Como persona que no está ni bautizada, es comprensible
que no se me hubiera ocurrido hablar de religión hasta ahora. Más que nada
porque la religión no tiene peso en mi vida diaria más allá de hacer todos los
sábados la broma de “mañana a madrugar para ir a misa, ¿eh?” y después
levantarme a mediodía.
Pero a diferencia de mí, que soy un hereje sin remedio
alguno, los primeros seres humanos necesitaban la religión para explicar las
cosas que ocurrían cotidianamente y no podían explicar. Por ejemplo, yo no
necesito la religión para saber cómo es posible que los aviones se mantengan en
el aire y no caigan en barrena por la fuerza de la gravedad, sé que es cosa de
la tecnomagia.
Todo el mundo sabe que la altísima nota de corte en las
carreras de ingeniería es el mejor disuasorio para que el común de los mortales
no tenga nunca acceso a las bases teóricas de la tecnomagia.
Aunque durante la carrera tuve la oportunidad de
cursar una asignatura sobre religiones antiguas, no lo hice. Probablemente
porque estaba inclinado más a la contemporánea y elegiría una optativa más
enfocada a lo que me gustaba. Pero me acuerdo que dudé largo y tendido, y en
alguna clase me colé para escuchar porque el profesor era muy bueno.
Entonces, el punto de partida es el siguiente: podría
estar más cualificado para hablaros de la génesis de las religiones, pero por
lo menos algo de experiencia tengo. No soy un tertuliano de Telecinco. Las primeras religiones son creencias personales,
cosmologías individuales que intentan explicar fenómenos naturales y
comportamientos. Las explicaciones se solapan y entrelazan entre ellas, y hay
numerosos dioses. Hay un dios del cielo, un dios del fuego, un dios de las
cosechas abundantes, un dios de “joder, es lunes” y todo eso. ¿No sabes
explicar algo? ¡Hay un dios para eso!
¡WOLOLO!
De las creencias personales de la tribu, siempre surge
alguien que le gusta demasiado pegarle a la lejía. Y para que el resto de la
tribu no se preocupe por sus hábitos autodestructivos respecto a los
alucinógenos, les dice que está en contacto con los dioses™ y que habla con
ellos. Voilá, nace el concepto de chamán.
Los chamanes actúan de intermediarios entre los dioses
y los primeros seguidores de esas religiones. Además de explicaciones
esotéricas, se suman normas de convivencia básica para mantener cohesionada a
la comunidad. Que todo aquel que haya intentado crear una secta mínimamente
exitosa sabe que tiene que haber un pequeño reglamento interno para que tus
fieles seguidores no empiecen a resolver todos los problemas que surgen a
navajazos en el cuello.
La única religión a la que le muestro un poco de interés.
El tiempo pasa y las sociedades se hacen más
complejas, por lo que un chamán no es suficiente para tanta gente… y se
instaura la jerarquía religiosa. De esta forma hay un elegido, mucho más
importante que el resto, y luego hay un puñado de sacerdotes que, aunque no
tienen contacto directo con la deidad, sirven para extender su palabra.
A partir de ahí, llega el politeísmo estructurado que
conocemos en culturas como la griega y la romana. De ahí al monoteísmo paleocristiano,
cruzadas, guerras de religión, neopaganismo moderno y todas las herejías que
quieras imaginar de todos los anteriores.Y todo eso sin tener en cuenta las
religiones no deístas, que MADREMIA como están de la cabeza los no deístas como
para decir “yo es que no creo en un dios, yo creo en un concepto abstracto y
por eso rindo culto a la felicidad”.
No deístas, hippies, buscaros por ahí un Dios como
Dios manda.
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