domingo, 13 de diciembre de 2020

La culpa de los incendios forestales de verano la tiene Franco

 


Corría el año 1939 y España había salido de su particular guerra civil. Tres años habían dado para mucho y grandes extensiones de tierra habían quedado arrasadas o vaciadas de población. Si España estaba atrasada varias casillas respecto a Europa en el Gran Juego de la Civilización, la Guerra Civil directamente le había hecho que el resto de países nos pusieran las instrucciones en las manos y nos dijeran “léete esto otra vez y dentro de un rato pones la ficha en la casilla de salida”.

Las grandes batallas de la Guerra Civil se habían combatido en campo abierto. La toma de núcleos urbanos como Teruel o Belchite realmente eran partes mas pequeñas de un plan que se decidía en las grandes amplitudes. Con tanques y soldados por todos lados, era normal que el medio rural estuviera un poco abandonado.

Pero eso se tradujo en baja producción agrícola y hambrunas, porque apenas había nadie cultivando alimentos. Lo más recordado son las famosas cartillas de racionamiento, pero menos conocido es un auténtico intento de hacer parecer guay el campo, para intentar trasvasar la población urbana al medio rural. El problema es que, por mucha propaganda descarada que hagas, no es guay trabajar de sol a sol.

Sagrillas, el equivalente en Cuéntame al relleno de los capítulos de Naruto.

El franquismo intentó desesperadamente hacer atractivo el campo. El Servicio Nacional de Regiones Devastadas trató de levantar pueblos sencillos y modernos, adoptados simbólicamente por Francisco Franco. La propaganda intentó que la decisión fuera fácil: ¿Dónde prefieres vivir, en un piso de mierda en el centro de Madrid (con vecinos que probablemente eran rojos en 1936 y se quieren comer a tus niños) o en un flamante adosado (con corral con capacidad para seis gallinas) en Miravete del Secarral, pueblo recientemente apadrinado por nuestro invicto Caudillo, que nunca pasará de moda?

El caso, lo de los pinos.

Falangista condecorado y veterano de la Guerra Civil de día, humilde jardinero de noche.

Éxito, lo que se dice éxito, tuvo moderado. Hubo gente que se marchó al campo, pero tampoco se alivió la situación demasiado. El Frente de Juventudes dijo “apártate, que voy a probar yo, que esto hay que inculcarlo de crío”. Así que, de alguna forma, se encontró la excusa para justificar un cuidado de la naturaleza, planteando la repoblación como un problema espiritual de la nación que exigía un sacrificio en beneficio del futuro de los jóvenes. Literalmente se les pedía que plantaran árboles ahora, para que los niños nacional-sindicalistas del futuro los pudieran disfrutar.

Además de educación física y moral, ahora los niños tenían salían de las colonias del Frente de Juventudes con un B2 en manejo de la pala. Y se repobló sin talento, como si regalaran los árboles, porque el pino era barato y crecía en cualquier parte sin demasiados cuidados. Podías plantar un pino y volver diez años después, y raro sería que te lo encontraras muerto.

Lo del B2 en pala no es broma. Ahí está el NO-DO para narrarlo de manera épica.

Pero no solamente de mano de obra infantil se pobló el monte. La gran cantidad de gente sin trabajo hacía que encontrar hombres dispuestos a trabajar por un techo (y algo de pan) fuera muy fácil. Y luego estaban los que realmente creían que estaban repoblando árboles para restaurar alguna gloria imperial, dándose preciosos casos de falangistas con sus camisas oscuras picando a lomo caliente, entusiasmados, lo que ya proponía Patrimonio Forestal del Estado en su creación en otoño de 1935.

Se repoblaron muchos montes que habían sido campos de batalla y la parte buena era que los cráteres de las bombas te ahorraban el tener que hacer un agujero para plantar el arbolito. La parte mala es que podía haber aun bombas sin explotar por la zona. Y que te explote una bomba en la cara puede ser bastante perjudicial para la salud.

La idea era buena: con arbolado sujetando la tierra reseca de España, aunque fueran simples pinos, se evitaba la desertización, la erosión del suelo y las temidas avenidas de agua de los barrancos. En la práctica, estabas llenando el monte de pino carrasco, una especie vegetal que básicamente es un bidón de gasolina con hojas.

Por eso, cada vez que llegue el verano y digan que se han quemado tantas hectáreas de monte, recuerda a Franco y su repoblación con pinos altamente inflamables.

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