Ha llegado esa época del año en la que empiezo a escribir sudado
y en calzoncillos. Lejos de poder considerarse “sexy”, esa imagen mental ha
sido vetada en 57 países por la OMS. Y en este estado voy a verter mi ciega
ira.
Cuando dije que quería estudiar historia, un amigo de mis
padres me dijo que, si me gustaba la Historia, estudiara esa carrera. Pero que
si REALMENTE me gustaba la Historia, estudiara una ingeniería. En su momento no
le hice caso, porque a mi REALMENTE me gustaba la Historia y quería saber más. Qué
razón tenía aquel hombre.
Cuando eres historiador, a veces te expones al escarnio
público. No me estoy refiriendo solamente a cuando algún estudiante de ciencias
altivo te pregunta “¿Y la Historia para qué sirve?” o cuando alguien te empieza
a preguntar cosas puntuales (y tan minuciosas que son absurdas) para concluir,
cuando respondes con un “no sé”, que “tanta Historia no sabrás, entonces” incapaces de distinguir un historiador de una
enciclopedia. Y que la pregunta “a ver ¿Qué ocurrió el martes 20 de febrero de
1923?” es simple y llanamente para tocar las pelotas.
- A ver, Eric Hobsbawm: si tan buen historiador eres, recítame la lista de los Reyes Godos.
- ...
- Pues tan buen historiador NO SERÁS.
Tampoco voy a hablar del intrusismo que tiene el oficio de
historiador, que todo el que haya leído dos o tres libros sobre una misma
temática ya parece que te pueda dar lecciones. Hay periodistas escribiendo de
Historia, hay catedráticos de la RAE que son capaces de hablarte de toda la
historia de tu país y está el típico señor que no ha salido de su pueblo y que
puntualiza todo el rato porque él ha
leído mucho sobre eso. Luego está César Vidal.
En general, hay mucho intrusismo en la labor del
historiador. Pero eso es porque el historiador de carrera casi siempre se le ha
ignorado, mientras que al erudito local siempre se le ha aupado por su capacidad
de “hacerse a sí mismo”. El problema de esa gente es que puede saber muchísimo
de la materia de la que han leído, pero carecen de la visión de conjunto que
tenemos los historiadores formados.
Imagen de uno de esos amantes de la historia (portando su cuadro de Dalmau favorito) la primera vez que se atreve a explorar sus horizontes.
Esto quiere decir que, aunque sepan mucho de uniformes de la
Guerra Civil (y pueden ser realmente útiles sus conocimientos), son mucho más
propensos a cometer errores, sobre todo en análisis comparativos. Errores que
muchas veces les hacen caer en el esto es
así porque lo leí una vez en un libro. Errores que desembocan en el
cuñadismo histórico más decadente. Errores que se producen porque su
conocimiento no tiene una base.
Esto es como quien tiene una ideología tan sólo por los
eslóganes. ¿Por qué la gente da lecciones de historia? Porque les han enseñado,
porque todo el mundo cree que la Historia es leer y memorizar, pero el realidad
la Historia consiste en analizar y formular hipótesis. La Historia no es una
ciencia, pero para desempeñarla correctamente hay que hacer caso al método
científico.
"Nope, nada de rastros de alienígenas" dijo nadie nunca en la redacción de History Channel.
Por eso creo que hay que diferenciar entre “historiador” y “aficionado
a la historia”. Mientras que los buenos historiadores mantienen su conocimiento
actualizado porque es su profesión, los aficionados a la historia leen lo que
quieren. Esto hace que estos últimos sean más conservadores, independientemente
de su ideología, porque solo se mueven entre posiciones cómodas que nunca
llegan a cuestionar la idea que tienen en la cabeza. Más o menos lo que me pasa
a mí con el sushi y todas esas mierdas de modernos, que es la razón por las que
mis amigos odian llevarme a cenar a los sitios.
El valor del historiador para la sociedad ha sido poco menos
que negado. A todo el mundo le gusta saber del pasado, pero pocos lo amarán.
Muchos menos querrán estudiarlo de verdad. Lo cual nos lleva otra vez a la
pregunta del principio: ¿Y la Historia para qué sirve? Si la labor del
historiador ha sido desvirtuada, para poder hacer “historia a medida” según las
necesidades políticas.
Con esto no quiero desalentar ni criticar a aquellos amantes
de la historia que no hayan pasado por la Facultad. Simplemente les estoy
pidiendo que no se queden en lo superficial, que lean algo más que la “Muy
Interesante” y que profundicen. Que no se queden en lo cómodo de leer a los
autores que les dan la razón en todo y que se aventuren a ver lo qué dicen
aquellos con los que no están de acuerdo. Porque los artículos históricos científicos, los de verdad,
llevan bibliografía.
Y si no estáis de acuerdo conmigo, siempre podéis ir a un hospital a operar a corazón abierto porque habéis visto todas las temporadas de "Urgencias".
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