Después de 1945, con la caída de Berlín un montón de altos
cargos nazis huyeron del país de diferentes formas. Los amantes de las teorías
conspiranoicas incluso creen que huyó el propio Hitler y que por eso nunca se
encontró su cadáver.
El caso es que varios países de Iberoamérica se convirtieron
en lugares de residencia de gerifaltes nazis. Argentina, Brasil, Chile, y otros
países acogieron a estos particulares refugiados alemanes bajo dobles
identidades y pasaportes falsos. La cosa era que la ruta de huida no hiciera
paradas en Núremberg.
La principal asociación que introducía nazis de contrabando fue
la organización ODESSA (Organisation der
ehemaligen SS-Angehörigen, para los amigos que les mola ver escrito cosas
en alemán), una especie de imserso para nacionalsocialistas. Pero también estaba metido en el ajo la CIA y los propios gobiernos
de los países sudamericanos, que favorecían la evacuación de altos cargos nazis
a reservas naturales protegidas para nazis.
"Vamos a ver qué país tropical me voy de vacaciones perpetuas este año, que en Abril no habrá quien se marche de Berlín" dijo Verner Kohl aquella mañana de 1945.
El método era evacuar a esa gente bajo el disfraz de
miembros de la Cruz Roja o personal voluntario que regresaba después de
colaborar en el frente. Las rutas de escape incluían Italia, España, los países
nórdicos y otros estados, que se presuponían neutrales durante la Segunda
Guerra Mundial pero que fueron utilizados como pantalla de humo en los que la
huellas de notorios nazis desaparecían irremediablemente.
Pero no vengo a hablar de ODESSA ni de cómo Hitler huyó a
Argentina, se afeitó el bigote, se puso gafas de sol y se hizo llamar Señor
Hilter durante unas décadas. Hoy os voy a hablar del el último vuelo de Leon
Degrelle.
Leon Degrelle saludando inocentemente a un colega.
El 8 de mayo de 1945 el avión personal de Albert Speer se
estrellaba en San Sebastián después de un viaje de más de dos mil kilómetros
que había dejado los depósitos sin una gota de combustible. Parar a repostar no
había sido una opción en cualquier aeropuerto europeo: las divisas del avión
dejaban bien claro que se trataba de un aparato de la Alemania nazi y los países
recién liberados no estaban por la labor de llenarle el depósito.
Quiero pensar que los alemanes se pusieron en contacto con
los argentinos, quienes les respondieron algo relacionado con “la concha de su
madre”. El traductor se hizo la picha un lío y terminaron buscando en Google Maps
“concha” y terminaron aterrizando tan ricamente en la Plaza de la Concha. Si no,
no me explico quién puede volar al País Vasco voluntariamente. Que está siempre
lloviendo, joder.
"Nuestro Heinkel 111 puede hacer la ruta Oslo-San Sebastián, por poner un ejemplo así al tuntún, con un único depósito" - Folleto publicitario de la Luftwaffe
Pese a lo aparatoso de la épica huida, ninguno de los cinco
tripulantes de ese avión murió en el accidente. Uno de ellos resultó herido por
el golpe y tuvo que ser hospitalizado: Leon Degrelle.
Degrelle era un ciudadano belga de ascendencia francesa,
destacado colaboracionista con el régimen nazi y fundador de la Legión Valonia.
Los integrantes de la Legión Valonia fueron voluntarios belgas que lucharon con
la Wehrmacht de forma similar a los voluntarios de la División Azul.
La España de Franco, en aquel 1945, dio asilo a Degrelle. Su
huida lo llevó de Berlín al frío Oslo, pero fueron las playas de Benalmádena
las que hicieron que se quedara en España. Nada más asentarse subió a Instagram
una foto de sus pies en la playa y el texto “Aquí sufriendo”. Pero nadie le dio
like porque todos sus amigos estaban siendo juzgados en Núremberg.
Y así fue hasta su muerte en 1994.
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