La semana pasada ya volví a escribir y decidí dejar para
esta segunda semana el repaso personal a lo que ha sido el verano. Porque
primero van las dosis de blog, que después de un mes se sequía seguro que había
mono, y luego ya os cuento que estoy bien. En esta vida hay que tener las
prioridades claras.
¿Vuestro verano ha ido bien? El mío ha sido una especie de
epílogo del confinamiento de primavera, pero con más sudor y más tiempo de
estar dentro de casa en calzoncillos. Solo que, esta vez, agradeciendo el estar
dentro de casa y no friéndome al sol en la calle. Las malas noticias son que me
saqué el abono trimestral para ir a la piscina municipal y apenas fui dos días.
“Pero ¿por qué no fuiste más a nadar y aprovechaste mejor ese jugoso, jugoso abono?” puede que te estés preguntando. Bueno, resulta que las autoridades sanitarias competentes me sugirieron encarecidamente que me quedara dentro de casa porque me había unido al Club del Covid.
Sí, amigos míos (y gente que ha encontrado el blog sin querer) he pasado el bicho. Pensé que todas esas miles de personas que se habían contagiado puede que tuvieran razón, y yendo a comprar a mi supermercado de confianza alguien había tosido donde no debía o manoseado lo que no debía y acabé con los estupendos virus en mi organismo. Si un eremita que prefiere estar encerrado en su casa a tomar algo en la terraza de un bar se contagió, TODO EL MUNDO puede CONTAGIARSE. Así que puede que sea hora de que cunda el pánico. O no, porque hace un mes y pico que estoy bien, y las cosas son diferentes.
La prueba esa de que te metan un palito por la nariz no es
cómoda ni glamurosa. Es todo lo incómoda que parece por la televisión, solo que
luego te pica la nariz por dentro durante la siguiente media hora. Sólo la
recomiendo si estás muy aburrido una tarde. Si no, hay otras actividades mucho
más placenteras y que no te dejan la sensación de haber sido violado nasalmente
con un bastoncillo de oídos. 2/10, no repetiría.
De hecho, lo hemos pasado todos en casa porque es lo que tienen las unidades familiares, que por mucho que te encierres en tu cuarto tienes que salir al baño de vez en cuando porque la sociedad ve muy mal cagar y mear en un rincón de tu cuarto. Y además no es higiénico. Y yo ya tengo trastos y ropa por todo mi cuarto, y sería imposible despejar dos o tres baldosas sobre las que excretar de vez en cuando. No puedes hacer vida en una única habitación, a menos que estés intentando vender la moto en Idealista.
Ahora ya todo bien, no preocuparse. No es el fin de mundo.
Ha sido como una gripe rara, de las de pegarte sudadas en la cama, solo que en
esta ocasión no sabía si era por el paracetamol o porque era principios de
agosto y hacía un calor de derretirse.
Quizá lo más raro ha sido perder completamente los sentidos
del olfato y del gusto. Mis amigos tienen un vídeo en el que bebo sin inmutarme
una mezcla nauseabunda de zumo de manzana, colacao, vinagre y kétchup, pero por
amor propio no se va a subir a ningún sitio. Hablemos mejor de la tarde en la
que mi madre y yo nos estuvimos poniendo colonias de aromas muy fuertes que
precisamente por eso no usamos nunca, o la gracia que hace tirarte pedos que no
huelen o que no huelas mal por el sudor.
Todo esto es para deciros que, después de haber pasado el virus, de repente me siento muy a favor del pasaporte ese para poder salir a la calle en el segundo confinamiento. Pasaporte que, por supuesto no usaré para salir a la calle, solamente para sentirme moralmente superior.
Pero vamos, que volviendo al tema importante. No habría
estado bien que, estando contagiado, me hubiera dedicado a ir a nadar ¿no? Pese
a tener la oportunidad de no oler a cloro como si acabara de salir de Ace
Chemicals. No habría estado bien saltarme el periodo de cuarentena, e incluso
me la alargué voluntariamente para hacer una recuarentena, que había sabido a
poco y no quería ir contagiando a mis amigos el primer día de quedar*.
Cuando estéis tristes, recordad lo que he dicho: por lo
menos sois más útiles que el abono de temporada que me saqué para ir a la
piscina.
* Pese a que permitir que yo te lamiera la cara fuera lo más cercano a una
vacuna contra el Coronavirus que tenía España en esos momentos.
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