domingo, 20 de diciembre de 2020

La maldición del historiador

 


Howard Carter, el célebre arqueólogo descubridor de la tumba de Tutankamón, encabezó una lista de afectados por la maldición del faraón egipcio que rellenó capítulos y capítulos de Cuarto Milenio en su momento. Pero no, dejémonos de ingleses expoliando y haciendo otras cosas típicas de ingleses, y centrémonos en la otra maldición del historiador.

Tampoco os estoy hablando de la maldición que tenemos todos los historiadores sobre nuestro futuro laboral, que esa no sorprende a nadie. Antes de desaparecer un par de semanicas, para ponerme tibio a polvorones y mazapanes enfundado en mi mascarilla FFP-2 de gran gala, me gustaría hablaros de la maldición que tenemos los historiadores respecto a la cronología.

Los historiadores tenemos el superpoder del spoiler. Podemos ver una película histórica y, si es rigurosa y correcta, ya sabemos por dónde van a ir los tiros. Y si no es rigurosa ni correcta, montamos en cólera porque nosotros queríamos hacernos los importantes porque hemos estudiado una carrera para saber de antemano el final.

Es muy fácil juzgar a alguien cuando ya sabes en qué se van a equivocar, y es muy fácil caer en el cuñadismo histórico y pensar que “esto lo arreglaba yo en un momento”. Da igual la catástrofe que sea, los historiadores la podríamos haber evitado con soluciones obvias que nadie en su momento había visto. Somos los abanderados de juzgar a posteriori las cagadas que cometen otros, pero a cambio también somos los primeros a los que la gente ignora, así que lo comido por lo servido.

Por avatares del destino me encontré el otro día surfeando microfilms en el Archivo Municipal como si fuera un agente secreto de los años 70. Estaba rastreando el principal periódico defensor del Frente Popular en Zaragoza, así que ya os hacéis una idea de la línea editorial que tenía el rotativo y de lo que le iba a ocurrir el 18 de julio de 1936 ¿verdad?

Pues bueno, os paso las imágenes y a ver si a vosotros os generan la misma angustia que a mí:

El 30 de junio de 1936, diecinueve días antes del Alzamiento, el Diario de Aragón no creía aun en el golpe.

El 4 de julio de 1936, dos semanas antes del Alzamiento,  el Diario de Aragón tildaba de "temblores histéricos" la agitación de la derecha, que, además, fracasaba.

El 10 de julio de 1936, apenas una semana antes del Alzamiento, el Diario de Aragón abordaba el tema del Alzamiento desde la rumorología. Quizá deberían haberle hecho caso a ese "siempre enterado".

El 17 de julio de 1936, cuando llegaban noticias a la península de la sublevación en África, el Diario de Aragón le quitaba importancia y aseguraba que la República no estaba en peligro.

El 18 de julio de 1936, cuando las guarniciones peninsulares comienzan a levantarse en contra de la República, el Diario de Aragón aseguraba que el derechismo estaba desarticulado y dentro de la legalidad. Incluso se permitía incluir en la portada un "¡Viva la República!".

Como comprenderéis, en Zaragoza triunfan los sublevados. El periódico del 18 de julio es el último numero que se publica del Diario de Aragón, que se pierde para siempre en la historia de la prensa añeja. Los talleres son cerrados y posteriormente requisados. ¿Requisados por quién? Bueno, apenas tres semanas después las rotativas empiezan a funcionar de nuevo, pero no publican el mismo periódico precisamente. Tampoco hay dudas de la línea editorial que va a tener la nueva junta directiva ¿verdad? no os voy a tener que dar todo masticadito como lo hace Nolan... a la vista de la siguiente foto, adivinad que grupo político acabó apropiándose de las oficinas del Diario de Aragón.


Y claro, yo, desde la comodidad de 2020 (pandemia mediante) sólo puedo pensar "si es que solamente teníais que haber hecho caso a las evidencias, idiotas".

¿Calentamiento global? Por favor, si todo el mundo sabe que eso es un montaje.

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