Esta semana me voy a alejar un poco de la perspectiva
histórica y os voy a hablar de un tema que lleva rondando en mi cabeza, porque
una vez más llega ese día del año en el que te sientes ultra orgulloso de ser
español o tremendamente avergonzado de ser español. Sin medias tintas, sin
término medio. Elige tu bando y defiéndelo como si tu vida dependiera de ello.
Haz incendiarias proclamas de 280 caracteres y da la
brasa como si no fuera a haber un mañana. Sube fotos con la bandera cubriendo
la máxima superficie posible; sube fotos de niños indígenas sufriendo mucho.
Escribe un comentario tan largo y pedante que no se lo van a leer ni los bots
indexadores de Google. El 12 de octubre es un día importante y tienes que poner
toda la demagogia en el asador.
En momentos como este me encanta ser de Zaragoza,
porque me resbalan todas las polémicas que pueda haber. Todo el poder de España
(para un lado u otro) queda eclipsado por la Pilarica. Todo lo que sé del Día
de la Hispanidad me llega con 24h de retraso, porque en días como hoy mi abuela
dice “muy bien, ponedme la siete” y nos ponemos a ver la televisión regional.
Banda sonora para la lectura de mis quejas amargas de esta semana.
Porque lo que decide mi abuela va a misa. Y si mi
abuela quiere ver un aluvión de baturros digno de Guerra Mundial Z con
cachirulo y alpargatas, adelante muy fuerte. Y además tengo que confesar que
estoy escribiendo esto el sábado día 12, porque el domingo día 13 toca ir a ver
la Ofrenda de Flores. Y no vamos antes porque mi abuela ya tiene medido el
tiempo justo, como una especie de habilidad desarrollada con el paso de los
años.
Si vas en el mismo día a ver la Ofrenda de Flores, te
comes toda la masificación de gente, pero si esperas mucho en acudir las flores
se habrán puesto pochas. Años y años de experiencia han sido analizados para
concluir que 24 horas es el segmento temporal ideal para mantener el equilibrio
entre masificación y frescura de las flores.
Gente esperando en la parada de Gran Vía el paso del tranvía. A partir de las 22:00 hay que añadir borrachos vomitando a la escena.
Pero me estoy yendo por las ramas. A donde quería
llegar es que, mientras el resto de España está librando una guerra intestina
entre partidarios del Imperio Hispánico y amantes de la Leyenda Negra, los
aragoneses estamos al margen, tejiendo un manto de flores a la Virgen del
Pilar, como si fuéramos hippies. ¿Qué es más importante, la relevancia de un
par de genocidios feos o las flores? La respuesta es obvia.
En Zaragoza, el 12 de octubre la única controversia
que hay es “jotas si/jotas no” y el mayor problema es que el centro está
colapsado de baturricos hasta el punto de no poder moverte. Eso sí, los memes
de relevancia nacional los consumo como todo hijo de vecino. De hecho, el
famoso golpe de la farola lo he visto mientras zapeaba durante el desayuno.
Por contra, en Zaragoza tenemos cosas malas como esta aberración lovecraftiana.
Por eso os animo a que, si odiáis la controversia del
doce de octubre, os empadronéis en Zaragoza. Gracias a la globalización, te
enteras de todo lo gracioso pero al mismo tiempo te libras de todo el marrón de
controversias: evitas a catalanes independentistas, sudamericanos indigenistas,
españoles nacionalistas, varias cosas que terminan en -ista y un montón de
gente que se siente capacitada para darte lecciones de historia. De verdad, en
días como el 12 de octubre merece la pena vivir en Zaragoza.
Y ahora, si me disculpan, voy a ponerle flores a la
santa patrona de mi ciudad.
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