El otro día dije que admitía sugerencias para entradas y un
colega me dijo “tío, habla de los romanos”.
Como si fuera fácil ¿sabes?
El caso es que los romanos ocupan un nicho cronológico de
casi mil años, ahí es nada. Y pese a eso, la gente tiende a pensar que los
romanos ya nacieron como los romanos de Semana Santa, sin que evolucionaran
demasiado en esos mil años.
La historia de Roma empieza con una monarquía, hasta que se
cansan y echan al rey para instaurar una república senatorial. Al cabo de los
siglos se cansan de la república como forma de gobierno y empiezan a probar el
método imperial de hacer las cosas. Después de que varios emperadores fueran
pusilánimes marionetas, decidieron que a lo mejor los tiarrones esos del norte
eran mejores y que el sistema de caudillos guerreros era mejor que el de
estirados emperadores.
Tipo disfrazado de "por favor, matadme porque no tengo los más mínimos conocimientos básicos sobre famosas civilizaciones de la Antigüedad".
Y eso si tenemos en cuenta solo los aspectos políticos de
gran tamaño. Las transformaciones económicas, sociales y militares son enormes
en esos mil años. De la misma forma que no somos los mismos que en el año 1018
(que parece que no, pero algo hemos cambiado) los romanos monárquicos no eran
los mismos que los romanos de finales de su imperio.
Para hablar de esto voy a recurrir a lo que viene a nuestra
mente cuando hablamos de los romanos: el ejército romano. Ese tío con coraza,
pilum y escudo rectangular. Un soldado que era capaz de llevar faldita sin
dejar de ser una máquina de matar, mucho antes de que William Wallace lo
pusiera de moda. No en vano, gracias a su ejército conquistaron todo el
Mediterráneo y varios cachos más del mundo conocido.
Observad el mágico efecto protector del "Rectángulo de protección" (patente en trámite).
Pues bueno, esa maquinaria de guerra al principio era como
todos los ejércitos de la Antigüedad: unos pocos soldados bien armados y una
masa de campesinos con ganas de pegarse con alguien. Eran militares que,
literalmente se lanzaban al combate con una lanza y un trozo de chapa que les
protegiera un poco el pecho. Pero bueno, la organización del ejército romano
hacia el siglo IV-III a.C. era esta:
Asteros (hastati): los reclutas nobeles e inexpertos.
Literalmente “los de la lanza”, eran la primera línea contra la que topaban los
enemigos de los romanos. Su labor era la
de desgastar al enemigo en combate cuerpo a cuerpo y desbandarlo o retirarse
para que actuaran los princeps.
Príncipes (princeps): soldados con una relativa veteranía,
que ya se habían partido las caras un par de veces con el enemigo. Muy
similares a los anteriores pero con mejor armadura (una cota de anillos o de
escamas). Cargaban contra un enemigo ya mermado en número y moral, desgastado
por los asteros, a quienes relevaban del fragor de la batalla cuando se
empezaban a cansar.
Triarios (triarii):
formados por los más veteranos del ejército, constituían la tropa de reserva a
la cual se acudía cuando la batalla parecía desesperada, acuñándose la frasecilla "recurrir hasta a los triarios" como sinónimo de una medida desesperada. Combatían en formación
de falange con lanzas largas, parecido a las falanges griegas, aunque también
portaban una gladius por si la formación
se rompía y tenían que recurrir al combate singular.
De izquierda a derecha: Tiberio "mediocridad absoluta" Sextio, Cayo el carnicero de la Campania y pringao del que ni nos molestamos en averiguar el nombre.
Aparte de esos tres grupos estaban también los équites
(soldados a caballo), que solían nutrirse de aristócratas, y cuya capacidad
ofensiva estaba limitada porque no conocían los estribos con los que afianzarse
durante una carga. Luego estaban los vélites, reclutados en los estratos más
bajos de la sociedad romana, cuya función era la de hostigar a los atacantes
con jabalinas y no se esperaba que entraran en combate prolongado. Los dos
cuerpos eran hostigadores especializados, no infantería pesada con la que
sostener un combate.
Avanzamos un poco en el tiempo hasta el año 107 a.C. porque
es cuando se aplican las reformas militares de Mario. ¿Por qué es importante
esto? Porque hasta entonces cada soldado reclutado tenía que comprarse su
propio equipamiento. Lo cual quiere decir que los ricos que no entraban en combate
tenían los mejores equipamientos y la soldadesca que rompía las formaciones
enemigas iba con lo que podía.
Al suministrar el estado un equipamiento básico, se aliviaba
el lastre económico que suponía dedicarse a la guerra. Con un equipamiento
básico estandarizado también se conseguía que las unidades fueran más
eficientes a la hora de entrenamiento. En definitiva, con las reformas de Mario
la vida militar se hacía mucho más seductora para el ciudadano romano pobre,
que veía en el saqueo una fuente de ingresos bastante apetecible.
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