El otro día acabamos hablando de las reformas de Mario en el
ejército romano y se me olvidó comentar una cosilla. No sólo había una
subvención estatal para que el soldado tuviera mejor equipamiento, también se
esperaba que fuera el soldado el que transportara el equipamiento.
De esta forma comenzaron las marchas agotadoras y se
acabaron los lentos carromatos que llevaban el equipamiento a los más
pudientes. Por eso, a las primeras hornadas de soldados romanos se les llamó
cariñosamente “las mulas de Mario”. Pero bromas aparte, ya teníamos un cuerpo
propiamente militar movilizado en todo momento y listo para el combate.
Pero eso hizo que el poder militar de Roma creciera a pasos
agigantados. La expansión por el Mediterráneo (Grecia, Dalmacia, Hispania,
Siria…) y por los Alpes (Narbonense) tienen mucho que ver con estas reformas.
Atrás habían quedado las épocas en las que el soldado se movilizaba únicamente
por la duración de una campaña militar.
Roma había convertido a sus soldados en máquinas de matar
los 365 días del año. Día arriba, día abajo, contando las fiestas de guardar.
Esta imagen de un hastati me hace pensar que los romanos llevaron al cabo el Rapto de las Sabinas porque estaban hartos de follar entre hermanos.
Los soldados ganaban buen dinero haciendo la guerra, razón
por la que gente que no era de ascendencia latina empezó a interesarse en
entrar en el ejército romano. De esta forma nacieron los cuerpos auxiliares que
acompañaban a los legionarios romanos propiamente dichos. Los cuerpos
auxiliares no eran ciudadanos de pleno derecho, por lo que tenían una
estructura diferenciada a la de las clásicas legiones romanas.
Normalmente los auxiliares realizaban tareas, valga la
redundancia, auxiliares. En batalla desempeñaban la labor de tropas ligeras,
proyectiles o caballería rápida. Y muchas veces se esperaba que actuaran con
independencia del cuerpo del ejército y los trenes de suministro. Vamos, que
les permitían luchar por Roma y con eso ya se daban con un canto en los
dientes.
ROMANES EUNT DOMUS
De esta forma los romanos lograban canalizar los elementos
más problemáticos de los pueblos que
conquistaban (al principio galos y germanos mayoritariamente) y los utilizaban
contra sus propios compatriotas. Quedaban excluidos de los privilegios que
tenían los soldados con ciudadanía romana, así que aumentaban la soldadesca sin
tener que aumentar enormemente el avituallamiento de armas y víveres.
Con la conquista de la Galia entra en juego algo en lo que
no solemos pensar cuando decimos “legión romana”. Lo primero que te habrá
venido a la mente probablemente sea un montón de fulanos con escudos
rectangulares en formación. No pasa nada, es normal, tiene arreglo. Pero la
conquista de la Galia trajo un nuevo campo de batalla: los asedios.
No se si se refiere a la "Legio X Fretensis" o a la "Legio X Gemina", pero que son romanos no se duda.
Ya no se luchaba en la campiña contra el ejército enemigo,
ahora había que darles duro en sus propias casas. Y Julio César empezó a
incorporar artillería a sus legiones. Eran simples máquinas de madera que
funcionaban por torsión y que lanzaban piedras o grandes saetas. De “más escaso”
a “más común” tenemos:
Onagro: El abuelo de lo que conocemos como catapulta. En su
momento era el pináculo de la ciencia militar, pero con el tiempo fue superado.
En la época era caro de producir y de mantener, por lo que principalmente se
usaban en los asedios.
Balista: Un armatoste que te lanzaba jabalinas en
trayectoria horizontal hasta una distancia absurda. Perfecta para hacer
brochetas.
Escorpión: El hermano pequeño y más manejable de la balista,
lo cual lo convierte en el arma de artillería más usada del ejército romano.
Esta arma, sin embargo, no la tengo bien identificada.
Cuando Roma se convierte en un imperio (después de Augusto)
la tecnología bélica ha avanzado a pasos agigantados. En los primeros años que
se comienzan a contar “después de Cristo” nada tiene que ver el equipamiento
del soldado romano con los tiempos de la República. Loricas segmentatas en
glorioso metal, túnicas teñidas de rojo en honor a Marte o un resistente scutum
rectangular tras el que protegerte formando una testudo, todo ello han sido
señas de identidad del soldado romano a lo largo del tiempo.
Y hasta aquí el punto álgido del legionario romano, la
maquinaria de guerra romana campando a sus anchas por el mundo conocido. Todo
lo demás es triste decadencia.
Los equipamientos acabaron siendo menores, los criterios de
reclutamiento se irían relajando más que un gordo en un spa y con el tiempo las
diferencias entre auxiliares y legionarios se fueron diluyendo, aunque los
legionarios estuvieron siempre rodeados de un aire elitista. Un “ejército profesional” era demasiado costoso
de mantener en la Alta Edad Media y cayó en desuso frente a los cuerpos de
soldados de leva característicos de la Edad Media.
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