La Revolución Rusa es una de esas revoluciones que cambian
la Historia. Como la Revolución Francesa. O el invento del fuego, que también
sería revolucionario en su momento, yo que sé.
La Primera Guerra Mundial hizo mierda a países que tenían
una larga trayectoria como imperios. La gente de esos imperios, que veía como
las cabezas visibles de sus monarquías eran perfectas e infalibles, empezaron a
dudar de ellos cuando las derrotas se alternaban con derrotas estrepitosas.
Uno
de ellos fue el Imperio Austrohúngaro, otro el Imperio Otomano y, finalmente,
el Imperio Ruso.
Desde principios del siglo XX, Rusia se las llevó calientes
en todos los frentes y en todas las guerras. Rusia era un país enorme y eso
significaba que tenía frontera con muchos vecinos a los que no les caía bien. Es
lo que tenía ser un imperio que estaba a la altura de los más avanzados países
de África, por lo menos en cuanto a desarrollo y reformas. Si hicieran un
casting para encontrar a un actor que represente antropomórficamente a Rusia,
yo elegiría a aquel cuyos padres fueran primos.
Niño vendiendo modernas calculadoras portátiles de diseño ruso.
Pero claro, el Zar creía otra cosa, y se metía en guerras
con países con tecnología infinitamente superior, como Alemania, que habían invertido
grandes sumas de dinero en dar patadas en el culo mucho más fuertes. Y eso es
lo que ocurrió con la Primera Guerra Mundial.
Rusia estaba acostumbrada
a una forma casi napoleónica de plantar batalla, y las líneas de
infantería saltaban por los aires gracias a la artillería enemiga. Mandaban a
la caballería y eran contrarrestados con ametralladoras. Y si no funcionaban
las tácticas, se enviaba a otra oleada. Y así sucesivamente.
La gente moría en batalla muy fácilmente a principios de
siglo. Y para suplir al enorme número de muertos, se movilizaban a más personas
que tenían que dejar las tierras sin cultivar para ir a coger un fusil del
siglo pasado. Sin tierras produciendo comida, empezó a haber más hambre de la
normal en el Imperio Ruso.
Cuando el hambre se convirtió en algo tan popular que todo
el mundo lo tenía, el gobierno zarista, ante esta oleada de desórdenes civiles,
se dedicó a perseguir a la población mediante policía secreta y a meterlos en
la cárcel. Para ver si así disminuían las protestas y eso. Supongo que en la
cabeza de los Romanov tenía sentido. Como a la gente que pasaba hambre tampoco
les gustaba eso de que encarcelaran a sus familiares y amigos más quejicas, los
ánimos se caldearon.
No estoy justificando el asesinato del Zar, pero alguien que tiene un gusto tan pésimo para vestirse, merece todo lo que le pase.
La gente estaba tan harta de la desastrosa política que
estaban llevando a cabo la dinastía Romanov (que había estado en el poder
desde, bueno, desde siempre) que empezaron una revolución. El Zar estaba
demasiado ocupado comiendo platos caros y haciendo cosas caras en su palacio de
San Petersburgo mientras el pueblo llano se moría de frío, de hambre o de las
dos cosas a la vez. Los intelectuales empezaron a preguntarse si el gobierno
autocrático zarista era lo más adecuado para el país.
De esta forma llega la “Revolución de Febrero”, llamada así
porque ocurrió en febrero de 1917. Un poco obvio, pero innegablemente bueno
para aquellos que tienen que estudiarse este periodo. Chicos listos, estos
rusos. De esta forma se crea un gobierno provisional de carácter democrático y
burgués, que asume la deriva política de Rusia. El presidente de este nuevo
gobierno fue un joven abogado, Kerensky, que siguió enfangado en la Gran
Guerra. Rusia, en un alarde de locura, siguió luchando en la Primera Guerra
Mundial bajo la creencia de que, por lo menos en cuestión de probabilidad, iba
siendo hora de que Rusia ganara algo. Error.
Paralelamente a la vía oficial, se formaron pequeñas
agrupaciones de ciudadanos que empuñaron las armas para derrocar al Antiguo
Régimen. Estas asociaciones, que podrían ser los obreros de una fábrica
concreta o los vecinos de un simple pueblo, empezaron a ejercer un contrapoder
desde la calle al poder político oficial de Kerensky.
La Revolución Rusa es tan aburrida que hizo bostezar a Lenin. Una vez. El 18 mayo de 1917.
Los bolcheviques, que empezaron siendo un pequeño partido
revolucionario marxista, se lograron meter en el bolsillo a los soviets con las
promesas de paz, reparto de tierras y comida. Desde luego, sabían qué había que
prometer para convencer a la gente. Y,
bueno, las dos primeras cosas las medio cumplieron.
En octubre, los bolcheviques, con apoyo de los soviets
derrocaron al gobierno provisional de Kerensky en la Revolución de Octubre que,
con el mismo detallismo que la de febrero, se produce en octubre. En contra de
lo que se cree, se tomó el Palacio de Invierno de forma bastante pacífica
(apenas murieron cinco personas). Se formaba el primer gobierno comunista de la
Historia, presidido por Lenin, quienes rápidamente firmarían la paz de
Brest-Litovsk para sacar a Rusia de la Primera Guerra Mundial.
Pero, claro, muchos de los aristócratas, nobles y altos
cargos del clero ortodoxo no estaban de acuerdo con eso de dejar de mandar y
empezaron a plantar cara a las primeras medidas comunistas, como eso de
repartir la tierra.
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