Howard Carter, el célebre arqueólogo descubridor de la tumba
de Tutankamón, encabezó una lista de afectados por la maldición del faraón
egipcio que rellenó capítulos y capítulos de Cuarto Milenio en su momento. Pero
no, dejémonos de ingleses expoliando y haciendo otras cosas típicas de
ingleses, y centrémonos en la otra maldición del historiador.
Tampoco os estoy hablando de la maldición que tenemos todos
los historiadores sobre nuestro futuro laboral, que esa no sorprende a nadie. Antes
de desaparecer un par de semanicas, para ponerme tibio a polvorones y mazapanes
enfundado en mi mascarilla FFP-2 de gran gala, me gustaría hablaros de la
maldición que tenemos los historiadores respecto a la cronología.
Los historiadores tenemos el superpoder del spoiler. Podemos
ver una película histórica y, si es rigurosa y correcta, ya sabemos por dónde
van a ir los tiros. Y si no es rigurosa ni correcta, montamos en cólera porque
nosotros queríamos hacernos los importantes porque hemos estudiado una carrera
para saber de antemano el final.
Es muy fácil juzgar a alguien cuando ya sabes en qué se van
a equivocar, y es muy fácil caer en el cuñadismo histórico y pensar que “esto
lo arreglaba yo en un momento”. Da igual la catástrofe que sea, los
historiadores la podríamos haber evitado con soluciones obvias que nadie en su
momento había visto. Somos los abanderados de juzgar a posteriori las cagadas
que cometen otros, pero a cambio también somos los primeros a los que la gente
ignora, así que lo comido por lo servido.
Por avatares del destino me encontré el otro día surfeando microfilms en el Archivo Municipal como si fuera un agente secreto de los años 70. Estaba rastreando el principal periódico defensor del Frente Popular en Zaragoza, así que ya os hacéis una idea de la línea editorial que tenía el rotativo y de lo que le iba a ocurrir el 18 de julio de 1936 ¿verdad?
Pues bueno, os paso las imágenes y a ver si a vosotros os
generan la misma angustia que a mí:
Como comprenderéis, en Zaragoza triunfan los sublevados. El periódico
del 18 de julio es el último numero que se publica del Diario de Aragón, que se pierde para siempre en la historia de la prensa añeja. Los
talleres son cerrados y posteriormente requisados. ¿Requisados por quién? Bueno, apenas
tres semanas después las rotativas empiezan a funcionar de nuevo, pero no
publican el mismo periódico precisamente. Tampoco hay dudas de la línea
editorial que va a tener la nueva junta directiva ¿verdad? no os voy a tener que dar todo masticadito como lo hace Nolan... a la vista de la siguiente foto, adivinad que grupo político acabó apropiándose de las oficinas
Y claro, yo, desde la comodidad de 2020 (pandemia mediante) sólo puedo pensar "si es que solamente teníais que haber hecho caso a las evidencias, idiotas".
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