Últimamente los ingleses están intentando recordar
periodos de unidad ante la adversidad porque desde el Brexit no lo están
pasando muy bien. Uno de esos periodos gloriosos es la Segunda Guerra Mundial,
cuando demostraron lo que significa “estoicismo británico” al resto de Europa.
Pero no os engañéis, lo de los ingleses no es
estoicismo, es elitismo. El vivir en una isla les ha hecho alejarse y aislarse
de lo que ocurría en el resto de Europa: los ingleses siempre han sido de
pensar que ellos tienen la razón y el resto del mundo está equivocado. Eso les
ha llevado a conducir al revés, aceptar a regañadientes el sistema métrico y en
la actualidad les ha llevado a cosas como el Brexit.
Pero supongo que no os descubro nada. A menos que seas
inglés y estés leyendo esto con Google Translator. En ese caso: lo siento
mucho, siempre tendrás Magaluf para olvidar todas esas cosas que leíste en este
blog y que te hirieron profundamente.
A lo que vamos. Estábamos en la Segunda Guerra Mundial, para
la época en la que todo iba fetén para Alemania. Se avanzaba en el Frente
Oriental, Europa continental estaba ocupada y pacificada, los submarinos
alemanes campaban a sus anchas por el Atlántico y las posibilidades de que todo
el mundo acabara hablando alemán parecían prometedoras.
Operación Antropoide in a nutshell.
Checoslovaquia había sido uno de los primeros países que
había metido Alemania en su lista de los Reyes Magos, anexionándose los Sudetes
primero y estableciendo un gobierno títere para controlar lo que no quería. De
ese tiempo a 1941, los alemanes habían controlado el país de forma laxa el
país, enfrentándose a esporádicos actos de resistencia.
Pero, ay, eso se acabó. El III Reich envió a uno de sus más
duros oficiales de las SS, Reinhard Heydrich. El entrañable Reinhard ostentaba
el tan germánico status de SS-Obergruppenführer y gracias a su comportamiento
en Checoslovaquia se le conoció con el cálido mote de “El Carnicero de Praga”.
Desde que llegó, Heydrich empezó a purgar con mano dura. Se
cargó a todo aquel que pudiera simpatizar con la resistencia, que eran
alrededor de 550 personas. Incluso se cargaron al primer ministro del gobierno títere
que habían montado los alemanes en Checoslovaquia. A ALGUIEN QUE SE SUPONE QUE
HABÍAN PUESTO AHÍ POR SER UN COLABORADOR.
¡Reinhard Heydrich puede ser el último ligue de tu muñeca barbie!
Y después de esa campaña de terror, todo el mundo fue feliz
y no se metió en líos en la Checoslovaquia ocupada. Heydrich les dejó elegir entre la estupenda purga que
les había mostrado anteriormente o la caja misteriosa. Y la caja misteriosa
contenía ciertos privilegios si trabajaban
duro para el Reich. Y vaya si trabajaron duro. Porque no hay nada como el temor
a la muerte para aumentar la productividad.
Entre todo esto, Inglaterra estaba viendo como le
bombardeaba la Luftwaffe y no le estaba terminando de gustar. Y como
Checoslovaquia se estaba convirtiendo en la fábrica de armamento del III Reich,
pues se terminó el plato de fish & chips, dio un golpe en la mesa y dicho “hay
que hacer algo”.
Y ese “algo” era empezar a mostrar exageradas muestras de preocupación
acerca de un país al que habían abandonado a su suerte en el 39. Y… ¿qué mejor
forma de demostrar que te preocupas por un país que intentar desestabilizarlo
para que los nazis no puedan fabricar allí sus armas?
Jozef Gabčík, uno de los miembros del comando que atentó contra Heydrich, ni siquiera sabía colocarse bien el gorrillo.
El plan era sencillo: coger a dos soldados checos que se
habían refugiado en Londres e instruirlos como comandos. Luego, soltarlos en
Checoslovaquia para que contactaran con sus amiguitos de la resistencia. Cuando
todos los invitados a la fiesta estuvieran reunidos, atentar contra el pez
gordo que estaba al mando de todo el cotarro: Reinhard Heydrich. Era la Operación
Antropoide.
El atentado fue una chapuza enorme que incluye un subfusil
sten que se encasquilla, una granada mal lanzada y un Heydrich persiguiendo junto
a su fiel conductor a sus ineptos atacantes. Al menos lograron hacerle heridas
a Heydrich con la granada, aunque lo más grave fuera un pulmón perforado.
También es que Heydrich iba pidiendo que le atentaran porque se dedicaba a pasear en su descapotable.
Heydrich ingresó en el hospital y comenzó a ser tratado de
sus heridas. La recuperación parecía positiva hasta que cayó en coma y la
espichó. Había cogido una septicemia chunga al habérsele metido trocitos de tapicería
del coche en las heridas que le había provocado la granada.
La venganza de los nazis fue brutal y encendió la mecha de
una insurrección similar a la que se vivía en Francia o Italia. Los comandos
que habían perpetrado el atentado fueron traicionados por uno de ellos y los
asediaron en su refugio hasta que se suicidaron. Directamente murieron más de
un millar de checos como represalia directa y más de cuatro mil indirectamente
por culpa de las deportaciones. La productividad cayó en picado y la
conflictividad acabó por las nubes en una espiral de venganzas.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminar