lunes, 14 de mayo de 2018

Aquel locurote de mayo del 68




Llego con un día de retraso, pero las concepciones tradicionales de tiempo y espacio no se aplican para mí. O puede que sí y sea porque simplemente no me dio tiempo a escribir ayer esta entrada. ¡Ah, el misterio!

Se están cumpliendo 50 años de la liada más parda que se lió en Francia en mucho, mucho tiempo. La insurrección estudiantil menos inclusiva con la gente a la que le gustaba la montaña. Porque mucho “bajo los adoquines, la playa” pero poco “bajo los adoquines, la sierra”. Que se os ve el plumero, estudiantes, que lo que pedíais era que llegara el verano en mayo.

Y digo que “se están cumpliendo” porque Mayo del 68 fue como una boda gitana, de esas que duran varios días. En este caso duró los meses de mayo y junio de 1968.

La Segunda Guerra Mundial había traído muchas cosas malas, pero por lo menos había creado empleo (así que TAN MALA no sería). Pero para finales de los años sesenta esa economía floreciente se estaba marchitando. Ese declive económico afectó sobre todo a los trabajos no cualificados y a los jóvenes estudiantes sin experiencia en el mundo laboral.

Lo que no se imaginaban es que en Vietnam se la sudaban los movimientos estudiantiles franceses.

Francia había tenido sus experiencias bélicas después de la Segunda Guerra Mundial, concretamente en Indochina y Argelia. Y, aunque en ambos países se habían acabado las guerras en 1968 y se habían llevado a cabo procesos de descolonización, eso había hecho que la izquierda francesa viera el imperialismo como algo horroroso. Y por ello se sentían con derecho a oponerse a la Guerra de Vietnam.

Por su parte, Francia estaba presidida por el gobierno autoritario de Charles De Gaulle. Sí, aquel hombrecillo achuchable que había luchado contra los nazis se había convertido en un viejo cascarrabias resentido con todo el mundo. Y no le gustaba que le dijeran “señog de Gaulle, no puede haseg eso”.

Charles de Gaulle mirando unas obras tras salir a pasear por los alrededores del Palacio del Elíseo.

Como podéis concluir, la universidad era un polvorín listo para explotar. La cultura hippie, tan extendida en aquella época, se enfrentó a la autoridad estatal. Que si me pongo tonto y te cierro la Sorbona, que si te monto una huelga de educación, que si envío a la policía a que disperse violentamente las concentraciones estudiantiles… una cosa llevó a la otra y al final había barricadas en las calles.

El 10 de mayo fue el día más duro. El Barrio Latino de París se convirtió en un muestrario de barricadas únicas con cierta reminiscencia a Amelie: estaba la barricada creada con coches de tonos pastel volcados, la barricada hecha con adoquines cuquis levantados de la carretera y la barricada en llamas que en realidad tiene inseguridades pero las oculta detrás de una capa de fuego y humo. ¡Estaban todas!

... o la barricada "trés français" hecha con un citroën. Sólo superada por la barricada "trop français", realizada con baguettes y botellas de vino.

Y claro, Charles De Gaulle sacó a los tanques a la calle para acabar con tanta tontería. Los estudiantes se asociaron con varios sindicatos obreros para aumentar su fuerza y no limitarse solamente a la ciudad de París. Centros industriales de toda Francia se suman a la huelga salvaje y paralizan el país. Estamos ya en la segunda mitad de mayo.

El gobierno de Charles De Gaulle intenta romper ese tándem ofreciendo buenas concesiones en derechos. El malestar siguió creciendo hasta crear un clima de inestabilidad política que se intentó controlar convocando elecciones el 30 de junio. Las masas revoltosas, que rechazaban el orden establecido, estaban más cercanas al anarquismo y no creían en las elecciones [suspiro], por lo que el cambio no fue demasiado notable.

Pero claro, hay que tener en cuenta que el legado del mayo del 68 fue más intelectual que político. Pero eso es para otra historia.

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