El carlismo no es como el falangismo, pese a que Franco
uniera las dos ideologías en la FET de las JONS. El carlismo tiene un
regusto a romanticismo ingenuo y a
ideología vintage. Esa idea de que todo se arreglará mágicamente si se restaura
el linaje de Carlos María Isidro, legítimo rey de las Españas y no esa
usurpadora de Isabel II.
El carlismo mola. El hecho de que tengas carlismo en
diferentes sabores dependiendo de tus gustos políticos (tradicionalistas
acérrimos o socialistas autogestionarios, por ejemplo) hace que su catálogo
guste a niños y mayores. Incluso, en una de las primeras elecciones de la
democracia, fueron integrados en Izquierda Unida, dándoles un toque contradictorio
y naif que les hace adorables.
Pero lo que os voy a contar no tiene que ver con estos
carlistas contemporáneos, tiene que ver con los carlistas del XIX. Con esos
tíos que te montaban periódicamente una guerra civil porque no les gustaba para
nada que Isabel II estuviera en el trono y que España tuviera algo tan
aberrante como una Constitución. Esos que tenían a Carlos María Isidro como su
waifu.
Ver a mujeres en bikini: el principal temor del carlista en verano.
Precisamente ahondemos un poco en esos carlistas, y en
especial en la figura de Zumalacárregui.
Los carlistas del siglo XIX eran la como la resistencia, sólo que eran ultra-conservadores y llevaban unos bigote-patilla tremendamente impresionantes. El resto era muy parecido: habitaban en los montes, infestaban el medio rural, tenían armas y mala leche. De vez en cuando, cogían a algún progresista por banda y lo fusilaban, pero con esos bigote-patilla tan atractivos se les perdona cualquier cosa.
Los carlistas del siglo XIX eran la como la resistencia, sólo que eran ultra-conservadores y llevaban unos bigote-patilla tremendamente impresionantes. El resto era muy parecido: habitaban en los montes, infestaban el medio rural, tenían armas y mala leche. De vez en cuando, cogían a algún progresista por banda y lo fusilaban, pero con esos bigote-patilla tan atractivos se les perdona cualquier cosa.
El caso es que, como comprenderéis, muchas de las partidas
carlistas tenían un carácter semi-itinerante. Esto quiere decir que tenían una
base de operaciones (normalmente en un pueblo de difícil acceso) y se movían
por sus alrededores dando por culo. Con estas características, no os
sorprenderéis cuando os digo que había que viajar rápido y ligero, lo cual
significa que muchas de esas partidas carlistas vivían “sobre el terreno”.
Cuando quieres viajar
rápido para hacer ataques relámpago o una guerra de guerrillas, lo último que
quieres es tener un enorme tren de suministros que lastre tus movimientos. Lo
cual significa que muchas veces había que comer frugalmente, como cuando te vas
de fin de semana con los colegas y no puedes más que llevarte unos sándwiches
de mortadela porque no vais a poder cocinar nada.
Mirad qué barba. Qué pose. Qué puro. QUÉ TODO.
Y, en ese contexto, Zumalacárregui era el masterchef de los
conservadores españoles. Con cuatro soldados te montaba una partida de guerra y
con cuatro ingredientes te plantaba un banquete señorial. Según cuenta la leyenda, mientras asediaba Bilbao preparó
una comida mezclando varios ingredientes abundantes en las mesas más humildes:
huevos, patatas y (suspiro) cebolla.
Probablemente una de las peores cosas que
hizo Zumalacárregui, es la de inventar algo imperfecto, aunque puedo tolerar
que haya personajes históricos que les pongan cebolla a la tortilla. No se
puede ser perfecto. El legado que nos dio a todos nosotros fue la misión de
quitarle la cebolla y perfeccionar la creación.
Varios cocineros de tortillas de patata sacan a su santo patrón, el "Zumalacárregui del Gran Poder".
El plato se cocinaba rápido y sus ingredientes podían
encontrarse por toda la geografía española, porque todo el podía tenía unas
galllinicas en el corral para complementar su dieta. Es un plato tan sencillo
que es de los primeros que aprendía alguien cuando se independizaba, junto con
el plato de arroz y los macarrones con tomate (gastronomía que ha sido asesinada por los botes de ramen).
El carlismo había creado un icono de la cocina española (por
algo es conocida como TORTILLA ESPAÑOLA), pero había creado un profundo cisma
entre españoles: aquellos infraseres que la prefieren con cebolla y los superhombres a quienes les gusta sin cebolla.
P.D. La cebolla en la tortilla le quita todo el sabor a
patata a la tortilla DE PATATA. Si le ponéis cebolla y os gusta el sabor de la cebolla,
llamadla “tortilla de cebolla”.
Cuando alguien dice que la Comunión Tradicionalista fue creada por Franco es un perfecto ignorante.
ResponderEliminar¡Que gilipollez! ¡Anda ya!
ResponderEliminarSiento haberle ofendido tan profundamente. Espero que este fraternal abrazo limpie todo el rencor.
ResponderEliminarhttps://s5.postimg.org/9zqsga493/Abracito.jpg