Cuando nos cuentan la Guerra Civil nos dicen que la
insurrección comenzó en el Marruecos Español y pronto se extendió a la Península.
Canarias también tuvo un papel importante en la conspiración y por ello tiene
algo de protagonismo (acordaos del Dragon Rapide y todo eso). Pero resulta que
España tenía otro territorio por ahí perdido.
¿Lo veis?
Un momento, lo voy a poner un poquico más grande.
Es la Guinea Española. Y si nos ponemos tiquismiuis, aunque
menos famoso, era un territorio más español que Marruecos: el primero tenía el
estatus de “protectorado”, mientras que Guinea era una “colonia”.
España tenía un trozo de terruño en la zona del Golfo de
Guinea que brillaba por su importancia estratégica. Era tan valioso que en
los libros actuales de Historia ni se suele nombrar. En general era un terreno
sin relevancia política, económica o cultural, y su principal característica
era que producía cacao para la metrópoli.
Quiero decir, el chocolate para mi es algo valioso, pero Bélgica
se estaba llevando recursos más importantes como caucho, Francia se llevaba
petróleo y Gran Bretaña extraía metales preciosos y diamantes. Nosotros nos
habíamos quedado con la colonia de Río de Oro, que tenía un nombre muy bonito
pero que no era más que un secarral pedregoso con costa. Y que las colonias
españolas produjeran cacao, pues que quieres que te diga, me sabe a poco.
Y gracias a la Guinea Española, en los años 60 se producían estas situaciones.
Es comprensible que la Guinea Española no fuera un centro político
de primer orden cuando estalla la sublevación militar de 1936. La población
española apenas era dos millares de personas, que ni siquiera habían llevado a cabo una labor de colonización sino que habían llegado y se habían limitado a poner
a trabajar mucho y muy fuerte a los negros del lugar. Y dada su distancia de la
metrópoli, nadie se interesaba mucho por ver cómo le iba a los indígenas.
El dominio español se dividía entre la Guinea Insular y la
Guinea Continental. La Guardia Colonial, una especie de cruce entre militares y
policías (más o menos como una Guardia Civil colonial) era la garante de
mantener el orden. Tampoco es que hubiera muchos altercados, porque los
votantes del Frente Popular apenas llegaban al centenar.
Si en España no había dinero para botas militares, en Guinea no había dinero ni para alpargatas.
El caso es que se produce el golpe de estado fallido y la
colonia sigue “a su aire” con normalidad. A un buque de guerra español (el crucero
Méndez Núñez) que habían destinado a Guinea le pilla la sublevación en alta mar
y nada más llegar lo llaman a la metrópoli, para que a medio camino le digan
que no, que vuelva a Guinea. Cuando se estuvo seguro que se había detenido a
los oficiales más sospechosos y elegido a otros más fieles a la República, se
le ordenó volver a Málaga. Un mareo.
Después de que el crucero se marchara, la Guinea Española
era como una guardería en la que el profesor se ha ido a por unas fotocopias
que se ha dejado en el despacho. Sin supervisión, el revoltoso de la clase empezó
a reírse del empollón. Alguien empezó a gritar “a la seño vas”. Uno ni siquiera
se enteró porque no había ido a clase. Otra persona se dedicó a dibujar pollas
en la pizarra. Sin contar con el grupito del final del aula que pasa de todo. Extrapolad
esos comportamientos a la Guinea Española.
Vale, explotamos la colonia para extraer chocolate y maderas tropicales. Pero a cambio 20 años después los guineanos podían disfrutar de la visión de la GUARDIA CIVIL TROPICAL.
Pero la trayectoria del Méndez Núñez nos da una idea de lo
que ocurrió durante la sublevación. Los colonos eran pocos y todos se conocían.
Sin apoyo de uno u otro bando, los opositores se dedicaron a gritarse en las
tertulias políticas durante dos meses. A finales de septiembre, la Guardia
Colonial decidió posicionarse con el bando franquista y arrestó a doce
personas. El saldo de bajas de esa noche se salda con un herido en la pierna
por la única bala que se disparó por error. La insurrección había triunfado, al
menos en las islas.
En el continente siguieron resistiendo los fieles a la
República. El bando sublevado tuvo que embarcar a un puñado de voluntarios falangistas
canarios para desembarcar en las playas republicanas guineanas. Después de una
resistencia más de “voy a probar suerte” que de “prefiero morir de pie a vivir
de rodillas”, los republicanos pusieron pies en polvorosa y huyeron a Camerún o
Gabón.
El Alzamiento había triunfado en la Guinea Española, tarde,
mal y de una forma un tanto extraña, pero ya había triunfado.
Aunque tampoco es que a los negros indígenas les cambiara
demasiado la vida.
Es un modo entretenido de contarlo.
ResponderEliminarTe comparto otro:
http://calle19septiembre.blogspot.com
Sobre el golpe de Estado en Santa Isabel de Fernando Póo, tenemos una interesante entrada: https://calle19septiembre.blogspot.com/2016/09/el-hombre-del-chiringuito.html
ResponderEliminarY sobre el bombardeo y caída de la ciudad de Bata en Río Muni, esta otra:
https://calle19septiembre.blogspot.com/2019/06/la-casa-del-padre-de-raquel-ilombe.html