Aunque esta
semana os iba a escribir sobre Israel y Palestina, he preferido tirar por un
conflicto más cercado para mí. Tanto geográficamente como temporalmente, porque
me encanta como la historia es cíclica y los años 20 del siglo XXI se están copiando
de los años 20 del siglo XX. Ya hemos pasado por la pandemia mundial, y ahora
llega el turno de empezar una buena guerra en Marruecos. ¿No estáis deseando
que lleguen ya los años 30 para ver qué bandos hay en la Guerra Civil II?
En cualquier
caso, siempre hemos sido enemigos de Marruecos. Está muy bien reírnos de
Portugal, que es el vecino de al lado, pero en el fondo todos sabemos que no
está tan mal. Es una especie de pique entre amigos: nosotros decimos que las
portuguesas tienen bigote, ellos nos demuestran que, a diferencia de nosotros, tienen un país funcional y ambos nos reímos.
Pero eso nunca ha ocurrido con Marruecos. Nosotros siempre hemos pensado que somos mejores que Marruecos; y Marruecos siempre ha pensado que es mejor que nosotros. Ninguno de los dos bandos ha dado su brazo a torcer porque lo consideraría un signo de debilidad ante el otro. Es como admitir que Francia no está tan mal, que no va a ocurrir nunca.
Mientras que España siempre ha visto su zona del sur como una zona natural que conquistar y de la que aprovechar sus recursos, Marruecos siempre ha visto su zona del sur como una zona natural que conquistar y de la que aprovechar sus recursos. Y aquí entra la cuestión del Sáhara, que se lleva arrastrando desde los años setenta.
Bosnia: [Empieza a sudar, nerviosa]
España se marchó
chapuceramente de su última colonia después de que Marruecos le hiciera la trece-catorce
y enviara una marea de civiles a hacer lo que sus militares no se atrevían. Porque
disparar contra civiles desarmados está relativamente mal visto por la comunidad
internacional. Dependiendo, claro está, de qué país seas, por supuesto.
El Rey de Marruecos, Mohamed VI, goza de un estatus político que no se ve en Europa desde la división de poderes que caracteriza al Estado Moderno. Mohamed es la cabeza de su país, y eso incluye el poder religioso. Además, hay serias sospechas de corrupción y tráfico de influencias, porque el Rey es además el principal accionista de cualquier empresa que genere dinero (bancos, telefonía…), y los contratos a esas empresas son el orden del día. Y lo de que sea una de las personas más ricas de todo África no desmiente esas sospechas, precisamente.
Marruecos ha sabido
perfectamente hacerse el inofensivo país del tercer mundo con los poderosos y
ser un auténtico macarra engreído cuando ha visto debilidad. Desde España se ha
intentado comprar una amistad con Mohamed VI de Marruecos a base de darle
medallas bonitas, como la Orden del Mérito Civil (otorgada después de la
invasión civil del Sahara Español), la Real Orden de Isabel la Católica o la Real
y Distinguida Orden de Carlos III (que es la máxima concesión civil que tiene
España).
Por su parte,
Europa, ha preferido tolerar que Marruecos “tenga sus cosillas”, sus
chanchullos y su opacidad. A cambio, espera que se controle la inmigración
ilegal y todas esas cosas feas que molestan tanto a Europa. Porque no hay nada
que le guste más a Europa que los pobres se queden en su país y no vengan a
molestar.
El caso es que
Marruecos aprendió una lección: haz que tus civiles hagan el trabajo que tus
militares no pueden hacer. Crea un conflicto diplomático internacional en vez
de una guerra. Y es algo que han aprendido muy bien cada vez que quieren hacer
presión a sus vecinos europeos. Si España da asistencia médica a un antiguo
alto cargo del principal obstáculo para apoderarse del territorio del Sáhara,
habrá que tomar medidas punitivas. Habrá que enseñarle a los españoles quién
manda.
Y la persona que
manda se parece misteriosamente a Jorge Javier Vázquez.
No hay comentarios:
Publicar un comentario