domingo, 7 de febrero de 2016

La independencia de Haití



Una de las cosas que inspiraba más terror en los corazones de la gente de principios del siglo XIX era que se produjera una revolución como la de Haití. Porque la independencia de Haití fue algo digno de ver, aunque no de experimentar. Es lo que tiene cuando se rebela un nodo estratégico de la piratería francesa en el Caribe.

La colonia, realmente, fue fundada por españoles pero conquistada por franceses. Inicialmente era una colonia ganadera de la que obtener cuero y cecina (comida que aguantaba las travesías atlánticas), pero los franceses se dieron cuenta de que era mucho más lucrativo asaltar los galeones españoles que pululaban por la zona que comerciar con cecina y cuero. Así que Haití, conocida por aquel entonces con el nombre de Santo Domingo o como La Española, se convirtió en un nido de piratas y tratantes de esclavos de acento francés.

Paulatinamente la piratería perdió su época dorada, conforme el siglo XVIII llegaba a su fin, y los piratas que pululaban la isla se comenzaron a instalar como empresarios de fortuna. Obviamente no eran ellos los que trabajaban, para eso tenían miles de esclavos negros que les hacían el trabajo sucio. De hecho, la isla de Santo Domingo se convirtió en el territorio con más esclavos de toda Sudamérica, excluyendo Brasil (por eso de que Brasil es ENORME y tal).

La Española/Santo Domingo/Haití. La tierra de las oportunidades azucareras (si tienes el color de piel correcto)

Para que os hagáis una idea, cada año llegaban más esclavos negros a la isla que toda la población blanca. Eso significa que el 90% de la población era brutalmente explotada por el 10% restante que, obviamente, eran blanquitos de piel. Por si aún se pudiera mejorar el cóctel explosivo, la población esclava era de origen africano, raptada por esclavistas y llevados a la isla con cierto rencor.
Pero, hey, las condiciones de vida y las altas tasas de mortalidad mantenían a la población negra a raya. ¿No?

NO.

Cuando estalló la Revolución Francesa, cualquier estamento social de la isla tenía cosas que reivindicar. Los terratenientes querían que la esclavitud estuviera menos regulada, los mulatos (que surgen cuando un terrateniente refrotaba el pene por ciertas partes de una esclava) querían derechos que no tenían, los blancos pobres querían llegar a tener tanto como los terratenientes y, bueno, los negros querían dejar, inexplicablemente, su modo de vida esclavo repleto de condiciones laborales mortales, explotación y latigazos para cenar.

Por lo tanto, estamos ante una población negra que deseaba su libertad, espoleada por obras que emanaban de la Revolución Francesa como la Declaración de Derechos del Hombre y el Ciudadano. Tenemos a los terratenientes, que veían como se les escapaba el negocio de exportar a la metrópoli productos como café o azúcar. Tenemos a los mulatos, esperanzados por las ideas burguesas y el progreso social. Y, luego, estaban los blancos empobrecidos, que lo que querían era poder tener esclavos como los blancos con pasta.

Esclavos disfrutando de un maravilloso día de trabajo al aire libre. Puede que alguno muriera triturado, perdiera un brazo por un machetazo o algo así, pero seguía siendo, en líneas generales, un día maravilloso.

Con el triunfo de la Revolución Francesa, llegaron a la isla los principios democráticos de libertad, igualdad, fraternidad… si eras blanco o, por lo menos, negro pero libre. A los blancos pobres no les gustó mucho eso de tener los mismos derechos que gente que había sido esclava hasta anteayer, así que hubo tensiones. Al margen de todo este follón legal y racial estaban los esclavos preguntándose si alguien se acordaba de que seguían existiendo.

Y resulta que no se acordaron de que había un montón de esclavos en la isla hasta que Inglaterra y España empezaron a frotarse las manos mientras se imaginaban a Santo Domingo dentro de sus respectivos imperios. Así que, para ganar enormes cantidades de gente que podía ingresar en el ejército, se promulgó el fin de la esclavitud en Francia y en todos sus territorios. ¡Yuhu!

Que, a ver, los negros seguían explotados en las plantaciones y todo eso, pero por lo menos se puso fin a los misteriosos nacimientos de mulatos con la cara sospechosamente parecida a los terratenientes. Ah, bueno, y a todo el rollo de ser considerado poco más que un objeto de la hacienda y no una persona, claro.

El columpio desarrollado por esclavos haitianos, aunque novedoso como concepto, aun necesitaba refinarse.

Por eso, cuando Napoleón reinstauró la esclavitud en 1802 (básicamente para llenarse los bolsillos a manos llenas gracias a las plantaciones de ultramar) no fue una medida demasiado popular entre la población de Santo Domingo. Cuando se les pidió a los esclavos que depusieran las armas que tuvieran y que, por favor, volvieran a sus plantaciones correspondientes; los antiguos esclavos respondieron con un “por supuesto, faltaría más” en forma de machetazos en el torso y guerra de guerrillas por toda la isla.

Los antiguos esclavos se tomaron la justicia por su cuenta y empezaron a vengarse de décadas de explotación. Los soldados franceses cayeron como moscas debido a la guerra de guerrillas. Las enfermedades (como la malaria) camparon a sus anchas por la isla. Por supuesto, los franceses se ganaron un hueco en el corazoncito de la población esclava ejecutando a mujeres y niños por el camino.

Después de haber matado a todo francés que hubiera puesto un pie en la isla, Santo Domingo se declaró independiente de Francia. Se nombró el primer rey negro (desde la óptica occidental) de la Historia, Henri Christophe, y la isla pasó a denominarse Haití.

Ese día, Napoleón lloró amargamente porque ya no tenía azúcar producido por esclavos de Haití. 




Postdata; Henri Christophe vestido de rey-emperador.

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