domingo, 4 de octubre de 2020

La batalla medieval según Hollywood

 



La semana pasada ya dejé plantada la semilla de lo que iba a hablar en esta. Hoy solo voy a seguir adelante, como un enajenado, hablando de las batallas medievales que nos ha vendido Hollywood.

Ya hemos visto que en los ejércitos no había uniformes generalizados, sino que el traje que llevabas en batalla venía dado por la posición que ocupabas en la jerarquía militar. Una victoria, aunque fuera una escaramuza de mierda, podía mejorar tus posibilidades de supervivencia  si lograbas saquear alguna pieza de armadura. De hecho, la batalla principal no era mas que el culmen de una serie de escaramuzas que servían tanto para medir la fuerza del enemigo como para tocarle los cojones y disminuir su moral.

Además, olvidaos de las batallas con cientos de miles de soldados. Por ejemplo, tanto la Batalla de Muret como la de Bouvines (dos batallas que se consideran ESENCIALES para la Edad Media europea) tienen ejércitos de en torno a los 15000 guerreros. Y, para que os hagáis una idea, en la Batalla de Bouvines apenas hay 1000 bajas en cada bando, en comparación con los 9000 prisioneros que hace el bando vencedor. La batalla medieval no consiste tanto en matar gente como en desanimarla a seguir luchando.

Sir Wonderful preocupándose de la moral de su mesnada.

No todos los guerreros llevaban una armadura completa, y un enemigo acorazado era el equivalente en la época a ver un tanque avanzando hacia ti. Los golpes cortantes de las armas de filo hacen bien poco a una armadura de placas, y esa es la razón por la que se empezaron a usar martillos, porque es más fácil aplastar al que está dentro deformando la armadura que intentar cortar el metal. Las alabardas surgen por la misma razón, como bisabuelos de los modernos abrelatas.

Pero pongamos que no tienes un martillo ni una alabarda a mano, y un mancebo rechapado avanza hacia ti con sed de sangre en los ojos. Hollywood nos ha enseñado que las espadas pueden cortar cota de malla e incluso corazas si lo deseas con suficiente fuerza ¿verdad? Bueno, pues la realidad es menos limpia: ese panzer del siglo trece está superado en número por desgraciados como tú. Simplemente tiradlo al suelo y aprovechad para inmovilizarlo. Luego acuchilladle todo lo que podáis por las rendijas de la armadura como si estuvierais jugando al whack-a-mole.

En la vida real ya se habría llevado veinte puñaladas en el cuello por gilipollas y por dramas.

También eran efectivas las cargas de caballería, pero había que utilizarlas con sabiduría. Olvidaos de las escenas de caballeros atravesando líneas y líneas de infantería como si fueran rohirrim en los Campos del Pelennor. La caballería se usaba como un mazazo: cargar, golpear fuerte y retroceder para volver a cargar y golpear fuerte. La principal característica de la caballería pesada era la inercia, y tras la colisión inicial los caballeros son presa fácil si son rodeados.

Porque esa es otra, nada de combates caóticos en los que los dos ejércitos se mezclan en un millar de combates individuales en una especie de pogo con objetos cortantes. Además, desaconsejo eso de atravesar los últimos quinientos metros que te separan el enemigo a la carrera. Tampoco es recomendable dar volteretas o saltos épicos en mitad del combate por la simple razón que, en la fracción de segundo que tardas en volver a ubicarte, un fulano puede haberte metido una puñalada en las costillas.

La última frase del párrafo anterior también es aplicable a la vida civil. Ojo con eso.

Los dos ejércitos avanzaban lentamente, de forma amenazadora, esperando que el contrario se acobardara y se diera la vuelta, ahorrando la pelea a todos. Si no ocurría, empezaba el combate de forma ordenada y en formación alrededor de una bandera preferiblemente, para que los soldados supieran que, en todo momento, la gente que tenía a izquierda, derecha y detrás eran amigos, y los de delante eran los enemigos. Lo peor que podía ocurrir en combate era precisamente que la formación se rompiera porque significaba un “sálvese quien pueda” y tocaba huir, porque no sabías quién era amigo y quién enemigo, como en el Among Us. ¿El que va detrás de ti está huyendo cobardemente como tú o te está persiguiendo para darte matarile? Ah, nunca se sabe, pero corre más deprisa por si acaso.

Una batalla como nos las enseña Hollywoof, en la que todo el mundo la palma, es demográficamente insostenible. Después de todo, si vencías al enemigo y te quedabas sus tierras, ibas a necesitar siervos vivos que las cultivaran y te pagaran el diezmo. De nada servía tener un feudo la hostia de grande si no tenías a nadie a quien exprimir con impuestos.

Y no sé si la semana que viene escribir sobre los asedios según Hollywood, o me estoy alargando ya demasiado. Pero es que me gustaría hablar del aceite hirviendo.

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