Que rica la semana en cuarentena ¿eh? Maravillosas
noticias para todos, pues hoy mismo se ha ampliado quince días más. Quince días
de ambrosía de puertas para adentro que
harán las delicias de los más caseros y prolongarán la pesadilla de todos
aquellos adolescentes que han empezado a fumar y sus padres aun no lo saben.
Si la primera semana la gente mataba por un rollo de
papel higiénico y comida imperecedera, en esta segunda semana comienzan a
escanear los snacks. Parece que la gente se ha dado cuenta que estar en casa no
están malo, y que si van a pegarse viendo series y películas la gran mayoría
del tiempo, por lo menos que sea con unas buenas patatas fritas en la mano. Y
no hablo de libros, que pasar páginas mientras comes risketos no es
recomendable.
Parece ser que para alguno eso de quedarse en casa se
les hace cuesta arriba, más irritante que limpiarse el culo con lija de
grano grueso. Ya he visto a varios vecinos, a la desesperada,
redecorar sus casas: uno ha dado una manita de pintura a las rejas del balcón,
y otro lleva varios días con el taladro cambiando cuadros de sitio. Yo mismo me
he dedicado a repasar un montón de cosas de casa y ahora me siento como una
especie de Übermensch que puede arreglar todo, el parangón de la masculinidad
clásica.
En esta cuarentena me he convertido en la fusión perfecta de estos dos.
Para los eremitas que no salimos de casa esto es
realmente placentero. Y sin recurrir al Animal Crossing, que no tengo la
Switch. No llego a los límites de una chica que conozco, que su familia tiene
un bunker perfectamente abastecido (cosa que, para que negarlo, me ha
impresionado enormemente y no descarto un matrimonio simplemente por aumentar
mis nefastas posibilidades de supervivencia), pero en mi casa lo único que
empieza a escasear son las cosas de picoteo.
Porque podría hacerme el interesante y hablar de los libros
gordísimos que me estoy leyendo o las películas sesudas que me estoy viendo,
pero aquí venimos a por las miserias humanas, a por el barro. El principal
entretenimiento es abrir la nevera, husmear a ver qué encuentro, no encontrar
nada y cerrar la nevera para volverla a abrir segundos después y comer algo que
de buenas a primeras había descartado. También estoy pintando una ingente
cantidad de miniaturas, pero aun me quedan muchísimas y su suministro no peligra, no como el de marranadas hipercalóricas. Que menos mal que es solamente un virus normal y corriente, porque si fuera un apocalipsis zombie, con tanto picoteo entre horas, caeríamos todos por gordos.
Que jodido sería escapar ahora de unos zombies ¿eh?
La Semana Santa ha seguido el mismo camino que las
Fallas, y se ha cancelado. Pero de todos los eventos que se han cancelado por
coronavirus, el que más me duele es mi cumpleaños. Que, a ver, me da igual todo
y nunca lo termino celebrando el mismo día porque tengo amigos que trabajan y
mil cosas más. Pero quiero aprovechar la circunstancia esta de la cuarentena y
quejarme públicamente, ahora que puedo rasgarme las vestiduras.
Hay que aprovechar la instrospección que nos da este
periodo de recogimiento en el hogar y, si hace un poco había hecho una velada a
Zombieland, ahora la haré más directa: Regla 32, disfruta de las pequeñas
cosas. No importa si es hacer una videollamada a los amiguis, reordenar tus
cosas o explorar cosas nuevas, como el rock turco de los años 70. Yo
personalmente salgo todas las mañanas a una mesita que tengo en la terraza, a
tomarme una Cocacola al sol y gritar a los vecinos.
A ver si van a ser ellos los únicos que me amarguen la
existencia, con sus gustos musicales de mierda.
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