domingo, 10 de enero de 2021

USA, el arsenal de la democracia.

 


Lo del otro día del Capitolio. Ya está.

Ese es el chiste de esta semana.

De todos los asaltantes del Capitolio, mi preferido es este porque se está llevando un souvenir como quien se lleva las toallas del hotel.

Para poder comprender (y explicar posteriormente) lo que está pasando en Estados Unidos, he tenido que pedir ayuda a mis amigos estadounidenses. Y sumergirse en la mente de un yanqui es una tarea dificilísima y agotadora, creedme. Funcionan en otra frecuencia diferente al cerebro europeo, de verdad.

Para comprender cómo funcionan los estadounidenses tenemos que comprender que el estadounidense medio lleva décadas de propaganda anticomunista a las espaldas. Todo lo que huela mínimamente a izquierda se encuentra con un enorme muro (metafórico) que franquear. Porque cualquier cambio en el status-quo se identifica automáticamente con comunismo.

Lo que los sectores más conservadores de la sociedad norteamericana, con mucho salero y gracia, han bautizado como “marxismo-bindenismo”, en estándares europeos no llegaría mas que a tibio conservadurismo, lejos incluso de considerarse socialdemocracia centrista. Sin embargo, Estados Unidos se ve a si mismo como la democracia más perfecta y engrasada del mundo.

"Engrasada", por lo de estar gordos, ¿lo pilláis?

El caso es que, con cosas como lo de tomar el Capitolio, se ve que quizá no sea una democracia tan pulida como nos quieren hacer creer en las películas. O eso o es que, debido a la emergencia sanitaria, este año la CIA ha tenido que dar el coup d'État en casita, confinada. En cualquier caso, Estados Unidos tiene un grave problema psicológico en el que intenta sobrecompensar la falta de autoestima con un narcisismo absurdo. Y eso lleva a situaciones bastante cómicas.

Pero, para comprender la mentalidad americana, vamos a ir más allá de la Guerra Fría y remontémonos al nacimiento de la nación. Su nacimiento viene propiciado por una discrepancia en el pago de impuestos a la metrópoli y, subsecuentemente, muchos de los patriotas estadounidenses ven el pago de impuestos como una especie de robo que hace el Estado para repartir el dinero entre “aquellos que no se lo merecen tanto como yo, que para eso me he dejado la espalda ganándolo, no como esos [inserte aquí tu sector social más odiado], que son todos unos vagos”.

Por otra parte, está la creencia del Destino manifiesto, el creer que Estados Unidos está destinado a expandirse. Inicialmente, en el siglo XIX, se refería a conquistar el Oeste y llegar hasta la costa del Pacífico para controlar el continente de costa a costa. Luego, ya en el siglo XX, aumentaron la ambición y el Destino manifiesto podía referirse a la expansión en general, por todo el mundo. Y eso llevó a Estados Unidos a erigirse como líder mundial para la causa de la democracia, de forma casi mesiánica.

Por otra parte, si tu destino es el de hacer y deshacer a tu antojo (y además tienes a Dios de tu parte, que te lo ha dicho) es normal que creas que tienes siempre la razón, lo cual nos lleva a una exaltación de tus creencias más allá de lo saludable. Mientras que en Europa siempre hemos sido inseguros, filosóficos y forofos del método de ensayo-error, los estadounidenses prefieren la vieja táctica de huir hacia adelante, y si las cosas se ponen feas, gritar mucho más fuerte que tú. Y con suerte, eso arregla las cosas.

El individualismo tiene profundas raíces, y la exaltación de la libertad prima, sobre todo lo demás. En el mito estadounidense, tienes derecho a triunfar, independientemente de lo que piense el resto de la gente… y si tienes que pisar a los que están debajo, los pisas. Que se hubieran esforzado tanto como te has esforzado tú, que para eso estás en tu derecho. En definitiva, que a los americanos no les gusta perder.

ALL LOOT CAPITOL BUILDING.

Y ahora, al lío, que su no hablo de lo del Capitolio, el título se considera clickbait.

Las elecciones de 2020 serán recordadas en Estados Unidos por ser las más reñidas, y por poco margen de votos, han salido los demócratas elegidos. Por su parte, Donald Trump ha demostrado toda su vida que tiene la personalidad de un niño de 7 años caprichoso, que se enfada si no tiene lo que quiere. Así que ¿qué mejor que lanzar a sus más incondicionales a asaltar el Capitolio para entorpecer el proceso de investidura de su adversario?

El asalto del Capitolio, repleto de todos esos personajes tan extravagantes, no es más que la cristalización de todo lo que se ha explicado hasta ahora: el excepcionalismo americano, el individualismo, el cuñadismo, el miedo al cambio y la creencia de que siendo ciudadano de Estados Unidos automáticamente vas a tener la razón en todo. Si a ese cóctel de toxicidad le añadimos la polarización social y el guerracivilismo en auge, tenemos una mezcla explosiva. Americanos comportándose como se comportan los americanos en el resto del mundo, pero con el giro refrescante de que ahora lo están haciendo en su propio país.

Es algo que los propios americanos no se esperaban. Están acostumbrados a mirar por encima del hombro, a señalar y a calificar de “República Bananera” a otros países. Ahora están sorprendidísimos de descubrir que, quizá, no son la democracia ejemplar que ellos creían que eran.

Y, encima, Trump se ha quedado sin Twitter.

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