La semana pasada llené un par de barriles de tamaño
industrial con mi bilis, pero no estamos ni remotamente lejos de terminar.
Sólamente he parado para tomar un poco de aire e ir a visitar a mi psicólogo
para superarlo con carísimas terapias. Pero os dije que publicaría el análisis
de esta película, y yo soy un caballero de palabra.
Tengo que avisar que, si quieres disfrutar de la película sin
spoilers, no leas esta semana. Voy a destripar algunas de las escenas (sobre
todo de la segunda mitad hacia el final, ya argumentaré por qué). En eso
consiste destripar una película ¿no?
Y, seamos sinceros: si no explico la situación ni el
contexto, no puedo poner a parir la película.
La historia comienza con dos hermanos norteamericanos que
son una especie de Zipi y Zape de la América profunda. Entre sus costumbres están
la de perseguirse, subir colinas y pegarse duro entre ellos. En una de esas
peleas, Desmond Doss (el protagonista) golpea a su hermano (Nosequé Doss) con
un ladrillo. Porque le parecía buena idea y eso.
Su hermano recibe el ladrillazo en la cara de forma regular
y Desmond se lo toma como un trauma. Tiene una especie de epifanía y queda
traumatizado con el paralelismo de la historia bíblica de Abel y Caín. A partir
de entonces no utilizará la violencia porque está mal y eso haría enfadar a
Dios.
Señor Elrond, no puede pasar. Está en una zona militarizada.
Adelantamos hasta que Desmond es algo mayor y le vemos
salvar a un tío manazas al que se le ha caído el coche encima mientras lo
arreglaba. Lo lleva al médico y le dicen que acaba de salvar una vida. “Wow, he
salvado una vida, a partir de ahora salvaré vidas, que es justo lo contrario
que quitar vidas. Como aquella vez que estuve a punto de reventarle el melón en
dos a mi hermano de un ladrillazo” piensa en silencio Desmond. Y mientras pone
cara de ilusión contenida, conoce a una enfermera sexy que será su futura
mujer.
Adelantamos más aun. ¡Ha estallado la Segunda Guerra Mundial!
El bueno del protagonista se alista en el ejército porque es un patriota como
los de antes. Esos valientes y heroicos que le gustan a Pérez-Reverte. Pero
algo marcha mal: en el ejército le obligan a aprender a disparar. A él, que se
había prometido no utilizar la violencia. Dilema.
"Tú corres hasta allí y te haces el héroe. Por el contrario, tú corres hasta allá, te haces el héroe y te matan de forma dramática ¿entendido?"
Su estancia en el campamento militar comienza criticando la
rigidez del ejército americano y de cómo destruye a las personas que no
encajan, volviendo a los compañeros contra aquel que es diferente. Los propios
mandos toleran y fomentan un acoso y derribo para destruir la voluntad del
protagonista, que no quiere empuñar un arma.
Como es una persona diferente, el Ejército de Estados Unidos
lo sentencia a una corte marcial en la que interviene el padre de Desmond, un
veterano de la Primera Guerra Mundial alcohólico, violento y traumatizado porque vio morir a sus compañeros en las trincheras. Su padre, que se había
pronunciado en contra de la guerra (pero no de la violencia) y que a lo largo
de la película rechazaba de pleno la idea de que sus hijos sirvieran en el
ejército, intercede para que se lleven a su hijo a la batalla. Así, porque sí. Y
a Desmond Doss lo condenan a ir al frente del Pacífico sin un arma que
defenderse, como médico de combate.
Llegado a este punto, y pese a lo que puedan dar a entender
mis palabras, hasta me estaba gustando la película. Había momentos en los que se
me hacía incluso incómoda. Pero es llegar al escenario del Pacífico y empezar a
rodar cuesta abajo y sin frenos. El límite lo marca un camión lleno de cadáveres que nos recuerda lo horrible que es la guerra y la de muertos que deja. En cuanto pasa el camión, te metes de lleno en una pantalla del Call of Duty y comienza la ensalada de tiros y la violencia.
- Smith, te han disparado en AMBAS piernas.
- ¿Qué decís? no es más que un arañazo.
- Tranquilo, te evacuaré y...
- HERIDAS
MÁS GRAVES HE SUFRIDO
El espíritu pacifista del protagonista acaba reventado en un
millar de explosiones y combates impactantes. Cada plano, cada fotograma busca
quedarse en las retinas del espectador con un salvajismo gratuito que pisotea
todas las premisas de la primera parte de la película. Mira cómo fríen a
japoneses con el lanzallamas. Mira como explota ese de ahí en mil pedazos. Mira
como Fulano McMacho avanza disparando a cámara lenta su Thompson y lanza por
los aires a todos los japoneses que se interponen a su paso. El alegato
antibelicista queda en un segundo plano, entre “vivas a América”.
¿Os acordáis esa escena de Forrest Gump en la que va
recogiendo a todos sus compañeros de escuadra heridos en la selva vietnamita? Se
supone que una secuencia de humor, apenas dura unos minutos y es una especie de
gag que termina con la muerte de su amigo Bubba. Empiezas riéndote de como Gump
va encontrándose a sus compañeros por casualidad y los va poniendo en un sitio seguro, pero las sonrisas terminan
cuando se encuentra con Bubba agonizando. Se pasa de la comedia al drama de
improviso, sin preliminares.
Pues en Hacksaw Ridge hay una escena similar que dura casi
10 minutos, en la que Desmond Doss se dedica a salvar a norteamericanos
malheridos que hay por el campo de batalla. Pero aquí no hay una intención
paródica, aquí hay un forzado heroísmo y un pretendido drama que desafina
totalmente con la primera mitad de la película.
¡Choca esos cinco, granada!
Todos los americanos aparecen como buenos. Incluso aquel
soldado cabronazo que se dedicaba a pegar palizas al protagonista, termina sincerándose
con él y mostrando su lado humano. Justo en ese momento sabes que va a morir
heroicamente, y que su muerte va a servir para lograr la lagrimilla fácil. Pero
el soldado Fulano ha conseguido su redención. Puedes levantarte en el cine y
gritar en ese momento “U-ESE-A, U-ESE-A”, que el resto de espectadores te
corearán el himno americano.
No hay problemas en mostrar como matan a japoneses de forma gráfica porque los soldados japoneses no son humanos. Tienden emboscadas.
Matan a soldados americanos con crueldad innecesaria. Se sacrifican para matar
a más enemigos. Atacan en oleadas inmensas que salen de vete tú a saber dónde. Están
ahí porque en algún sitio tienen que impactar las balas que disparan los
americanos a cámara lenta.
Con esto quiero decir que, en la segunda parte, se deshumaniza
al enemigo de una forma absurda. En la primera mitad del metraje te dicen “matar
está mal, y por eso Desmond no empuña un arma”, pero en la segunda mitad es un “MATAD
A ESOS PUTOS AMARILLOS, MASACRADLOS Y COMEOS SUS TRIPAS”. Se critica el fanatismo
de los japoneses, pero se elige a un protagonista que es un fanático religioso (que
hace volver a un compañero a por la Biblia que se le ha caído mientras le
evacuaban).
Puede que haya gente que me diga “hey, pero está basado en
una historia real, muestra respeto”. Bien, dudo mucho que en la “historia real”
haya combates a cámara lenta, que prostituyan el mensaje y lo diluyan en una
piscina de patriotismo barato.
Dicho esto, nos vemos cuando me haya visto la película de
Dunkerque.
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