domingo, 3 de diciembre de 2017

Italia en los años 20 y 30



El bueno de @QuimerusEther me dijo que le gustaría saber algo más de la Italia después de la Primera Guerra Mundial, Italia durante la Segunda Guerra Mundial e Italia en la posguerra de la Segunda Guerra Mundial. No comprendo esa fijación por Italia pero parece ser que es buen tío.

Como las buenas cosas de esta vida (como los años 20), el fascismo bebe de la Primera Guerra Mundial. Os he hablado de la Marcha Sobre Roma, pero esta semana os hablaré de las razones por las que alcanza esa popularidad.

En las décadas de los años 20 y los 30, el fascismo era el sistema político más popular en Europa. Mussolini era visto como un modernizador y un personaje carismático en el que muchos querían reflejarse. El fascismo de identificaba con el progreso autoritario, con la violencia y con el ensalzamiento de los sentimientos frente a la razón (y sí, eso muchas veces incluía el ensalzamiento de la violencia).

Digamos que tras los horrores de la Primera Guerra Mundial, de los cuales el fascismo culpaba a las democracias y al sistema racional, la violencia también estaba de moda. La ciencia había permitido formas de matar más eficientes (ametralladoras, ataques de gas, artillería absurdamente potente…) que negaban el honor viril de la batalla. Al fascismo le sobraba una idealización del mundo militar cuando miraba con fascinación el combate mano a mano de la Edad Media.

¡Dame una M! ¡Dame una U! ¡Dame una S! ¡Dame otra S!...

Sin embargo no solo de veteranos de guerra se nutría ese primer fascismo. Muchos de los futuristas italianos admiraron el fascismo porque compartían algunas premisas: mecanicismo, progreso, virilidad… eran tópicos constantes en las obras de arte futurista. El bicho que aparece en las monedas de veinte céntimos de Italia es una escultura de Umberto Boccioni, quien murió en 1911 pero supone uno de los artistas imprescindibles del futurismo.

Literatos italianos como Marinetti o D'Annunzio crearon obras que eran indudablemente innovadoras en su época. El primero siguió al Duce hasta Saló convertido en el poeta oficial del régimen fascista italiano. El segundo defendió la política expansionista italiana en Etiopia y la hegemonía cultural al servicio del nuevo estado.

Con esto quiero decir que el fascismo en 1921 en Italia podría ser un movimiento aún minoritario en peso político, pero tenía una fuerte presencia en las calles. No es de extrañar que todas estas características hicieran del fascismo un movimiento muy popular entre militares, personas desilusionadas con la política tradicional y jóvenes que querían emociones fuertes. Eso sin contar a los estamentos religiosos y los terratenientes que veían al comunismo como una amenaza y apoyaban al fascismo como herramienta.

Mussolini recuerda el chiste que le ha contado Victor Manuel II hace un rato.

Tradicionalmente el fascismo se ha intentado presentar como una tercera vía diferente al capitalismo y al comunismo, pero en cuanto se organiza resulta obvio que es necesita dinero para sostenerse en el poder. Así que el fascismo pierde su anticapitalismo y se centra en sus enemigos, los comunistas, reforzando sus rasgos más nacionalistas.

El fascismo italiano sufre dos etapas diferenciadas: la primera de 1924 a 1936 (que es la del “fascismo del consenso”) y la etapa de 1936 a 1945 (que es la del “fascismo de desintegración). “Italia importante” e “Italia que-coño-haces” respectivamente. Su modelo de estado será el estado corporativo, burocrático y planificado. Un estado que bebe del mito de la nación como un gran aparato de relojería preciso que necesita su relojero, razón por la que la propaganda retrata a Mussolini como un gran dirigente en un momento en que los dirigentes tradicionales están de capa caída.

Mussolini encuentra la lentilla que había perdido hace media hora. Los militares del fondo se alegran.

La decadencia del fascismo italiano se da en un contexto de doble guerra civil: por un lado los alemanes que no sueltan el norte de Italia (y literalmente la ocupan tras el armisticio) y la liberación aliada del sur, con los partisanos teniendo asombrosa facilidad para encontrar armas con las que armarse clandestinamente.

Hasta entonces los movimientos de resistencia antifascista organizada no existían en Italia. El estado relojero se había encargado de expulsar esos engranajes de su maquinaria. ¿Con precisión quirúrgica? No, más bien con fuerza bruta, camisas negras y muchos gritos.

Y sin embargo movimientos disidentes afloran como setas en un bosque en octubre cuando el final de la dictadura es evidente. ¿Sabéis por qué? Porque en los años 20 el fascismo es tremendamente popular y a todo el mundo le agrada. En los años 30 sigue siendo un sistema querido que ha traído una expansión colonial en África. Pero cuando los Aliados te han invadido por abajo y los alemanes por arriba, te acuerdas de que Mussolini no te gustaba tanto.

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