el burócrata
menos envidiado de todo el Reino de España. Por lo menos hasta que estalló la
Primera Guerra Carlista y de repente se necesitó a un montón de gente que
supiera que extremo del fusil había que apuntar al enemigo.
[Leer con la voz de Maduro] Espartero fue el
prisionero que Simón Bolívar soñó.
Y Baldi hizo lo que mejor sabia hacer “¿ganar batallas?”
jaja NO. Lo que mejor sabía hacer era mear todo el rato y fusilar a sus propias
tropas por faltas de disciplina. Dicen las malas lenguas que lo primero era por
un problemilla de vejiga que tuvo toda su vida, pero lo segundo era porque
envidiaba a los comisarios que tiene la Guardia Imperial de Warhammer 40k.
Pero dejemos las andanzas esparteriles con sus amigos los
carlistas, porque no interesa decir que fusilaba prisioneros y esas cosas, y
centrémonos en el Baldi político. La carrera militar le había traído triunfo y
fama. Las clases populares, por haber puesto fin a la guerra, le reservaban una
idolatría fanática que sólo se reserva para los mejores youtubers del momento
y/o cuando la Selección Española pasa de cuartos en el Mundial.
Abrazó las ideas del partido progresista porque los que le
caían mal (como Narváez) militaban en el partido conservador, pero el caso es
que jugó bien sus cartas y llegó a ser Regente de 1840 a 1843 tras enviar al
exilio a la madre de Isabel II (la reina María Cristina). Se ganó la furia de sus opositores políticos y
la enemistad de sus compañeros de partido por su militarismo y su personalismo exacerbado.
Pero pese a todos esos odios, Espartero era una persona cariñosa y generosa que abrazaba carlistas. Luego los fusilaba, pero era una persona cariñosa y generosa que abrazaba carlistas.
Ordenó el bombardeo de Barcelona, Sevilla y otras ciudades
cuando estas se revelaron contra su poder. La insurrección se contagió y tuvo
que marchar al exilio bajo la amenaza de ser fusilado en el momento de pisar
suelo español. Se le permitió volver a España en 1848, pero con la condición de
retirarse de la escena pública.
Un hombre con el Renombre de Espartero eligió un destino lo
suficientemente glamuroso para acabar sus días plácidamente: Logroño. Cuando
Isabel II fue expulsada de España, se llegó a proponer a Baldi como posible
monarca. Un Baldomero Espartero de 77 años, más centrado en cuidar de su jardín
que en gobernar un país. Bueno, miento, que estamos hablando de Espartero.
Espartero nunca habría hecho ascos a volver a ser el
caudillo que los españoles amaban y necesitaban.
Por lo menos hasta la llegada del “otro” caudillo.
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