Mientras estaba escribiendo la semana pasada me di cuenta de
una cosa: mucho hablar de la Primera Guerra Mundial pero poco hablar de su
secuela. A pesar de que, y aquí todo entendido de cine me dará la razón,
segundas partes nunca han sido buenas. Aun así, Os recomiendo escuchar a Wagner
mientras leéis el texto.
Como buenos europeos que somos, os voy a contar las cosas
desde el punto de vista eurocéntrico. Dejemos el teatro de operaciones del
pacífico, con esos amables japoneses asesinando y violando indiscriminadamente,
para otra ocasión. Así que empecemos con el meollo del asunto europeo.
Hitler, un tío que hizo historia… concretamente la hizo peor
para todos. Básicamente convenció a los alemanes que no deberían haber sido
derrotados en la Primera Guerra Mundial. Y montó una revancha. Y la volvieron a
perder. Con uniformes cojonudos, eso sí.
¿Cómo que no puedo entrar en la escuela de arte? os vais a enterar, cabrones...
También les hizo promesas de devolver a la gran Alemania
tiempos pretéritos de gloria idealizada, mezclado todo ello con unas pizcas de
paranoia y antisemitismo para darle sabor. Con esas ideas, era solo cuestión de
tiempo de que Hitler comenzara a invadir países vecinos, como Austria en 1938,
invasión conocida como Anchluss
(¡jesús!) o la anexión de Checoslovaquia por partes, para que no llamara mucho
la atención.
Así era el Lebensraum,
o “teoría del espacio vital” alemana: si un país tenía un porcentaje de
población alemana, por pequeño que fuera, tenía que ser añadido a las fronteras
de la Gran Alemania. Si por el camino tenían que morir pueblos menos
civilizados como los pueblos eslavos de Europa del este, no había problema.
Menos mal que Alemania ha dejado esa vía de expansión, o me veo Mallorca anexionada
al IV Reich.
En fin, a lo que iba, que en septiembre de 1939, Alemania
invadía Polonia, país que ya se había repartido anteriormente con Rusia
mediante un pacto de no-agresión. Con lo irónico que es que las dos potencias
más expansionistas de principios de siglo XX hicieran un pacto no-agresión.
Esta primera fase se denominó Blitzkrieg.
Lanceros polacos contra unidades mecanizadas alemanas. Es lo que pasa en cualquier juego de estrategia cuando el enemigo te saca un par de edades.
La Blitzkrieg básicamente significaba avanzar rápidamente
con la infantería apoyada enormemente por acorazados y cobertura aérea, para
que al enemigo no le diera tiempo de excavar trincheras y que ocurriera lo de
la Primera Guerra Mundial. Esta táctica le resultó bastante exitosa: para el
verano de 1940, Alemania ya había invadido Polonia, Dinamarca, Noruega, Países
Bajos, Bélgica, Luxemburgo y Francia. Sólo se le resistía Reino Unido, y porque
estaba aislado en su isla de lluvia y niebla.
Como Hitler no podía simplemente desembarcar en Gran Bretaña
y tomar un té con bratwurst en Piccadilly Circus, se dedicó a bombardear la
ciudad con su aviación. Esto ya no era la Blitzkrieg,
esto era simplemente la Blitz. La
Royal Air Force plantó cara a la Luftwaffe y los civiles británicos mostraron
su lado más estoico aceptando que el orden natural de las cosas era abandonar
la jornada laboral de repente, cuando sonaban las alarmas antiaéreas, para
acabar refugiados en alguna boca del metro cercana.
Paralelamente al follón que estaba ocurriendo en Europa, en
África también estaba habiendo tortas. El general Montgomery estaba
enfrentándose a Rommel en los antiguos protectorados coloniales de Francia (Marruecos,
Túnez, Argelia) e Inglaterra (Egipto). Las tropas alemanas fueron poco a poco
reducidas por las aliadas en el teatro de operaciones africano, en batallas como la de Tobruk o El Alamein, creando el
momento perfecto para una invasión de la Italia fascista de Mussolini. Pero eso
no sería hasta 1943.
Antes de ser un símbolo para una generación vacía, este cartel decía "hey, soy la reina de Inglaterra, y confío en que no te dejarás avasallar por unos cientos de bombas alemanas, ¿verdad, querido?
En 1941, Hitler, crecidito con su avance inexorable, decidió
romper el pacto de no agresión que había firmado con Stalin. Los alemanes habían
ocupado Yugoslavia y Grecia, y el dictador nazi no veía la razón para quedarse
a las puertas de la URSS. El ejército soviético, sorprendido por ese movimiento
y debilitado por las numerosas purgas que había llevado a cabo el entrañable
Stalin, no pudo hacer frente a la ofensiva. Los alemanes llegaron rápidamente a
ciudades como Leningrado (actual San Petersburgo) o los alrededores de Moscú.
La Operación Barbarroja, que es como se llamó a la invasión
de la URSS, hizo que los países más capitalistas del mundo se unieran con el
país más comunista del mundo en una alianza cimentada con el odio a Alemania. Y
esa alianza duraría, por lo menos, hasta 10 segundos después de la rendición
oficial del Tercer Reich. Más o menos.
¿Qué pasará?
¿Qué ocurrirá a continuación?
¿Entrará EEUU en la guerra?
Todo esto, y mucho más, la semana que viene.
P.D. Si, EEUU entra en la guerra.
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