Inglaterra siempre se pinta como una tierra en la que el
estoicismo y la clase ha imperado frente al desorden y la barbarie del
continente europeo. El chovinismo británico era una forma políticamente
correcta de despreciar a sus vecinos y el aislacionismo en su isla una forma de
defensa. Aunque eso significara atarse a una isla en la que la mitad del tiempo
llueve y la otra mitad hay una niebla del copón.
Supongo que no os descubro nada cuento os cuento esto. El
recuerdo del brexit y de cómo los ingleses tienen una especie de superpoder
para mirar por encima al resto de Europa (al mismo tiempo que ignoran lo que
hacen sus compatriotas cuando van de vacaciones) está a la vuelta de la
esquina. Como diría invent-man: ya se ve que allí son muy suyos para esas
cosas.
El caso es que Inglaterra dista mucho de ser la sociedad
correcta y tranquila que los ingleses nos quieren hacer pensar. Hace tiempo ya
hablé de las Hijas de Rebecca, un fenómeno de travestismo rural ligado a
pequeñas insumisiones. Pero había más cosas que hacían escupir el té y caerse
monóculos de sorpresa.
Hoy os voy a hablar de Levellers (Niveladores) y Diggers
(Cavadores).
En el dibujillo de los estatutos de los Levellers se puede ver un club de lectura comentando Cincuenta Sombras de Grey. Se puede deducir por el antifaz y juguetes sexuales que acompañan al libro encima de la mesa.
En la soleada (je) Inglaterra un día unos tíos dijeron “hey,
si los hombres nacen libres ¿por qué hay gente que vive en una casa de
600.000 euros con piscina tiene más que otros?”. Fue a mediados del siglo
XVII, antes de la República Inglesa. Sí, ha habido una República Inglesa, fruto
de una revolución de la hostia (para ser la Edad Moderna, me refiero) y que
dura de 1649 a 1660. ¿Cómo se os queda el cuerpo?
El caso es que en este ambiente revolucionario aparecen un
grupo de locos que decían cosas como que los hombres nacen libres y deben de
tener los mismos derechos. En un ambiente en el que la aristocracia tenía muchísimo
peso y los Lords británicos manejaban el cotarro, era ciertamente
revolucionario. También abogaban por una sociedad secular sin predominio de la
religión, una propiedad privada racionalizada y otras cosas que sonaban muy a
hippie. Eran los entrañables Levellers.
Carlos I de Inglaterra hablando con Carlos I de Inglaterra sobre como Carlos I de Inglaterra va a ser ejecutado por traición. Cromwell está riendo fuera de plano.
El ala más radical de los Levellers eran los Diggers. ¿Sabéis
cuando Gomamon digievoluciona a Ikkakumon y dices “menudo bicho, ya no sé cómo
puede mejorar esto” pero, capítulos más tarde, descubres que Ikkakumon
evoluciona en Zudomon, que es un bicho igual de tocho pero con un martillo del
copón? Pues los Diggers son la digievolución de los Levellers, pero con una
pala.
A la ideología revolucionaria de los Levellers, los Diggers
le suman una visión utópica de la vida agraria. Básicamente son una visión
exaltada de los Levellers: querían la nacionalización de los bienes de la
Corona, del clero y de las empresas comerciales para que fueran repartidas por
el Estado y dirigidas mediante una especie de cooperativas agrarias. Si, suena
muy a hippie, pero ya he hecho la broma y no quiero repetirme.
Reconstrucción fidedigna del aspecto de un Digger.
Estas ideas partían de un cristianismo espiritualista
mezclado con una pizquita de teorías de “Utopía”, de Tomás Moro. Sus proclamas
estaban llenas de referencias bíblicas con las que justificar sus postulados.
Algo así como si Ned Flanders se liara la manta a la cabeza y empezara a
cultivar sus propias hortalizas ecológicas en unas tierras que antes habían
pertenecido al Rey de Inglaterra.
La gente de la época no se lo tomó demasiado bien eso de
querer cambiar radicalmente la sociedad y los marginaron en sus comunas
agrícolas de la campiña inglesa. Su concepto de igualdad ponía en peligro la
sociedad estamental, por lo que fueron humillados para desacreditarlos: el
nombre de “niveladores” venía de la creencia de que su ideario quería hundir a
todas las personas en el más bajo nivel social.
Políticamente no llegaron a ningún sitio. Para 1700 nadie se
acordaba de Levellers y Diggers, pero sus teorías inspiraron a Karl Marx, a
multitud de comunidades menonitas de Estados Unidos y, en último lugar, a esos
peludos hippies con sus comunas y sus cosas.
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